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Cosas De Las Ciencias


Enviado por   •  7 de Febrero de 2014  •  534 Palabras (3 Páginas)  •  364 Visitas

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¡SEPA GÖDEL!

En 1931, Kurt Gödel demostró que hay juicios o enunciados dentro de casi cualquier sistema de axiomas, que nunca pueden ser probados falsos o verdaderos. Esto quiere decir que no se puede decidir si uno de esos enunciados está "bien" o "mal": son sujetos de indecisión. El trabajo de Gödel es el elemento clave del interesantísimo libro de Douglas Hofstadter.

A partir de la prueba de Gödel, muchos matemáticos se han puesto a buscar ejemplos, examinando entre otros, problemas que son "candidatos al infierno de la indecisión perpetua", como los llamó L. A. Steen. Entre esos candidatos están el famoso teorema de Fermat, y estuvo la no menos célebre conjetura de Poincaré de los cuatro colores. De este safari los matemáticos han regresado ya con algunos ejemplares auténticos de indecibilidad, como la conjetura de Jorge Cantor acerca de los tamaños relativos de subconjuntos de los números reales.

Para probar la indecibilidad de una afirmación es necesario encontrar por lo menos un caso en el que sea verdadera y otro en el que sea falsa (sin hacer trampas). Esto lo logró Pablo Cohen para la conjetura de Cantor por ahí de 1963 y después se han dado otros ejemplos. Gracias a ellos, hoy podemos afirmar que "quién sabe" es una legítima respuesta matemática.

PELIGROS DE LA CIENCIA

La ingeniería genética, mediante la técnica del ADN recombinado, permite cruzar seres vivos sin importar su familia, género o especie. Esta posibilidad contrasta con la situación anterior de la genética, que sustentada en la cría selectiva de los organismos aprovechaba con pasividad la aparición espontánea o inducida de mutantes.

Las nuevas técnicas de la ingeniería genética abren un horizonte insospechado, y provocan las reacciones de quienes ven en esta amplitud de miras una fuente de aciagos peligros. La preocupación no es extravagante: no se teme que algún monstruo, al estilo del que creó el doctor Frankenstein, asuele las de por sí poco seguras calles del Boston nocturno, sino la aparición o producción involuntaria de un microscópico agente muy patógeno.

Como fiscal en el juicio vs la ingeniería genética, que se escenificó en Cambridge, Mass., al final de los setenta, destacó Jorge Wald, premio Nobel, quien consideró insuficientes las reglas propuestas por los National Institutes of Health de los EU —y que son semejantes a las propuestas en la Gran Bretaña por un grupo consejero en manipulación genética— para evitar los peligros de la experimentación en este campo. Los defensores han sido numerosos e ilustres, incluyendo también varios premiados con el Nobel, como David Baltimore, Josué Lederberg y Howard Temin. Aceptan la necesidad de regulación, pero están convencidos

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