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Cambio Climatico

ivanguti1623 de Enero de 2012

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El debate global, dominado por un puñado de o¬nGs internacionales, han logrado muy diestramente cambiar el discurso total del desarrollo hacia el cambio climático. La o¬nU (no sólo la UNEP, sino todos sus otros brazos), las agencias bilaterales donantes como USAID/DFID, y los grupos de reflexiones globales como el Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (que son mejores que las agencias corporativas de clasificación) desde hace mucho tiempo han participado activamente en poner el cambio climático en lo alto de la agenda global de desarrollo. Y sin duda han tenido éxito.

En el proceso, los verdaderos asuntos que enfrenta el mundo han sido convenientemente barridos debajo de la alfombra. Tanto que si no hablas sobre el cambio climático pareces pasado de moda, te sientes obsoleto.

Por tanto, no me divierte ver a o¬nGs Indias, quienes normalmente juran en el nombre de la pobreza, el hambre y la inseguridad alimentaria, de repente se están subiendo al carro del cambio climático. Aun los temas del dalit y del adivasi están siendo vinculados al cambio climático. No me sorprendería si alguien intentaba encontrar una correlación entre cambio climático y la dimensión de género. Este no es sólo el caso para India pero también para casi todas las organizaciones de la sociedad civil en el mundo en desarrollo. En realidad, están deseando que llegue la oportunidad de estar allí donde esté la acción. Quiero decir que están viajando a Copenhague, para que puedan decir a sus colegas: "Si, yo estaba allí".

Esto me recuerda de la euforia de la que el mundo había sido testigo antes de la Cumbre de la Tierra que tuvo lugar en Río en Brasil en 1992. Los medios de comunicación indios, recuerdo, habían entrado de forma superdirecta antes del Cumbre de Río. Casi todos los que escribían noticias de primera plana sobre las amenazas a las cuales el mundo se enfrentaba, aterrizaron en Río. Una vez que había terminado la cumbre, los periodistas volvieron a sus países respectivos, y se olvidaron de la Tierra. El medio ambiente perdió categoría en los medios de comunicación.

No obstante, de la Cumbre de Copenhague se espera algo diferente. No sólo se trata de los normas de emisión. Si lo has estado siguiendo cuidadosamente sabes que todo se trata de la comercialización de las tecnologías y las inversiones verdes. No me sorprende entonces cuando los jefes de estado hablan del Revolución Verde de Tecnología del tipo de la Revolución Verde, no dándose cuenta de que la Revolución verde era responsable de alguna manera de exacerbar la crisis climática. Es decir, el debate entero ha sido secuestrado por las corporaciones para convenir a sus intereses de negocio.

La o¬nU dice que el mundo necesita una inversión de 200.000 millones de dólares para luchar contra el cambio climático. Esto es un eufemismo para una inversión corporativa, y como gatos proverbiales verás los jefes de estado luchando para obtener el trozo de pastel más grande. Se espera que los países desarrollados pudieran ofrecer entre 90.000 millones y 140.000 millones de dólares a los países en desarrollo para tecnologías limpias. El cambio climático, entonces, ofrece oportunidades brillantes para el negocio.

Apenas algunos días antes de la conferencia de Copenhague, la séptima conferencia Ministerial de la OMC tiene lugar a Ginebra, del 30 noviembre a 2 diciembre. El tema general del Ministerial de la OMC será La OMC, el Sistema de Comercio Multilateral, y el ambiente económico global actual. Sorprendentemente, el Ministerial de la OMC habla en términos del ambiente económico global y no del cambio climático. Me va a preguntar, ¿qué importa? Pues, eso es donde quiero llamar su atención.

Los dos tratados internacionales que han acaparado la atención del público desde hace mucho tiempo son la OMC y el Protocolo de Kyoto. Mientras uno se refiere al comercio global, el otro se refiere al cambio climático. Comercio global no sólo se trata de crecimiento económico, sino que también impacta fuertemente sobre el cambio climático. Al fin y al cabo el comercio no se realizará sobre carros de buey. Supondrá más transporte, que supondrá más quema de combustibles fósiles y por tanto, más calentamiento global.

En otras palabras, las dos negociaciones internacionales en curso van hacía objetivos contrarios. Y todavía, nadie está hablando del papel que desempeñará el comercio en llevar el mundo al punto crítico. La razón (por qué no está pasando) es sencilla. Cualquier esfuerzo en introducir el comercio en las negociaciones del cambio climático va a dañar los intereses corporativos. Y como daña los intereses corporativos/de negocio, los medios de comunicación, los grupos de reflexiones, los donantes internacionales y por supuesto los políticos deben no sacarlo.

El Banco del Mundo ya ha dicho en su reportaje de Perspectivas Económicas Globales, que una ronda de Doha con éxito podría generar 291.000 millones de dólares en ganancias económicas globales. Por supuesto, no nos dijo cuánto el mundo debería sufrir a causa de la subida de la temperatura media global. Entonces, en otras palabras, la Ronda de Doha de Desarrollo allana el camino para una ganancia de 291.000 millones de dólares, efectivamente para el negocio y el comercio, mientras que una finalización con éxito del CoP 15 supondría una oportunidad adicional de negocio de 200.000 millones de dólares para los fabricantes de tecnologías verdes.

A mediados de los años 80, la OCDE (Organización de Cooperación y de Desarrollo Económico) publicó un estudio, que había estimado que para finales de 2004, cuando la reunión de la OMC en Uruguay terminara, habría habido un aumento de un 70 por ciento de mercancías comerciadas internacionalmente en comparación con 1992. Esto supondría, por supuesto, que más combustibles fósiles serían quemados para transportar aquellas mercancías a través de los continentes. Ya las estimaciones del OCDE muestran que 60 por ciento del uso del petróleo del mundo está usado para transporte. Y el transporte depende de 90 por ciento de los combustibles fósiles.

Las estimaciones de la OCDE habían mostrado también que el 25 por ciento de emisiones de CO2, el 66 por ciento de ellas producidas en los países ricos, vienen del sector de transporte global. Cuando cierre la ronda de Doha el efecto será que las emisiones de gases de efecto invernadero por el transporte se dispararán. Estoy seguro de que de esto estaremos todos de acuerdo. Pero nunca van a decirnos cuánto eso sería, y qué debería hacer el mundo para acomodar el comercio verde.

Sabemos que cada tonelada de carga movido por avión utiliza 49 veces la energía de un barco moviendo la misma tonelada. Y que un despegue de 2 minutos de un Boeing-747 es igual que 2.4 millones de máquinas corta-césped corriendo durante 20 minutos. En los EE.UU. sólo, hay 7000 mil aviones en el cielo a cualquier momento, y sus números aumentarán en los años venideros. Lo que es más crucial para frenar el clima cambiando no son las normas de emisiones. Son las restricciones que hay que imponer sobre el comercio global. Debemos tener una mecanismo de reducción de comercio del tipo de los recortes mandatarios de emisiones.

Han tenido que pasar décadas para que las teorías científicas sobre el cambio climático hayan pasado de utilizarse únicamente en círculos académicos a ser éste un concepto manejado por la población en general. Palabras que antes apenas entendíamos, forman ahora parte de nuestro vocabulario diario.

Los cambios generales registrados a nivel de biosfera, el aumento de la temperatura global, la rápida desaparición de la capa de ozono, los cada vez más fuertes fenómenos naturales, como huracanes y tormentas tropicales, parecen ya no tener únicamente un origen natural en un sistema fluctuante. Los sistemas naturales han comenzado un proceso de cambio difícil de detener.

En el Norte, los espacios naturales son una preocupación diaria para un pequeño porcentaje de la población que se relaciona con ellos en diferentes medidas, como las personas ecologistas y las agricultoras. Para el resto, dichos espacios naturales representan, en muchas ocasiones, un simple escenario de recreación.

Las ciudades nos han alejado y nos alejan, cada vez más rápido, de un ambiente natural y de nuestra relación con el mismo. Ya no somos conscientes de los cambios a nuestro alrededor, ya no dependemos de los efectos del clima para nuestra comodidad.

En la mayoría de los países denominados pobres, sobre todo los del Sur, la relación con el medio ambiente es diferente. Un amplio sector de la población es todavía rural, y todavía extraen su sustento diario de su relación con la naturaleza. Muchas personas son agricultoras y su alimentación depende de la cosecha. Otras muchas encuentran su sustento en la explotación directa de ciertos recursos naturales como la pesca. De uno u otro modo, su supervivencia depende de la relación con un ambiente sano y equilibrado.

Parece entonces obvio que las personas con menos recursos están, de forma irremediable, más perjudicadas por un ecosistema cada vez más degradado, al no poder encontrar alimento en las tierras o mares sin vida. De esta forma, se socava la base misma del desarrollo, y se hace casi imposible la vuelta atrás.

La riqueza y el consumo del Norte generan pobreza por diferentes vías. A su vez, esta pobreza da lugar a un círculo vicioso en relación con el medio ambiente, con el resultado de un mayor empobrecimiento de la población y de una creaciente falta de posibilidades, un número cada vez mayor de gente pobre y de gente sin tierra.

Las sequías prolongadas, las inundaciones

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