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El Remanso de Beltrán


Enviado por   •  31 de Agosto de 2013  •  7.068 Palabras (29 Páginas)  •  876 Visitas

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El Remanso de Beltrán

Juan Miguel Álvarez

Este reportaje acerca del trágico equipaje que arrastra el río Cauca recibió mención especial en los Premios Simón Bolívar de este año. Felicitaciones a nuestro colaborador Juan Miguel Álvarez.

En invierno, la lluvia convierte la ruta desde Marsella hasta Beltrán en un lodazal transitado únicamente por bestias de carga y conductores de jeep Willys, mientras que en épocas de sol el barro se resquebraja y los vehículos levantan polvaredas que los viajantes se tragan durante el trayecto. En los tres primeros kilómetros del camino uno ve fincas repletas de palos de café; luego, en los seis restantes, bajando hacia el río Cauca, deja de ver café y plátanos, y todo ese verde oscuro se convierte, gradualmente, en extensas landas pálidas en altorrelieve para engorde de ganado. Hierba y vacas y toros y caballos en haciendas a las que no se les ven los límites, como El Mallorquín, una de las propiedades que más quería Macaco, el hoy extraditado narcoparamilitar. La hacienda, contigua a Beltrán, tiene una larga ribera sobre el Cauca. La gente dice que Macaco la vendió antes de someterse a la Ley de Justicia y Paz.

–¿La vendió? –me pregunta alguien que pidió reserva– ¿Quién puede pagar los millones de dólares que vale?

Después de una hora el camino termina. No hay letreros que digan que eso es Beltrán ni se ven muchas casas, a lo sumo cinco o seis. Tampoco gente. El jeep en que vamos atraviesa una hilera de árboles bajitos y se estaciona junto a la escuela. La exuberancia de la naturaleza contrasta con la precariedad de las edificaciones.

Los primeros colonos, que llegaron a partir de 1930, encontraron aquí lo necesario para la vida de un campesino de montaña: pesca, fertilidad, clima y agua de río. Ahora el agua del Cauca está muy contaminada, pero en su reemplazo los habitantes usan la de la quebrada La Nona. La mezcla de corrientes de distintas temperaturas y el intercambio de sedimentos forman una piscina natural en la que la gente lava su ropa y nada y los niños juegan y se bañan. Metros adelante, el mismo accidente geográfico crea el conocido Remanso de Beltrán, que atrapa todo cuanto baja por la margen derecha del Cauca hasta que la corriente se encarga de depositarlo parsimoniosamente en una empalizada. Es lo más parecido a un basural: chanclas, zapatos, cascos de moto, plásticos, botellas, huesos, todo entreverado con guaduas, maderas, arena y, desde hace décadas, cadáveres humanos.

–Yo veo que acá vienen muchos periodistas –dice Carlos Mesa, el presidente de la Junta de Acción Comunal–, toman fotos, hacen filmaciones, ¿y eso sí nos va a servir? El agüita, señor periodista, diga que nos pongan el agüita potable, ayúdenos con eso.

De las 40 casas, a solo seis les llega el agua del acueducto. Los residentes de las otras la toman de pequeñas lagunas o de cañadas que se forman con la lluvia.

Le pregunto a Carlos por qué los muertos que bajan por el río se atascan en el Remanso de Beltrán.

–Ésa es la pregunta del millón. No solo usted, cantidades de gentes quieren saber por qué acá se quedan las cosas

que bajan por el río. Lo que pasa es que río arriba, dos o tres kilómetros, el agua baja suavecita pero se choca contra una peña que le impide seguir derecho. Entonces ¿qué hace? Pega en la peña y rebota, rebota, y se forma un remolino que vuelve a empujar la corriente hacia la peña. Todo lo que baja se mete a la orilla de la peña y comienza a descolgar por la orilla, y se queda atascado en esos areneros. Muchos dicen que nosotros ponemos una malla; que arrimamos a los muertos, que los perseguimos y por eso vienen y preguntan dónde es que queda la malla en la que se atoran. Y no, ¡cuál malla!

2

Beltrán es una vereda del municipio de Marsella, departamento de Risaralda, que nació en la década de 1930 cuando construyeron la estación de tren de la línea Bolombolo-Cartago, que unía el Ferrocarril de Antioquia con el Ferrocarril del Pacífico. Por allí pasaba todo el oro que extraían de las minas del occidente de Caldas y parte del café de exportación que cosechaban en Chinchiná, Palestina, Marsella, Belalcázar, Belén de Umbría y Anserma. Los primeros habitantes fueron empleados de la obra y recibieron tierras aledañas como forma de pago del gobierno. Hoy en día, tras el deterioro y liquidación de los Ferrocarriles Nacionales de Colombia, la concesión Tren de Occidente ha renovado las líneas y la gente de Beltrán permanece a la vera del camino esperando que junto al tren llegue una nueva vida.

Con el incremento de la violencia política a finales de los años cuarenta, en los pueblos del Valle del Cauca los victimarios reciclaron viejas técnicas para desembarazarse de los cadáveres, entre ellas, la de lanzarlos a un río caudaloso y así desaparecer cualquier rastro. De súbito, los primeros colonizadores de la vereda empezaron a ver cuerpos de hombres asesinados que bajaban por el Cauca y encallaban en el Remanso de Beltrán.

Otros muertos llegaron al Remanso a finales de los años setenta, en toda la década de los ochenta y en la mitad de la de los noventa, ya no por razones políticas sino por la sanguinaria pugna entre las facciones del narcotráfico que se propagaron por todo el Valle del Cauca. A eso hay que sumarle que el Ejército y la Policía respondieron a las acciones de comando que el ELN inició para controlar un corredor selvático que le abriera paso hacia el océano Pacífico a través de Trujillo, Bolívar y Riofrío para traficar armas y construir cambuches donde ocultar secuestrados. Los testimonios de aquellos años evocan “volquetas repletas de cadáveres”, “jornadas de más de 24 horas haciendo levantamientos”, que terminaron por casi quebrar a la alcaldía de Marsella, pues el presupuesto para orden público no alcanzaba a cubrir el costo de cuatro o cinco levantamientos por día. Fue una época de horror en la que sucedió, entre varias más, la masacre de Trujillo.

Luego, sin haber quedado atrás las confrontaciones entre narcos, apareció la violencia paramilitar

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