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Cambio De Sexo: ¿Mito O Realidad?

Raquelus24 de Septiembre de 2014

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INTRODUCCIÓN

Las cirugías de cambio de sexo configuran el caso que mejor ejemplifica el proceso de transformación que está atravesando hoy la medicina: desde el viejo paradigma de “restitutio ad integrum” al de “transformatio ad optimun”. Porque, lo cierto es que ya no sólo se espera que “la medicina nos restituya la salud sino que nos mejore como seres humanos proporcionándonos mayor longevidad, mayor capacidad mental y mayor satisfacción con nuestro cuerpo”, dice Mainetti al explicar ese proceso de transformación.

Pero, desde el punto de vista de la concepción tradicional, una cirugía que implica la mutilación de los genitales no justificada en razones terapéuticas, que supone un serio riesgo para el paciente y que no tiene marcha atrás, constituye claramente una vulneración al principio que le dicta a los médicos no causar un daño intencional.

Pero ¿es la desconformidad con el propio cuerpo un trastorno mental? Y por otra parte, dado que el sufrimiento que genera la discordancia entre sexo y género ha llevado a personas a suicidarse, ¿no podría decirse entonces que existe un beneficio incuestionable en las cirugías de reasignación genital?

Sobre estos planteamientos, precisamente, abordaremos en las siguientes páginas el tema del erróneamente llamado CAMBIO DE SEXO: ¿REALIDAD O MITO?...

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DESARROLLO

Cambio de Sexo

El término cambio de sexo se refiere al proceso en el cual “un individuo transexual sustituye su sexo de nacimiento para adecuarlo a su identidad de género” (Bustos, 2008, p. 25). En cuanto al término clínico adecuado para referirse al cambio de sexo, es cirugía de reasignación de sexo, procedimiento que es parte de la terapia de reasignación de sexo.

Otros autores coinciden en que el desajuste entre el sexo anatómico y la conciencia del sujeto de ser hombre o mujer es una alteración de la identidad sexual que, en función de los datos de un estudio realizado por la cátedra de Transexualidad de Holanda, se cree que afecta a uno de cada 30.000 hombres y una de cada 100.000 mujeres; un desajuste que requiere un laborioso tratamiento, tenga o no como meta una intervención quirúrgica para cambiar de sexo, proceso este en el que deben intervenir profesionales de diversos campos de la Medicina (endocrinólogos, psiquiatras y cirujanos plásticos) que asesoren al transexual.

Por otra parte, se tiene que el término cambio de sexo es poco preciso, ya que el sexo en los seres humanos se presenta como un hecho en el cual se integran e interactúan diversos elementos íntimamente vinculados. Es así que al factor representado por lo biológico, deben sumarse otros elementos de igual importancia como lo son el psicológico y el perfil socio-jurídico. En este último se encuentra el cambio de los roles de género y el estatus legal de sexo de una persona (masculino o femenino), incluyendo el cambio de nombre acorde a su género.

Igualmente, desde el enfoque científico, se identifican hasta seis elementos que, en su conjunto, configuran la posición que desde el punto de vista sexual tiene el sujeto:

1. El dato cromosómico, constituido por un patrimonio celular heredado

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en el instante de la concepción y que consiste en 23 pares de cromosomas, 22 de los cuales son comunes a ambos sexos.

2. Los caracteres sexuales gonádicos, condicionados por lo cromosomático, representados por ovarios o testículos.

3. Los caracteres hormonales.

4. Los elementos genitales, representados por los caracteres externos que permiten una primera definición a efectos registrales.

5. Los elementos anatómicos o caracteres sexuales secundarios.

6. El elemento psicológico (o cerebral), cuya importancia ha sido puesta de manifiesto en los últimos tiempos, el cual es el resultado de vivencias, de sentimientos profundos que determinan manifestaciones típicas atribuibles a uno u otro sexo.

La Transexualidad

Para profundizar en esta temática del cambio de sexo, es pertinente hacer un amplio análisis sobre la transexualidad. Hasta hace pocas décadas la sociedad no empezó a ver con normalidad la existencia de transexuales. Sin embargo, la transexualidad no es un fenómeno actual sino que existe desde la antigüedad, y en diferentes culturas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS, 2006), el transexualismo, denominación utilizada desde 1940, es “el deseo de vivir y ser aceptado como un miembro del género opuesto, por lo general acompañado por la intención de modificar el cuerpo mediante métodos hormonales o quirúrgicos, para hacerlo lo más congruente posible con el género preferido”.

En cuanto al enfoque médico relativo a la clasificación de las enfermedades, la transexualidad es considerada un trastorno mental, en la medida en que produce un sufrimiento significativo y una desventaja adaptativa importante. En este sentido, conviene citar Bergero y Col. (2007), cuando afirman que:

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El umbral clínico se traspasa cuando la persona experimenta preocupación, incertidumbre por su identidad de género, llegando en ocasiones a ser esta experiencia tan intensa que se convierte en el aspecto central de la vida, lo cual obstaculiza el logro de una identidad de género libre de conflictos y en algunos casos, impide la normalización de la vida misma. (p. 14)

Como complemento de la cita anterior, se puede señalar que quienes padecen el llamado Trastorno de Identidad de Género son conscientes de la disociación entre su cuerpo y sus sentimientos desde la infancia, alrededor de los cinco años y, desde entonces, se suceden los problemas de adaptación, la sensación de rechazo y, sobre todo, acumulan grandes dosis de sufrimiento. Todo ello puede llegar a su fin cuando consiguen aunar cuerpo y alma, su aspecto físico con su verdadera identidad sexual, lo que consiguen en última instancia gracias a las intervenciones de cambio de sexo (Bravo, 2003, p. 61).

No obstante lo antes señalado, la calificación de trastorno mental ha sido cuestionada desde distintos sectores, advirtiendo que esta nomenclatura no debe ser usada con fines de estigmatización, siendo una de las dificultades más claras para establecer el diagnóstico, la gran diversidad de formas, situaciones y vivencias con que se presenta y que no se ajustan a las concepciones binarias que manejamos respecto a lo que es ser un hombre o una mujer en la sociedad.

De allí, que algunos autores piensan que el pensamiento dualista en forma de oposiciones binarias (hombre/mujer) es una de las mayores trabas no sólo para la construcción de identidades y roles de género alternativos, sino también para cumplir el delicado cometido del proceso diagnóstico especificado como una de las tareas más importantes del profesional de salud mental en los protocolos internacionales. La American Psychiatric Association (APA, 2004), lo designa como Trastorno de la Identidad Sexual y exige al menos dos componentes de los siguientes que deben estar presentes a la hora de efectuar el diagnóstico:

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- Criterio A: El individuo se identifica de un modo intenso y persistente con el otro sexo, lo cual constituye el deseo de ser, o la insistencia en que uno es, del otro sexo.

- Criterio B: Esta identificación con el otro sexo no es únicamente el deseo de obtener las supuestas ventajas relacionadas con las costumbres culturales. Deben existir también pruebas de malestar persistente por el sexo asignado o un sentido de inadecuación en el papel de su sexo.

- Criterio C: El diagnóstico no debe establecerse si el individuo padece una enfermedad física intersexual.

- Criterio D: Deben existir pruebas de malestar clínicamente significativo o deterioro social, laboral o de otras áreas importantes de la actividad del individuo.

Cabe considerar por otra parte, el por qué sufre tanto la persona que presenta este trastorno. Evidentemente, por muchas razones que se analizan a continuación. En primer lugar, interpretando a Bergero (2007), hay que considerar que es la sociedad quien determina los límites simbólicos que indican quién está dentro y quién queda fuera del orden social, y sentirse incluido en uno de los polos de la dicotomía hombre-mujer, ofrece seguridad.

Así, la identidad de género es un proceso que permite a las personas ubicarse en el mundo. La identidad se piensa de forma ontológica. La configuración esencialista del pensamiento occidental tiende a naturalizar la identidad y a definirla como estructura sólida, nada cambiante. Sentirse un miembro de un grupo predeterminado socialmente, hombre o mujer, tranquiliza, ayuda a vivir sin dudas ni ansiedades. Desde esta perspectiva, se pueden entender los altos niveles de angustia que produce situarse fuera del modelo dicotómico utilizado, cuando desde el punto de vista genético, hormonal y morfoanatómico se pertenece a un sexo, y desde el punto de vista psicológico y social a otro.

Otro motivo de sufrimiento radica en que, por ahora, la solicitud de

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reasignación de sexo, sigue siendo una demanda individual, sin estatus social de acogida, y de aquí la importante angustia que exponen las personas transexuales. Asimismo, al trabajar en este tema, se toma conciencia de que una de las dificultades más importantes es el aislamiento social que sufren muchas de estas personas, lo que repercute de una manera notable en el nivel de autoestima, ya que tienen que enfrentar consecuencias (Gómez y Esteva, 2006, p. 57).

Aspectos Sociológicos y Psicológicos de la Transexualidad

Socialmente, la palabra transexual o transexualidad, tiene una connotación negativa. De este modo, recae en las personas transexuales, la estigmatización de estas palabras,

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