EL LENGUAJE Y EL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO

LECTURA 1 DE LA UNIDAD I

CAPÍTULO III:

EL LENGUAJE Y EL CONOCIMIENTO CIENTÍFICO^[1]

A.        Caracterización general del lenguaje.

        De modo general, puede decirse que el lenguaje es un sistema de símbolos convencionales, dotados de un sentido, articulados entre sí de acuerdo a determinadas reglas, y compartido por una comunidad específica.

        En el lenguaje pueden distinguirse tres aspectos esenciales; el significado (aspecto semántico), las relaciones de los símbolos entre sí (aspecto sintáctico) y la forma de funcionamiento (aspecto pragmático).

        En la medida en que el lenguaje es portador de significados es posible referirse por medio de él a hechos y situaciones objetivas. La experiencia individual frente a los objetos del mundo adquiere así dimensión intersubjetiva, susceptible de ser compartida por muchos sujetos. Esta característica del lenguaje desempeña un rol capital en la ciencia; ya que, como hemos visto, uno de los elementos constitutivos es el sistema de proposiciones lingüística cristalizado. En última instancia, la ciencia tiene existencia en el mundo real en la medida en que se objetiva en el lenguaje.

        Las raíces del lenguaje hay que buscarlas en el habla, es decir, en la producción, recepción e interpretación de sonidos que se originan en los órganos vocales del ser humano. Como el habla se caracteriza por ser fluyente, el hombre ha inventado la escritura a fin de darle una cierta permanencia a los significados transmitidos por el habla. Sin, la escritura, gran parte de las conquistas de la sociedad humana se habrían perdido irremediablemente. En lo concerniente al conocimiento científico, sería fácil imaginar lo que ocurriría si desapareciesen súbitamente todas las bibliotecas públicas y privadas, así como todos los centros de información que existen en el mundo. La ciencia, si todavía pudiese hablarse de ciencia en un caso semejante, quedaría reducida al conocimiento acumulado por ciertos individuos, que al desaparecer sin haberlos escrito, harían imposible la continuidad de la actividad científica, con sus frutos teóricos y pragmáticos.

        Es pertinente reiterar que la ciencia se cristaliza lingüísticamente en libros, informes, ensayos, etc., y que sólo en esa medida es accesible a una comunidad de personas que se interesan en ella. La ciencia aparece así como un producto objetivo abierto a la comprensión y discusión crítica de quienes están calificados para ello. Por tal motivo, el análisis de la naturaleza de la ciencia no se ocupa con la actividad psicológica del investigador, sino con los resultados socialmente compartidos, con los conocimientos lingüísticamente cristalizados. En vista de ello Karl Popper ha propuesto lo que él llama una "Epistemología sin sujeto", es decir, un análisis de la ciencia que deja de lado las operaciones cognoscitivas del investigador, del sujeto, para ocuparse con los contenidos objetivos de sus teorías, hipótesis o leyes. Por su parte Edmundo Husserl, el creador de la Fenomenología, ha señalado la diferencial esencial entre las vivencias psicológicas y el contenido semántico de las proposiciones que articulan una ciencia. Esto no significa que dichas operaciones sean irrelevantes, sino simplemente que son materia de la psicología y no de la teoría de la ciencia o Epistemología.

        Hemos señalado líneas arriba que las raíces del lenguaje hay que buscarlas en el habla, es decir, en los actos individuales de las personas. Sin embargo, es necesario subrayar que los actos lingüísticos de los hablantes individuales se hallan enmarcados en una comunidad lingüística, de la que aprenden el uso del lenguaje, aceptando además las reglas convencionales que rigen su funcionamiento.

        El lenguaje aparece, pues, como un fenómeno que integra la dimensión individual (el habla) con la colectiva (la comunidad lingüística).

        A fin de precisar la relación entre la ciencia y el lenguaje debemos describir someramente las funciones esenciales de éste.

        Usualmente [en el lenguaje] se distinguen las siguientes funciones: informativa, afectiva y operativa.

        La función afectiva expresa los sentimientos y estado de ánimo del sujeto.

        La función informativa del lenguaje es aquella en cuya virtud se da una referencia a objetos o situaciones objetivas, afirmando o negando algo de ellos.

        La función operativa es la que se muestra en las órdenes, sugerencias, recomendaciones, dirigidas a influir en la conducta de otras personas.

        Obviamente que en la experiencia real del lenguaje cotidiano las tres funciones señaladas se entremezclan. Sería muy extraño, por decir lo menos, que alguien al hablar sólo comunicase información, expresase sentimientos o diese órdenes.

        Sin embargo, en el desarrollo real del lenguaje se dan especializaciones ligadas a determinados tipos de actividad. Así, por ejemplo, la función informativa domina el lenguaje empleado en la actividad cognoscitiva de la ciencia.

        La ciencia lo que quiere es comunicar información acerca del mundo y sus objetos y no traducir los estados de ánimo del investigador o dar órdenes a quienes se dedican a ella. La poesía, por su parte, expresa los estados afectivos del artista frente al mundo. Finalmente, las normas morales y jurídicas se orientan a fijar un cauce a la conducta individual y colectiva.

        Como es fácil suponer, a la Epistemología le interesa esencialmente la función informativa del lenguaje. En efecto, la ciencia expresa su contenido informativo (sus hipótesis, leyes, teorías, etc.) por medio de un sistema simbólico que puede ser comprendido por una multiplicidad de sujetos, permitiendo así su control y empleo público.

        La ciencia continúa utilizando el lenguaje natural para comunicar información, pero lo característico en ella es la creación de lenguajes artificiales, especializados, creados con la finalidad específica de expresar objetivamente el conocimiento alcanzado.

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