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Enrique Left Pensamiento Complejo

perla198529 de Marzo de 2014

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COMPLEJIDAD, RACIONALIDAD AMBIENTAL Y DIÁLOGO DE SABERES

Enrique Leff

Enero 2006

Esta ponencia fue presentada en el I Congreso internacional interdisciplinar de participación, animación e intervención socioeducativa, celebrado en Barcelona en noviembre de 2005.

Enrique Leff

Ambientalista mexicano. Doctorado en Economía del Desarrollo. Trabaja en los campos de la Epistemología Ambiental, la Ecología Política, y la Educación

Ambiental. Actualmente es profesor de la división de postgrado de la Facultad de

Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM en temas de Ecología Política y Políticas

Ambientales.

Coordinador de la Red de Formación Ambiental para América Latina y el Caribe en el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente desde 1986.

Editor de la Colección Pensamiento Ambiental Latinoamericano del Programa de

las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y autor de más de 150 libros y artículos.

Hacia el fin del siglo XIX, Friedrich Nietzsche, al reflexionar sobre la condición de su mundo y de su tiempo habría exclamado: "el erial crece, el desierto se extiende". No se refería entonces a la devastación de la naturaleza, sino a la desolación del alma. Y agregó, "ay de aquél que esconda ese erial dentro". Un siglo más tarde

esta intuición precursora del ecologismo se hizo visible. La desolación se abate sobre nuestros mundos de vida desprovistos de esperanza y de sentido para la existencia humana. Martin Heidegger, el filósofo del siglo XX se habría preguntado:

¿Qué llama a pensar?. Y habría respondido: "el hecho de que no estamos

pensando". La crisis ambiental nos llama a repensar nuestro mundo y la condición humana en la era posmoderna, en la era del terror, el caos, la incertidumbre y el riesgo. Y esta reinvención de nuestras identidades y sentidos no podría darse fuera de los procesos socio-educativos y de participación ciudadana en los cuales se forja el ser humano de nuestro tiempo.

La crisis ambiental es el signo de una nueva era histórica. Esta crisis civilizatoria es ante todo una crisis del conocimiento. La degradación ambiental es resultado de las formas de conocimiento a través de las cuales la humanidad ha construido el

mundo y lo ha destruido por su pretensión de universalidad, generalidad y totalidad; por su objetivación y cosificación del mundo. La crisis ambiental no es

una crisis ecológica generada por una historia natural. Más allá de la evolución de la materia desde el mundo cósmico hacia la organización viviente, de la emergencia

del lenguaje y del orden simbólico, la materia y el ser se han complejizado por la reflexión del conocimiento sobre lo real. En nuestra proclamada sociedad del

conocimiento, la ciencia avanza arrojando sombras sobre el entendimiento del mundo y subyugando saberes. La ciencia que pretendía aprehender la realidad ha

intervenido al ser, culminando en la tecnologización y la economización del mundo.

La economía mecanicista y la racionalidad tecnológica han negado a la naturaleza; las aplicaciones del conocimiento fraccionado y de la tecnología productivista han generado la degradación entrópica del planeta, haciendo brotar la complejidad ambiental del efecto acumulativo de sus sinergias negativas.

El saber ambiental que de allí emerge interroga las causas de esta crisis y las perspectivas de un futuro sustentable posible, conduciendo la construcción de una racionalidad alternativa, fuera del campo de la metafísica y de la ciencia moderna que han producido un mundo insustentable. En el conocimiento del mundo -sobre el ser y las cosas, sobre sus esencias, sus leyes y atributos-, en toda esa tematización ontológica y epistemológica, subyacen nociones que han dado fundamento al conocimiento y significantes que han arraigado en saberes culturales y personales, configurando las subjetividades de los seres humanos modernos. Para construir sociedades sustentables en ese otro mundo posible al que aspiramos, es preciso "desconstruir" lo pensado para pensar lo por pensar, para desentrañar lo más entrañable de nuestros saberes y para dar curso a lo inédito, arriesgándonos a desbarrancar nuestras últimas certezas y a cuestionar el edificio de la ciencia. Ello implica saber que el camino en el que vamos acelerando el paso -la ideología y la política de un crecimiento sin límites- es una carrera desenfrenada hacia un abismo. Desde esta comprensión de las causas de esta crisis civilizatoria, la racionalidad ambiental se sostiene en el propósito de refundamentar el saber sobre el mundo

que vivimos desde lo pensado en la historia y el deseo de vida que se proyecta

hacia futuros inéditos a través del pensamiento y la acción social, del encuentro con la otredad y el diálogo de saberes.

La crisis ambiental es la primera crisis global generada por el desconocimiento del conocimiento. El conocimiento científico, al fragmentarse analíticamente, separa lo que está articulado orgánicamente; sin intención expresa -sin saberlo- genera una

sinergia negativa, un círculo vicioso de degradación ambiental que la ciencia ya no comprende ni contiene. Esa forma de conocimiento, que quiere aprehender a los entes en su objetividad, indagando sus esencias, ha construido un "objeto" complejo que ya no refleja la multicausalidad de los procesos que lo produjo. El transobjeto que genera esta transgénesis demanda un saber que desborda los marcos del conocimiento sistémico, el pensamiento ecologista y los métodos interdisciplinarios. El desarrollo del conocimiento no trasciende la ignorancia en una "dialéctica de la iluminación", sino que va generando sus propias sombras, sus áreas de desconocimiento, construyendo un objeto negro que ya no se refleja en

los paradigmas de la ciencia normal.

El conocimiento ya no representa la realidad; por el contrario, construye una hiperrealidad en la que se manifiesta y se ve reflejado. El conocimiento ha intervenido lo real generando nuevos entes híbridos, amalgama de lo orgánico, lo tecnológico y lo simbólico. El conocimiento ya no salva. El conocimiento ya no provee una cura existencial. El conocimiento ya no ofrece seguridad alguna en la

era del riesgo y del terror. La libertad ha sido captada por el mercado. El sujeto y el ser se mantienen alejados, enajenados, sometidos al poder de un conocimiento que

despliega su propia lógica interviniendo la vida, pero fuera del mundo de la vida, de

los espacios de convivencia y las redes de solidaridad.

La reintegración del mundo no remite a un proyecto de reunificación del conocimiento. La emergencia del saber ambiental rompe el círculo "perfecto" de las ciencias, la creencia en una Idea Absoluta y la voluntad de un conocimiento unitario, abriéndose hacia la dispersión del saber y la diferencia de los sentidos existenciales. El saber ambiental desborda el campo de la racionalidad científica y de la objetividad del conocimiento. Este saber se conforma dentro de una nueva racionalidad teórica de donde emergen nuevas estrategias conceptuales para la

comprensión y construcción de un mundo sustentable. Ello plantea la revalorización de un conjunto de saberes sin pretensión de cientificidad. Frente a la voluntad de resolver la crisis ecológica mediante el "control racional del ambiente", el saber ambiental cuestiona la "irracionalidad" de la razón científica. El saber ambiental es afín con la incertidumbre y el desorden, con lo inédito, lo virtual y los futuros posibles; incorpora la pluralidad axiológica y la diversidad cultural en la formación del conocimiento y la transformación de la realidad.

La crisis ambiental lleva así a repensar la realidad, a entender sus vías de complejización, el enlazamiento de la complejidad del ser y del pensamiento, para desde allí abrir nuevas vías del saber en el sentido de la reconstrucción y la reapropiación del mundo y de la naturaleza. La racionalidad dominante encubre la complejidad, la cual irrumpe desde sus límites, desde su negación, desde la alienación del mundo economizado, arrastrado por un proceso incontrolable e insustentable de producción.

Desde el campo de externalidad de la racionalidad modernizante; desde los núcleos del conocimiento que han configurado a los paradigmas de las ciencias, sus objetos de conocimiento y sus métodos de investigación, emerge un nuevo saber. El saber ambiental no es la retotalización del conocimiento a partir de la conjunción interdisciplinaria de los paradigmas actuales. Por el contrario, es un saber que, desde la falta de conocimiento de las ciencias, problematiza a sus paradigmas, generando un haz de saberes en los que se enlazan diversas matrices de racionalidad, órdenes de valor y vías de sentido. Más que una mirada holística de la realidad que articula múltiples visiones y comprensiones del mundo convocando a diferentes disciplinas, la complejidad ambiental emerge de la re-flexión del

pensamiento sobre la naturaleza; es el campo donde convergen diversas epistemologías, racionalidades e imaginarios que transforman la naturaleza, construyen la realidad y abren la construcción de un futuro sustentable.

Si lo que caracteriza al ser humano es

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