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Diferencia entre sexo y genero


Enviado por   •  9 de Septiembre de 2015  •  Ensayos  •  3.220 Palabras (13 Páginas)  •  275 Visitas

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Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

Instituto de Ciencias Sociales y Administración  

Departamento de Ciencias Sociales

Sexo y género.

Silvia Sarahi Gutiérrez Orozco

Matricula: 149319

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Competencias Comunicativas

Ensayo

Septiembre de 2015

Diferencia entro sexo y genero

Sexo, en su definición estricta es una variable biológica y genética que divide a los seres humanos en dos posibilidades solamente: mujer u hombre. La diferencia entre ambos es fácilmente reconocible y se encuentra en los genitales, el aparato reproductor y otras diferencias corporales. Bajo esta perspectiva, sexo es una variable meramente física, producida biológicamente, que tiene un resultado predeterminado en una de dos categorías, el hombre o la mujer. Es una dicotomía con rarísimas excepciones biológicas. Estas diferencias físicas tienen consecuencias más allá de lo únicamente biológico y se manifiesta en roles sociales, especialización de trabajo, actitudes, ideas y, en lo general, un complemento entre los dos sexos que va más allá de lo físico generalmente en un todo que se conoce como familia, donde la reproducción se realiza en el medio ambiente ideal. Género, se define de otra manera, una que da entrada a más de las dos únicas alternativas que produce el sexo. Género es definido como la manera en la que la persona ejerce su sexualidad y que se presupone puede ser diversa. El género es como una variable de opción múltiple que contrasta con el sexo que sólo tiene dos opciones. Esas opciones múltiples de género, se dice, son roles o papeles sociales que la persona desarrolla desde su infancia y que definen a lo masculino y a lo femenino dentro de una sociedad. No tiene el género una definición fácil, tendiendo a ser comprendido como una estado personal dentro de la sociedad y que identifica a la persona ante las leyes y ante los demás, como hombre o mujer, pero que dentro de la persona no necesariamente coincide con sus propias ideas. Entra en este momento, una expresión frecuente, la de “orientación sexual”, que aclara la idea de género. Cada persona, se dice, posee un género, pero también, una identidad de género. El género identifica a la persona ante la sociedad como hombre o como mujer, partiendo de rasgos biológicos obvios. Pero la idea de hablar de género y no de sexo, permite decir que cada persona tiene su propia identidad de género y que en el fondo es la manera en la que se ejerce la sexualidad ‘’usa sus genitales’’ abriendo la posibilidad de variantes sexuales: lesbianismo, homosexualidad y demás, llamadas en general transgénero.

Intersexualidad

En todas las sociedades humanas existe la poderosa creencia de que hay dos sexos y de que esos dos sexos difieren en la biología y el comportamiento. Con más frecuencia de lo que suponemos, la naturaleza reta esa creencia cuando en el proceso de diferenciación sexual del feto humano el individuo desarrolla características no fácilmente identificables como varón o mujer. En los seres humanos, la presentación de cualquier forma de ambigüedad sexual ha motivado sentimientos de burla, pena, miedo y rechazo a causa del malestar y la confusión, no siempre consciente, que ésta provoca. En la antigüedad muchos eran quemados en la hoguera, acusados de ser enviados del diablo, poseídos, hechizados... En Grecia y Roma, los hermafroditas eran asediados al nacer o al descubrirse su condición. Durante la Edad Media y el Renacimiento, el hermafroditismo1 estuvo reconocido en los códigos civiles y canónicos; más tarde se convirtió en motivo de intereses morbosos en las refinadas cortes francesas e italianas, para finalmente quedar como fenómenos de exhibición en circos. El desarrollo sexual normal requiere de la presencia de cromosomas sexuales normales (en número y estructura), el desarrollo de las gónadas correspondientes, los conductos sexuales y los genitales externos, y finalmente, de un medio ambiente hormonal adecuado. Las distintas alteraciones de estos factores a su nivel correspondiente traerán por resultado anomalías de la diferenciación sexual que, en la mayoría de los casos, van a traducirse en grandes variedades de ambigüedad sexual (no siempre visibles), de acuerdo con la intensidad y el momento en que se produjo la ruptura de este equilibrio. La ambigüedad sexual puede manifestarse de diferentes formas; por ejemplo, una persona puede nacer con una apariencia externa femenina pero tener una anatomía interna típicamente masculina. La anatomía intersexual no siempre se detecta al nacer en todos los casos. Algunas veces sólo es develada cuando la persona alcanza la pubertad y algo no esperado ocurre en el desarrollo psicosexual asociado al desarrollo o ausencia de los caracteres sexuales secundarios (crecimiento o no de los vellos axilar y pubiano, cambios en la voz, aparición de intereses y preferencias «incongruentes» con el género asignado), o bien se descubre en la vida adulta con la presencia de infertilidad. Algunas personas pueden vivir e incluso morir sin que el trastorno sea develado para él/ella o la ciencia. Toda la vida social es organizada y estructurada según el género. Desde la más temprana infancia, los niños y las niñas aprenden que el género es un aspecto central en sus vidas y crecen en un sistema de organización e interacción social que concibe los sexos y los géneros como una dicotomía: la idea de que existen dos sexos y dos géneros, y sólo dos, y de que son antitéticos, opuestos bipolares. A pesar de su significado, las expectativas en torno al sexo y género frecuentemente no son percibidas hasta que alguien se nos presenta como una desviación de la «norma», momento en el que son retadas la mayoría de nuestras expectativas sociales básicas. Es el caso de un recién nacido con una apariencia genital no típica. La creencia rígida de que existen solamente dos sexos y de que el sexo es definido por una apariencia genital específica, crea un problema significativo en algunas personas cuyos cuerpos no encajan en esa «norma». Bajo la influencia de esta dicotomía se va configurando la personalidad y dentro de ésta dos de sus aspectos centrales: identidad y sexualidad. Para las personas que no «categorizan» dentro de los estándares de «normalidad», ser «sexualmente diferentes» representa vivir en la vergüenza pública o en la culpabilidad privada. El dilema, aunque puede manifestarse de maneras diferentes, es omnipresente. La construcción de la sexualidad se convierte así en una tarea ardua y compleja en la vida de una mayoría de ellas. Podría plantearse que el área sexual en estas personas es una de las más fuertemente impactadas, debido a varios factores contribuyentes: entre otros, la variedad de tratamientos quirúrgicos implementados para «corregir los genitales mal formados»; el manejo familiar y clínico del estado intersexual, no siempre transparente ni claro y que se debate entre «el decir y el no decir», quedando el sexo y la sexualidad como aspectos acerca de los cuales se prefiere no hablar; además, intervienen las múltiples presiones e influencias sociales. De manera que la comunicación de preocupaciones, dudas, temores acerca del sexo y la sexualidad puede resultar extremadamente difícil en todas los relaciones vinculares. La familia privilegia el silencio como mecanismo de protección, defensa y evitación del estigma social. Opta por el secreto en todo lo relacionado con el estado intersexual y la sexualidad; si se habla de ello sólo ocurre en susurros, con dolor. La carencia de un lenguaje discursivo para abordar los múltiples y complejos temas a tratar provoca el distanciamiento de sus miembros, y favorece la aparición de conflictos que generan aislamiento y soledad. Los profesionales de la salud también pueden presentar dificultades para hablar de sexualidad e intimidad con estas personas y a la familia. Estas limitaciones obstaculizan las tareas terapéuticas fundamentales de aliviar el sufrimiento humano y las posibilidades de validar y normalizar la experiencia psicosexual, aspectos claves en el proceso de construcción de una identidad sexual adecuada. La comunicación de aspectos de la sexualidad a la pareja transcurre con dificultades similares. Pueden presentarse barreras para hallar términos discursivos apropiados, o bien pueden estar presentes la vergüenza y el miedo al rechazo ante la posibilidad de que la ambigüedad sexual o cualquier asunto relacionado con los aspectos reproductivos sean descubiertos y no aceptados.

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