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Franco Selleri

trimmdInforme8 de Septiembre de 2015

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INTRODUCCIÓN

La ciencia moderna tiene sólo cuatrocientos años; poco si se compara con los cinco millones de años de presencia de los homínidos sobre nuestro planeta. No obstante, se ha impuesto de modo imperioso por medio de sus aplicaciones prácticas, que han transformado la vida de los hombres, y sus grandiosas conquistas cognoscitivas. Hoy sabemos que vivimos en un planeta con una atmósfera transparente que tarda un año en dar una vuelta en torno a una estrella de tamaño medio situada en la periferia de un gigantesco conglomerado de cientos de miles de estrellas: la Vía Láctea. En el espacio se pueden ver otras galaxias como la nuestra y si las contamos también son cientos de miles. La vida sobre la tierra se ha desarrollado gracias a un proceso evolutivo, del que se han recogido tantas pruebas que hoy no cabe duda alguna racional de su realidad, a pesar de que aún no se comprendan todos los nexos causales que la han determinado. La materia se compone de moléculas, resultado de la agregación diversa de un centenar de elementos atómicos. Los átomos están formados por un núcleo, cien mil veces más pequeño, y por electrones ligerísimos. Los núcleos son agregaciones de protones y neutrones y en el nivel de las entidades subatómicas existen otros muchos objetos, algunos estables (como los fotones o los neutrinos) y otros capaces, a su vez, de desintegrarse espontáneamente (como los muones, los piones, los hiperones, etc.).

Capítulo 1

LA REVOLUCIÓN COPERNICANA

1. El sistema de Tolomeo

Bien considerado, que cada creación científica esté, de manera consciente o inconsciente, profundamente condicionada por los prejuicios de sus creadores es, en el fondo, algo natural. Einstein, que  pensaba de ese modo, decía que la física era una creación del hombre hecha por éste al intentar comprender las propiedades del mundo real. Su definición es una definición dialéctica: como creación del hombre la física debe ser, sin duda, arbitraria al menos en parte, porque la idea misma de creación implica una cierta libertad del lado del que crea; como comprensión de lo real, y en la medida en la que se trate de una comprensión correcta, la física debe ser objetiva y, por consiguiente, debe contener conquistas cognoscitivas irreversibles que deberán acaso ser enriquecidas y profundizadas en los desarrollos futuros, pero que no podrán ya ser negadas o abandonadas.

Esta doble naturaleza de la física es ya evidente en la teoría científica más antigua de la humanidad, el sistema cosmológico de Tolomeo. La Tierra era considerada una esfera inmóvil en el centro del universo, mientras que el Sol, la Luna y los planetas giraban en torno a ella según un sistema de epiciclos. El cielo de las estrellas fijas giraba también en torno a la Tierra con un movimiento circular uniforme, realizando una rotación completa cada 24 horas. Como es sabido, esta teoría cosmológica fue utilizada durante 1.300 años para predecir correctamente las posiciones de los planetas, los eclipses, etc. Sólo con la reforma y con el renacimiento Copérnico, Kepler, Galileo y Newton formularon una cosmología diferente que llevó a la superación del sistema tolemaico y al abandono de los epiciclos y del geocentrismo. Hoy, provistos de los conocimientos de la ciencia moderna, no resulta difícil juzgar críticamente el sistema de Tolomeo e identificar los contenidos lógicamente arbitrarios, separándolos de los contenidos objetivos.

Los principales contenidos arbitrarios son: la idea misma del geocentrismo, la inmovilidad de la Tierra, es decir, la ausencia de rotación diurna en torno a un eje y, por último, la teoría de los epiciclos. Comentémoslos de manera breve.

Geocentrismo. Cuatrocientos años antes de que Tolomeo formulase su teoría, Aristarco de Samos había comprendido que la Tierra y los demás planetas giraban en torno al Sol y había enseñado su teoría a pesar de la fuerte oposición de la autoridad religiosa de su ciudad. Tampoco fue el único que mantuvo una teoría heliocéntrica: Seleuco enseñó lo mismo en Babilonia en torno al año 150 a. C. Esto demuestra que ni intelectual ni culturalmente era imposible mantener una teoría distinta del geocentrismo y que, por consiguiente, el geocentrismo era, en cierto sentido, una elección conceptualmente arbitraria en el momento en el que fue formulada.

Inmovilidad de la Tierra. Tolomeo rechaza la idea de que la Tierra gire en torno a su eje con período diario. Discutiendo esta idea escribe: «... las objeciones que se plantean contra dicha teoría no proceden de la consideración del movimiento estelar como aparente [...] si no al considerar las condiciones en las que nos encontramos nosotros mismos y las que se verifican en el área próxima a nosotros, una hipótesis de esa naturaleza debe considerarse por completo ridícula». Y, sin embargo, quinientos años antes Platón, en el Timeo, sostenía que la Tierra giraba con movimiento diario. Y si algún experto duda que ésta sea la interpretación justa de lo que escribió Platón, todos estarán de acuerdo con el hecho de que Heráclito (discípulo de Platón) estaba convencido de la rotación de la Tierra «en torno a su propio eje, como una peonza, de occidente hacia oriente». Por lo tanto, aunque era posible mantener la idea de la rotación diaria de la Tierra fue sin duda lógicamente arbitrario elegir la inmovilidad dp nuestro planeta y afirmar, a su vez, la rotación diaria del cielo.

Epiciclos. De manera similar, el complicado sistema de los epiciclos, inventado primero por Hiparco, servía para reproducir el movimiento aparente de los planetas respecto a las estrellas fijas y contenía una serie de prejuicios introducidos de forma orgánica en la construcción teórica: esferas cristalinas, movimiento circular uniforme del planeta en su epiciclo y del centro del epiciclo en torno a la Tierra, etc.

Los contenidos objetivos del sistema tolemaico, las afirmaciones que la revolución copernicana no ha contradicho sino enriquecido y desarrollado, son principalmente tres: la esfericidad de la Tierra, la idea de que los planetas son objetos concretos y la idea de que con el cálculo matemático es posible predecir las posiciones de los planetas en el cielo. Discutámoslas brevemente.

Esfericidad de la Tierra. Parece que el primero en sostener esta idea fue Parménides en el 480 antes de Cristo. A partir de aquel momento y en toda la cultura grecoromana posterior fue común aceptar la esfericidad de la Tierra. Es pues natural que Tolomeo aceptase esta idea, como los demás pensadores de su tiempo.

Naturaleza de los planetas. De manera similar, Tolomeo sostenía que los planetas son objetos concretos y no, por ejemplo, fantasías humanas o manifestaciones divinas.

Predicciones cuantitativas. El sistema de los epiciclos permite calcular numéricamente con una precisión óptima la posición de cada planeta en cualquier instante pasado y futuro. Se demostraba así, por primera vez, el gran poder sintético de un conocimiento matemático basado en un modelo concreto de la realidad.

Cuando la gran revolución copernicana llevó a la disolución del sistema tolemaico, hizo suyos los contenidos más objetivos de esta última teoría, aceptando la esfericidad de la Tierra y la naturaleza concreta de los planetas y reforzando la convicción, demostrada ya correcta por el mismo Copérnico, de que era posible calcular con exactitud la posición de los planetas en el cielo y los eclipses de Luna y del Sol. Sin embargo, refutó los demás contenidos del sistema tolemaico, afirmando que la Tierra no está en el centro del universo, sino que gira en torno al Sol, que da una vuelta cada día sobre sí misma y sustituyendo, con Kepler, los complicados movimientos que el sistema tolemaico derivaba del sistema de los epiciclos por órbitas elípticas en torno al Sol.

Como se ve hoy no es difícil separar, en la teoría de Tolomeo, lo que era lógicamente arbitrario de los contenidos correctos, y ello a pesar de que esta teoría era una síntesis estrechísima de estos dos tipos de contenidos y los organizaba en un todo teórico que no distinguía en modo alguno lo arbitrario de lo objetivo. Por otra parte, la presencia de los elementos arbitrarios no impedía que el sistema tolemaico hiciese predicciones muy exactas de las posiciones de los planetas, de los eclipses, etc.

El sistema tolemaico es un ejemplo de una situación general, en el sentido de que muestra en esencia el modo de ser, la naturaleza de cada teoría científica. Hay un hecho adicional más que evidencia que el sistema tolemaico, a pesar de sus contenidos arbitrarios, fue un punto álgido la cultura humana. Durante varios siglos después de la caída del imperio romano, en Europa se creyó que la Tierra era plana; sin embargo, durante los ocho siglos que transcurrieron entre Parménides y el declinar de la cultura romana prácticamente todo el mundo grecorromano había comprendido y aceptado la esfericidad de la Tierra. caída del Imperio romano provocó la marginación de la cultura griega y su sustitución por la cristiana. De este modo fue olvidado por completo el gran patrimonio científico de la antigua Grecia, en lo que fue la mayor catástrofe cultural de toda la humanidad. El pueblo hebreo, de cuya tradición derivan las escritura, cristianas, no había tenido mucho interés por la astronomía. En consecuencia, el libro del Génesis contenía nociones astronómicas muy ingenuas, por ejemplo, que la esfera celeste separaba las aguas inferiores de las superiores: encima del cielo había un inmenso océano que podía caer la Tierra e inundarla, como ocurrió ya en tiempos ; de Noé. Hubo momentos importantes en la destrucción de la ciencia griega de finales del siglo iii, cuando el famoso teólogo Lattanzio puso en la picota a aquellos pensadores que habían sostenido la esfericidad de la Tierra, y un siglo más tarde, cuando Agustín, doctor de la Iglesia, negó decididamente la existencia de las antípodas y afirmó que la Tierra era plana. Durante más de ocho siglos estas concepciones primitivas dominaron la cultura italiana y europea.

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