Porque Las Personas Contaminan El Medio Ambiente
dani.ospe186 de Agosto de 2014
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EL ENFOQUE ECONÓMICO
¿Por qué las personas se comportan de manera tal que ocasionan la destrucción del ambiente? Existen varias clases de respuestas para esta pregunta. Una puede ser la siguiente: la degradación ambiental surge a partir del comportamiento humano que carece de ética o moral. Es decir, las personas contaminan porque no tienen la solidez moral y ética para abstenerse del tipo de comportamientos que causa la degradación ambiental. Si esto es cierto, la forma para lograr que las personas detengan la contaminación consiste, en cierto modo, en aumentar el nivel general de moralidad sobre lo ambiental en el seno de la sociedad. De hecho, el movimiento ambiental ha conducido a que muchas personas se concentren en cuestionar la ética ambiental, y hayan explorado las dimensiones morales del impacto ocasionado por los seres humanos en el ambiente natural. Este cuestionamiento moral, obviamente, es de fundamental interés para cualquier sociedad civilizada. Es muy evidente que una de las principales razones que han planteado los asuntos ambientales al ponerse en el centro del interés social, corresponde al sentido de responsabilidad moral que ha conducido a las personas a llevar sus inquietudes al campo político.
No obstante, aparecen dificultades cuando se hace depender del despertar moral, como único modelo, el combate de la contaminación. Las personas no necesariamente disponen de “botones” que puedan presionarse en forma instantánea para “inducir comportamientos morales”, y los problemas ambientales son demasiado importantes como para esperar un largo proceso de reconstrucción moral. Tampoco un sentimiento de atropello moral ayuda, por sí mismo, a tomar decisiones sobre todos los objetivos sociales que también poseen dimensiones éticas: vivienda, protección de la salud, educación, lucha contra el crimen, etc. En un mundo de objetivos que compiten entre sí, las personas deben preocuparse por hacer preguntas muy prácticas: ¿Se está apuntando hacia los objetivos ambientales correctos? ¿En esta realidad se pueden ejecutar ciertas políticas? ¿Se está logrando un mayor impacto con el dinero invertido? Y otras similares. Sin embargo, el principal problema de fundamentar el enfoque del control de la contaminación estrictamente sobre el argumento moral consiste en el supuesto básico de que las personas contaminan porque de alguna manera son subdesarrolladas moralmente. No es el subdesarrollo moral lo que conduce a la destrucción ambiental; más bien, es la forma como se ha organizado el sistema económico dentro del cual las personas se dan a la tarea de hacer sus vidas.
De este modo, una segunda manera de enfocar el cuestionamiento de por qué las personas contaminan consiste en considerar la forma como están establecidas la economía y sus instituciones, y cómo éstas conducen a que las personas tomen decisiones que generan destrucción ambiental. Las personas contaminan porque ésta es la forma más económica que poseen para resolver un problema práctico muy común. Este problema consiste en la eliminación de los productos de desecho que quedan después de que los consumidores han terminado de utilizar algo, o después de que las firmas comerciales acaban de producir los bienes. Las personas toman estas decisiones sobre producción, consumo y eliminación dentro de cierto conjunto de instituciones económicas y sociales ; estas instituciones crean los incentivos que conducen a las personas a tomar decisiones en una dirección y no en otra. Lo que se debe estudiar es cómo funciona este proceso de incentivos, y especialmente cómo se reestructuraría para que las personas sean dirigidas a tomar decisiones y desarrollen estilos de vida que tengan implicaciones más favorables para el ambiente.
Un planteamiento simplista sobre los tipos de incentivos, que se oye con frecuencia, se basa en que la contaminación es un resultado del deseo de obtener utilidades. De acuerdo con este punto de vista, en las economías de la empresa privada, como las de los países occidentales industrializados, las personas son recompensadas por maximizar las utilidades, es decir, por la diferencia existente entre el valor de lo que se produce y el valor de lo que se utiliza en el proceso de producción. Más aún, según esta misma idea, las ganancias que los empresarios tratan de maximizar son de carácter estrictamente monetario. En esta precipitada búsqueda de utilidades monetarias, los empresarios no tienen en cuenta los impactos ambientales de sus acciones porque esto “no vale la pena”. Por consiguiente, en esta lucha incontrolada por obtener utilidades monetarias, la única manera de reducir la contaminación ambiental es debilitar la fortaleza del deseo de obtener ganancias.
No obstante, esta propuesta no es suficiente para el análisis. No son solamente las corporaciones “motivadas por la utilidad” las que causan la contaminación; los consumidores individuales también son culpables cuando hacen cosas como derramar disolvente de pintura en el alcantarillado, o cuando permiten que los motores de sus automóviles se desincronicen seriamente. Puesto que los individuos no mantienen sus estados de pérdidas y ganancias, las ganancias por sí mismas no pueden ser el motivo que lleve a que las personas contaminen. Lo mismo se puede decir para las entidades estatales, las cuales algunas veces han sido contaminadoras severas aun sin estar motivadas por la búsqueda de utilidades económicas. Pero el argumento más convincente contra el punto de vista de que la búsqueda de ganancias causa contaminación se encuentra en los recientes acontecimientos políticos de Europa Occidental y de la antigua Unión Soviética. Con el colapso de los regímenes excomunistas, las personas se han concientizado de la enorme destrucción ambiental ocurrida en algunas de estas regiones; el aire y los recursos hídricos altamente contaminados en muchas áreas constituyen los principales impactos contra la salud humana y los sistemas ecológicos. Muchos de estos problemas sobrepasan algunos de los peores casos de contaminación ambiental sufridos por los países que tienen economías de mercado. Pero éstos han ocurrido en un sistema económico donde se carecía por completo del deseo de lograr utilidades económicas. Esto significa, sencillamente, que el interés por la utilidad económica, en sí misma no es la principal causa de la destrucción del ambiente.
En los sectores y capítulos que siguen se subrayará la importancia de los incentivos en el funcionamiento de un sistema económico. Cualquier sistema producirá impactos ambientales destructivos si los incentivos del sistema no están estructurados para evitarlos. Se debe mirar de manera más profunda el interior de cualquier sistema económico para poder entender cómo funcionan estos sistemas de incentivos y cómo se pueden cambiar para obtener una economía razonablemente progresiva sin efectos colaterales de desastre ambiental.
INCENTIVOS: UN SENCILLO EJEMPLO EN LA UNIDAD FAMILIAR
Un “incentivo” es algo que atrae o rechaza a la gente, y que le hace modificar su comportamiento de alguna manera. Un “incentivo económico” es eso que en el mundo económico conduce a que las personas canalicen en ciertas direcciones sus esfuerzos de producción y consumo económicos. A menudo se cree que los incentivos económicos consisten en pagos en términos de bienestar material; las personas reciben un estímulo para comportarse de manera que aumente su bienestar. Sin embargo, también existen incentivos no materiales que conducen a que las personas modifiquen su comportamiento económico; por ejemplo, la autoestima, el deseo de conservar un agradable ambiente visual o el de dar buen ejemplo a los demás. Para dar un simple vistazo inicial a la importancia de cambiar incentivos para obtener mejoramientos en la calidad ambiental, considérese el artículo del periódico expuesto en el caso 1.1. Éste se refiere a las nuevas formas de pagar por la disposición de basuras en un municipio de Nueva Jersey. Antes del programa, los habitantes de esta población cancelaban un cargo fijo anual por la recolección de las basuras. Ésta es una práctica usual en la mayor parte de las comunidades. El problema de esta opción es que simplemente no hay incentivos para que cualquier familia individual limite su producción de basuras, puesto que ellos pagan el mismo cargo anual por la recolección de basuras, sin importar lo mucho o lo poco que produzcan. Esto no representaría un problema si hubiese suficiente espacio dedicado a los basureros o rellenos sanitarios y si no hubiese peligro de que estos terrenos contaminasen el ambiente circundante, como los sistemas cercanos de aguas subterráneas. Sin embargo, para la mayoría de las comunidades estas condiciones no se aplican, si es que alguna vez lo hicieron. La comunidad de Nueva Jersey mencionada en el artículo pagaba un precio alto por transportar su basura sólida fuera del municipio, y se enfrentó a la pregunta de cómo obtener una reducción significativa de la cantidad de basura sólida que producía.
La respuesta en este caso consistió en introducir un sistema que suministrara a las personas un incentivo para que buscaran formas de reducir la cantidad de basura sólida que ellos producían. Esto se logró al cobrar una suma por cada bolsa de basura que las personas sacaran a las puertas de sus casas. También se agregó un pequeño cargo mensual. Todo eso hizo que las familias tuvieran un incentivo para reducir la cantidad de bolsas de basura que producían. Podían hacerlo mediante el reciclaje, comprando productos que generaran menos desperdicios o colocando los restos de comida en una abonera
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