Origen De Escritura
iizas_xd_792 de Septiembre de 2013
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ORIGEN DE LA ESCRITURA
Escritura: método de intercomunicación humana que se realiza por medio de signos visuales que constituyen un sistema. Un sistema de escritura puede ser completo o incompleto; es completo el que puede expresar sin ambigüedad todo lo que puede manifestar y decir una lengua determinada.
La liberación de las manos de las tareas de locomoción no sólo hizo posible la fabricación de herramientas y utensilios y la expansión del cerebro, sino que permitió observar de manera distinta, la disposición de los objetos que aparecen en el campo visual. La mano se convierte en un objeto más en dicho campo, pero con la diferencia de que se tiene sobre ella un control estricto, hasta que es capaz de llegar a producir una mímica sobre un objeto inexistente: así se crea la comunicación gestual simbólica.
Con la comunicación verbal, que inventa posteriormente, se libera el sentido de la vista para transmitir más información. Escuchar la propia voz, significó para el homínido (individuo perteneciente al orden de los primates superiores, cuya especie superviviente es la humana) un logro más sorprendente que ver su mano dibujando un gesto. El homínido que inventó el lenguaje, entendido como intercambio intencional de símbolos acústicos abstractos y no meros gestos, permitió, el avance de la cultura como fenómeno propio de la especie humana.
La necesidad que tiene el ser humano de comunicarse, generó, pues, el lenguaje gestual, el lenguaje hablado y el lenguaje mediante signos gráficos, hasta constituir un sistema de comunicación que está basado en símbolos gráficos convencionales, denominado escritura.
INICIOS DE LA ESCRITURA
Las Protoescrituras
Los investigadores se ven en un difícil trance cuando tienen que interpretar ciertos símbolos encontrados en cuevas de la Era Glacial. ¿ Qué puede significar, por ejemplo, el dibujo de una mano rodeada de círculos? Realmente no se sabe. Lo que sí sabemos es que a eso no se le puede llamar aún escritura. Seríamos demasiado crédulos al creer que los moradores de las cuevas contaran con un sistema de escritura; pero no parece descabellada le idea de que contaran con una limitada forma de expresión escrita. Es por eso que a estos símbolos les llamamos protoescrituras, debido a que se encuentran en el umbral de la escritura plena. Los primeros síntomas de escritura (las protoescrituras) surgieron ante la necesidad de contar mercancías, jornaleros, ganancias; o de contar días y ciclos lunares para diseñar calendarios. Además, las protoescrituras, aunque nacieron antes que la escritura, se han mantenido conviviendo con ella a veces hasta nuestros días.
Una de las primeras manifestaciones la descubrimos en la Era Glacial donde los hombres de ese período realizaban muescas en huesos con materiales diversos, posiblemente para llevar la cuenta de los ciclos lunares. Artimañas parecidas las usó la Hacienda Inglesa entre el año 1100 y 1834 a través de las “tarjas”, tablillas de madera en las que, además de anotaciones de las cantidades en cuestión escritas en su superficie, los funcionarios realizaban muescas que, en función de su tamaño y grosor, reflejaban las cantidades escritas. Otra artimaña distinta es la de los “quipus” incas, cuerdas donde se realizaban nudos para representar cantidades. Otro ejemplo muy distinto de protoescritura es el de las cartas que se enviaban los indios norteamericanos; pero quizá las muestras más importantes de protoescritura sean las de tipo económico, realizada en tablillas de arcilla. Este tipo de protoescritura tuvo su antecedente en las “fichas” de arcilla usadas entre el 8000 y el 1500 a. de C., y que servían como apoyo a la mnemotecnia humana en transacciones económicas complejas, pues permitían operar aritméticamente con grandes cantidades. Realmente esto ni siquiera es protoescritura, pero pronto estas fichas fueron introducidas en el interior de bolas huecas hechas también de arcilla que, a modo de sobre esférico, albergaba un número de fichas inscrito en la superficie, y al mismo tiempo hacían más difícil la falsificación de las fichas, ya que ahora debían ir en el interior de las bolas. Esas inscripciones talladas en la superficie de la “bulla” sí pueden considerarse protoescrituras.
Éste es el paso previo a las primeras tablillas de arcilla; éstas surgieron en Mesopotamia , allá por el 3300 a. de C., y se valen de signos que reflejan cantidades, y también de otros que simbolizan materias primas. La tecnología empleada para representar los numerales sobre estas tablas no es otra que la de presionar con el extremo redondo de un estilo de caña sobre el barro blando, obteniéndose diferentes signos según la posición del estilo al presionar (vertical, oblicuo, etc.). Una vez escrito, el barro se cocía y se volvía, pues, indeleble. Su sistema cardinal es realmente sorprendente: además del uso del sistema sexagesimal, destaca el hecho de que un mismo signo numeral varía de valor en función al contexto referido (ovejas, cebada, campos).
En definitiva, este sistema no pasa de ser una protoescritura, pese a que, sobre todo en sus últimas manifestaciones, se nos revela como un embrión del futuro cuneiforme.
Escritura Cuneiforme
Escritura Cuneiforme (del latín cuneum, 'cuña'), término que se aplica a los signos que tienen esta forma, por lo que reciben el nombre de cuneiformes, grabados en tablillas de arcilla y también se han encontrado grabados en las inscripciones hecha en metales, piedras, estelas y otros materiales.
Las primeras inscripciones cuneiformes estaban formadas por pictogramas. No puede decirse que fuera más sencillo el grabar líneas rectas en la arcilla con un punzón, que trazar las líneas irregulares de los pictogramas. Se inventó un punzón afilado a propósito para realizar las inscripciones y, poco a poco los trazos de los pictogramas se fueron convirtiendo en los esquemas de los caracteres cuneiformes, que se fueron estilizando cada vez más, de forma que apenas recordaban el perfil inicial de aquellos pictogramas de donde surgieron. En un primer momento cada signo sólo representaba una palabra. Pero como había palabras que no se podían expresar por medio de un pictograma, se representaron con los de otros objetos que los recordaban (por ejemplo, bien por medio de una estrella, estar de pie o ir por medio de un pie) y así ciertos símbolos representaban más de una palabra. Puesto que las palabras del sumerio fueron en su mayoría monosilábicas, desde los primeros momentos los signos se emplearon como meras sílabas, sin tener en cuenta su significado original. Los símbolos que tenían más de una lectura, como palabras y como ideogramas, también adquirieron el valor de sílabas. Por eso, con tantas lecturas fueron polisémicos, o polífonos. Junto a esto hay que tener en cuenta que el sumerio es un idioma con bastantes palabras de sonido parecido o igual, es decir, había muchos símbolos homónimos.
Una vez desarrollado completamente, el sistema cuneiforme posee más de 600 signos. Casi la mitad se emplearon como ideogramas o como sílabas, los restantes sólo fueron ideogramas. Algunos signos sirvieron como determinantes, conocidos por determinativos, que indicaban la clase a la que pertenecía la palabra (del tipo hombre, árbol, piedra). A lo largo de su existencia, el sistema era una mezcla de ideogramas y sílabas. Cuando se aplicaba a una lengua diferente, los ideogramas se podían emplear, porque se entendían al representar objetos.
Con el tiempo se tendió a simplificar la escritura y a reducir el número de signos, sobre todo los polisémicos o polifónicos, para evitar la ambigüedad, con lo que se daba el primer paso para establecer el alfabeto, en el que cada signo representa un sonido, cosa que nunca había ocurrido en el sistema cuneiforme; este estado sólo lo han conseguido las escrituras ugras y persa antigua
Los Jeroglíficos Egipcios
Los jeroglíficos egipcios no parecen haber evolucionado a lo largo de los siglos: nos los encontramos de repente en el año 3100 a. de C., en la antesala del Egipto Dinástico, y progresará poco a lo largo de su existencia. En general, la cultura y la escritura egipcia despertó el interés y la admiración de las civilizaciones posteriores, pero no fue hasta el Renacimiento donde prendió la verdadera llama decodificadora. Fue en este siglo XVI cuando se publica un manuscrito perdido de Horapollo de Nilópolis, docto egipcio del siglo IV a. de C. que dedicó su vida a la resolución de estos “acertijos”. Sus teorías eran demasiado fantasiosas y la mayoría erróneas.
Por desgracia, autores como Kircher, Warburton o Zoëga las tomaron por premisas ciertas, y comenzaron sus estudios sobre cimientos precarios. No obstante, también intuyeron algunas claves importantes, como la de que los jeroglíficos pudieran tener una base fonética (en contra de lo que pensó Horapollo); y la de que sería conveniente guiarse del copto (idioma tardo-egipcio de influencia griega que se mantenía allá por el siglo XVIII), ya que podía sugerir cómo se pronunciaban las palabras en el Egipto Dinástico.
Pero la clave para la resolución llegó en 1799. En ese año, un destacamento francés apostado en Egipto encontró la Piedra Rosetta, una gruesa plancha de piedra de 114 x 72 cms. Fue inmediatamente enviada a El Cairo, prevista su importancia. Allí pudo ser analizada por estudiosos y expertos. Era una piedra con una inscripción trilingüe (griego, egipcio y demótico). El primer paso fue traducir el texto en griego. La roca recreaba un decreto de los sacerdotes en honor al primer aniversario de la coronación de Ptolomeo V. Así, Thomas Young, líder de los descifradores, procedió a buscar la
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