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Interculturalidad Y Salud


Enviado por   •  5 de Julio de 2014  •  2.106 Palabras (9 Páginas)  •  259 Visitas

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Interculturalidad y Género:

La relación desigual en las sociedades, produce una sobrevaloración de las ideas de los grupos humanos mejor posicionados, que se imponen por encima de otras formas de pensar, avasallando las percepciones de grupos con menores oportunidades de desarrollo.

A estos grupos humanos se les hace sentir devaluados, se menoscaba su autoestima limitando de esta manera ejercer de manera digna sus derechos sociales. Desde la visión intercultural, se pretende ubicar la importancia del reconocimiento de la diversidad en la necesidad de interacción entre las personas que conviven en espacios compartidos; en este sentido, se aplican sus principios cuando se pretende establecer una relación específica con respecto a los grupos indígenas y campesinos, las mujeres, ancianos, niños, personas con orientaciones sexuales diferentes, migrantes, pacientes con VIH-Sida, con enfermedades mentales, ya que los diferentes grupos sociales constituyen identidades y necesidades diferenciada no sólo en relación a los servicios de salud, sino en la cotidiana interacción con las personas.

Lo común es que a éstos grupos de personas les sean negados sus derechos ciudadanos, se ejerzan prejuicios y descalificativos producto de una cultura machista y discriminatoria que utiliza estereotipos para aprovechar la vulnerabilidad de diferentes grupos de población para generar o perpetuar privilegios, condiciones de despojo, explotación, o violación de sus derechos humanos o ciudadanos, con mayor gravedad cuando estas condiciones puedan generarse desde las propias instituciones de salud.

Interculturalidad y Atención a la Salud con Enfoque Bioético:

Considerando entonces que la interculturalidad es un proceso de relación y comunicación entre grupos culturales y personas con diferentes percepciones de su realidad y sin embargo, con similares capacidades para el ejercicio de sus derechos, en la relación entre los usuarios con los profesionales de la salud, con diferentes niveles y contenidos de elementos de carácter ético. El criterio ético fundamental que regula esta disciplina es el respeto al ser humano, a sus derechos inalienables, a su bien verdadero e integral: la dignidad de la persona.

En 1979, los Bioeticistas Beauchamp, T.L y Childress, J.F, definieron cuatro los principios de la Bioética, disciplina que involucran las acciones y relaciones que se dan en el proceso de salud: autonomía, no maleficencia, beneficencia y justicia.

• El Principio de autonomía, impone la obligación de asegurar las condiciones necesarias para que actúen las personas de forma autónoma.

• El Principio de beneficencia, obliga a actuar en beneficio de otros, promoviendo sus legítimos intereses y suprimiendo perjuicios.

• Principio de no maleficencia: Abstenerse intencionadamente de realizar acciones que puedan causar daño o perjudicar a otros.

• Principio de justicia: Tratar a cada uno como corresponda, con la finalidad de disminuir las situaciones de desigualdad (biológica, social, cultural, económica).

Salud e Interculturalidad en América Latina.

El regreso de las culturas

Diversidad cultural y práctica médica en el siglo XXI.

Josep M. Comelles Universitat Rovira i Virgili, España. La biomedicina quiso abandonar la cultura durante el siglo XX. Ahora, cuando parece haber triunfado tanto en el diagnostico como en la terapéutica, cuando todo, o casi todo parece estar protocolizado y todas las respuestas, o casi todas, parecen venir de la biología molecular, de la resolución de las cadenas del genoma, o de los mediadores neuronales, el gobierno federal norteamericano anuncia que no financiará instituciones hospitalarias que no se acrediten como “culturalmente competentes”, y en Europa las migraciones extra-comunitarias y la presencia de la diversidad cultural en el Estado del bienestar plantean contradicciones aparentemente irresolubles en su cartera de servicios. ¿Qué significa hoy el retorno de la “cultura” al sector salud y de qué “cultura” estamos hablando? ¿Se trata de la “cultura” entendida como taxonomía étnica, se trata de “culturas” como significados, se trata de la medicalización como arena de producción de significados culturales en curso de cambio?

Negar la cultura para crear culturas profesionales

El proyecto de la biomedicina, desde el siglo XIX, aspiraba a alcanzar la máxima eficiencia diagnóstica, pronostica y terapéutica, depurando, casi patológicamente, la clínica y el laboratorio de cuantas variables fuesen accesorias a esos tres actos. Operaba sobre una transformación de la construcción del conocimiento médico, conocido como el “nacimiento de la clínica moderna”, y que es coetáneo con el despliegue del Estado liberal. 1 En este período desapareció el valor del contexto –el del medio, la sociedad y la cultura del enfermo y de la enfermedad– en la práctica clínica, quedando el cuerpo desnudo del paciente en la mesa de exploración o el del cadáver en la de autopsias en busca de la utopía de una práctica técnica que condujese a una toma de decisiones racional. El paciente ideal viene a ser hoy uno intubado, monitorizado, que recibe alimentación parenteral para que no defeque, que orina mediante una sonda, y sobre el cual las computadoras alimentan de parámetros objetivos las decisiones que un médico supervisa desde un dispatching, desde el cual dicta órdenes al personal técnico que realiza los inevitables cambios de curas o de ropas del paciente hasta que los robots sean capaces de hacerlo.

En esa arena la cultura, según los médicos –y en todas sus acepciones– habría dejado de existir.

Aunque en casos concretos y circunstancias particulares sea posible acercarse a esa utopía, en algunos pacientes internados en unidades de cuidados intensivos, en pacientes en coma a los que puede mantenerse en vida largo tiempo “conectados”, o en donantes, legalmente muertos pero biológicamente vivos mientras esperan la llegada del receptor, la anulación completa de la capacidad interactiva y de la ínter subjetividad entre el profesional y el entorno –el paciente, su red social, la propia institución, los otros profesionales–, no se cumplen jamás. Aunque el ideal goffmaniano de institución total se aproxime más a esas Unidades de Cuidados intensivos que al manicomio custodial o la cárcel. Incluso en las más perfectas, donde parecen imposibles las adaptaciones primarias y secundarias

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