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La Infección Puerperal COMPLETO


Enviado por   •  22 de Noviembre de 2014  •  3.097 Palabras (13 Páginas)  •  240 Visitas

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La infección puerperal es una mutación séptica, localizada o generalizada, que se produce en los primeros 15 días del puerperio como consecuencia de las modificaciones y penetraciones que el embarazo y parto causan sobre el aparato genital.1

Aunque el término fiebre puerperal sigue siendo descrito en la literatura, se trata de organizar como categoría diagnóstica. En lugar de ello, la terminología contemporánea suele especificar:

la forma clínica específica de la infección, tal como endometritis—inflamación del revestimiento interior del útero—, flebotrombosis—inflamación de las venas del útero—, y la peritonitis o inflamación de la membrana de revestimiento del abdomen;

la severidad de la infección, bien sea relativa infección sin complicaciones y, posiblemente, la sepsis puerperal con riesgo para la vida de la madre

. 1846: Fue el Dr. Igmaz Semmelweis, obstetra, quien en Viena asocia fiebre puerperal , transmisión de partículas cadavéricas a través de las manos y su relación con la alta mortalidad materna. Su intervención es la primera evidencia de la importancia del lavado de manos en la prevención de la infección cruzada, su trabajo es considerado el primer análisis epidemiológico.

Para entender el objetivo de la higiene de manos es esencial conocer las características normales de la piel.

La piel esta normalmente colonizada, y diferentes áreas de piel tienen distintos índices de colonias bacterianas medidas como: ufc/ cm2; en el RN las zonas de mayor colonización son: perineal-inguinal, cordón umbilical, axilar, cervical, y miembros inferiores. En cambio en los trabajadores de la salud son las manos.

Fue recién en 1938, que se categorizo la flora de la piel en :

FLORA TRANSITORIA: de reciente adquisición (contaminación); estas bacterias pueden ser adquiridas desde los pacientes colonizados: E. coli, Cocos (+)MR, Candidas, Enterococos MR y bacilos Gram (-) MR.Suelen sobrevivir un limitado periodo de tiempo y están ubicados en las capas superficiales, por ellos puede ser removidos con el lavado de manos por arrastre mecánico. Esta asociada más frecuentemente a la infección cruzada. La historia humana está plagada de hechos que nos demuestran que, más que seres racionales, muchas veces somos seres emocionales que nos damos el lujo de destruir con dichas emociones, todo lo que construímos con el intelecto, resultando perdedores siempre nosotros y nuestra especie. Es lo que podemos ver a través, por ejemplo, de este desconocido capítulo de la historia de la medicina.

Ignaz Phillip Semmelweis fue un médico húngaro, nacido en Ofen en 1818. Estudió Medicina en Viena y Budapest, especializándose en Obstetricia. En 1846 es nombrado profesor ayudante de la Primera Clínica Obstétrica de Viena. Pese a la floreciente ciudad capital del Imperio Austrohúngaro, las maternidades de la época presentaban un grave problema sin solución: la alta cantidad de muertes puerperales (post parto) de madres previamente sanas que llegaban a tener sus hijos a dicho Hospital, producto de la Fiebre puerperal. Entre un 20 y 33% de las madres puérperas morían por esta causa en los días siguientes al parto.

En dicho hospital existían dos clínicas de maternidad, en una de las cuales la mortalidad triplicaba a la otra. Y había otra diferencia: a la primera clínica, la de mayor mortalidad por fiebre puerperal, concurrían estudiantes de medicina y a la segunda, no. Los estudiantes iban allí a asistir los partos, pero lo hacían después de haber estado disecando cadáveres en el pabellón de anatomía. Diversas razones se daban por parte de las comisiones de expertos para explicar aquella diferencia: la angustia que causaba el sonido de la campanilla del acólito que precedía al sacerdote cuando éste se dirigía allá para administrar los sacramentos a las moribundas; la vergüenza que sentían las mujeres ante los estudiantes, y cosas por el estilo. Este enigma intrigó sobremanera al recién llegado Dr. Semmelweis, y se propuso investigar científicamente (algo inusual en la época) la razón de estas diferencias.

Semmelweis observa que las mujeres que, cogidas por sorpresa, parían en la calle y sólo después llegaban a la sala del hospital, casi siempre se salvaban, incluso en las llamadas épocas de epidemias. Por esta razón, dichas mujeres quedaban fuera de los controles de tocología que de manera rutinaria hacen médicos y practicantes. Relaciona entonces la presencia de la enfermedad con las visitas que día a día, temprano en la mañana, realizan estudiantes y profesores a la sala de necropsias luego de las cuales pasan directamente a la clínica obstétrica, donde examinan sistemáticamente a parturientas y puérperas. No había de por medio ni siquiera cambio de ropa, llegaban a la sala de partos con manchas de sangre de los muertos sometidos a autopsias con la mano (no se usaba guantes) y a nadie se le ocurría lavarse las manos entre una práctica y otra. Nada se sabía en dicha época acerca de las bacterias, la higiene ni la transmisión de infecciones.

Sin tener todavía muy claro el por qué, decide obligar a los estudiantes a lavarse las manos antes de que se acerquen a las embarazadas. La medida no cuadró por completo dentro del espíritu científico de la época. Faltan todavía 20 años para que Pasteur demuestre que las infecciones son causadas por microorganismos que se diseminan víctima a víctima, y otros tantos para que Lister abogue por la antisepsia con la aplicación rutinaria de ácido fénico. Semmelweis, sin embargo, decide instalar lavados con cloruro cálcico en las puertas de las clínicas y da orden a los estudiantes de lavarse cuidadosamente las manos antes de cualquier reconocimiento o maniobra a una parturienta. Esta medida despierta burlas e indignación entre los médicos de la maternidad, y Semmellweis es destituído de su cargo al pretender que el director de la clínica, el Dr. Klim, también se lave las manos.

Poco después, Semmelweis concluye su teoría tras la muerte de su amigo el Dr. Kolletschka, quien murió con los mismos síntomas de la fiebre puerperal tras haberse pinchado accidentalmente durante una autopsia. De esta forma, concluye que

"Los dedos de los estudiantes contaminados durante recientes disecciones, son los que conducen las fatales partículas cadavéricas a los órganos genitales de las mujeres encinta y, sobre todo, al nivel del cuello uterino". Como estas ínfimas partículas cadavéricas --cuyo simple contacto suponía Semmelweis bastaba totalmente para provocar la infección puerperal-- eran imponderables, sólo era posible reconocerlas por el olor. El "veneno cadavérico" se transmitía por las manos sin lavar. "Desodorar las manos --decidió--, todo el problema

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