SOCIOLOGIA CRITICA
MAURILIOTEJEDA8 de Abril de 2013
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RESUMEN
Unos meses antes de cumplir sus ochenta años Alain Touraine emprende una nueva etapa en su reflexión sociológica, proponiéndonos una clave interpretativa diferente, "un nuevo paradigma" para dar cuenta de la realidad social. En el centro de su nuevo libro se encuentra una cuestión central: la sociología ha llegado al fin de su camino y, de la misma manera en que ella sustituyó otro abordaje que proporcionaba una lectura política de la realidad social, desde hace varias décadas vemos desaparecer los instrumentos de análisis de la vida social en provecho de categorías y esquemas de análisis de tipo cultural. En particular, tiende a desaparecer toda referencia a la sociedad como principio de legitimidad de las conductas sociales en beneficio del propio individuo. Es el actor en persona, quien se atribuye esta capacidad de autolegitimación, que Touraine llama el sujeto.
Palabras-clave: Alain Touraine, Teoría sociológica, Paradigma social, Cultura, Sujeto.
ABSTRACT
A few months before turning 80 years old, Alain Touraine enters a new stage in his sociological reflection, proposing a different interpretive key, "a new paradigm" to account for social reality. At the center of his new book is a core issue: sociology has reached the end of its journey and, just as it had replaced another approach that provided a political reading on social reality, we have seen, for several decades now, the tools for analyzing social life disappear under cultural-type analysis. Particularly, all references to society as a principle of legitimacy for social conducts in behalf of the individual tend to disappear. It is actors in person - who assign to themselves such ability for self-legitimating - that Tourraine calls subject.
Key words: Alain Touraine, sociological theory, social paradigm, culture, subject.
Un nouveau paradigme. Pour comprendre le monde d'aujourd'hui
TOURAINE, Alain. Paris: Fayard, 2005. 365 p.
Como el beaujolais, el pasado 12 de enero le Touraine nouveau est arrivé. En efecto, ese día fue lanzado en las librerías de Francia el último libro de Alain Touraine Un nouveau paradigme. Pour comprendre le monde d'aujourd'hui. Como ocurre con los buenos vinos (y a diferencia de lo que pasa con el beaujolais) los años parecen acrecentar la calidad del análisis del autor y la agudeza de sus observaciones. ¡Qué buena "cosecha", esta del 2005! Unos meses antes de cumplir sus jóvenes ochenta años el Maestro emprende, así, una nueva etapa en su reflexión sociológica, proponiéndonos una clave interpretativa diferente, "un nuevo paradigma" para dar cuenta de la realidad social. En el centro de este libro se encuentra una cuestión central: la sociología (concebida como un modo de análisis particular de los hechos sociales, que tiene orígenes relativamente recientes) ha llegado al fin de su camino y, de la misma manera en que ella sustituyó otro abordaje que proporcionaba una lectura política de la realidad social, vemos, desde hace varias décadas, desaparecer uno tras otro los instrumentos de análisis de la vida social en provecho de categorías y grades de análisis cultural. En particular, tiende a desaparecer toda referencia a la sociedad como principio de legitimidad de las conductas sociales en beneficio del propio individuo. Es el actor en persona, quien se atribuye esta capacidad de autolegitimación, que Touraine llama el sujeto y que reencontramos en todas las esquinas, en la conversación cotidiana, en los grandes debates y en las conductas novedosas o en los nuevos movimientos colectivos a los que nuestro autor prestó siempre tanta atención.
Después del fin de las representaciones o de las concepciones religiosas de las conductas humanas, se vio aparecer un conjunto de nociones, un paradigma, que conformó un orden político y que permitió considerar la vida social como la introducción del orden en el desorden y de la paz en la guerra, haciendo del poder y la legitimidad los problemas centrales de la realidad social. Finalmente, (casi) todo el mundo acabó por dar una gran importancia a la idea de revolución, ya que fue a través de una de ellas (cuando no de dos) que los primeros países europeos (Holanda, Inglaterra, Francia), los Estados Unidos y más tarde las antiguas colonias ibéricas independizadas entraron en lo que se convino en llamar modernidad. El conocimiento de la realidad social estuvo dominado, así, durante varios siglos (del XIII al XVIII) por problemas más políticos que sociales: los propios de la identidad nacional, de la independencia y de los efectos de la modernización sobre la capacidad de acción política.
Touraine recuerda con qué rapidez y brutalidad esta concepción de la sociedad (que, de todas formas, no ha desaparecido completamente) fue sustituida por otra visión, por un segundo paradigma, estrechamente asociado a la formación y al rápido desarrollo del capitalismo en Gran Bretaña, Bélgica y una parte de Francia. Fue, evidentemente, Karl Marx quien pensó con más agudeza esta transformación (en especial en sus textos acerca de la revolución de 1848 y de las luchas sociales en Francia de 1870), análisis que el siglo que siguió confirmó en lo principal. Como consecuencia de ello y como recuerda nuestro autor, hemos hablado de clases sociales, de funciones, de integración, de crisis, de socialización, de represión o de formas de remuneración y de motivación de las actividades. En síntesis, "parecía no haber ninguna duda sino por el contrario una fuerte necesidad de referirnos al durable éxito de una visión social de los fenómenos sociales". La idea central que sostenía este modelo consistía en ver la sociedad como un organismo cuya vida dependía del cumplimiento de ciertas funciones (que, a su vez, podían ser bien o mal cumplidas) y de la capacidad de integrar los recién llegados a esta sociedad (lo que condujo durante mucho tiempo a hablar de la escuela, la familia y hasta de los grupos de iguales como "agentes de socialización"). La sociología que surgió de esta visión, y que junto con Touraine podemos llamar "clásica", se preocupó naturalmente por el mantenimiento de la organización social, pero también por su transformación y su capacidad de procesar los cambios sin entrar en crisis ni sucumbir a conflictos incontrolables. Si hablamos de sociología clásica (de Émile Durkheim a Talcott Parsons y la generación siguiente, constituida por sus alumnos y por aquellos que se inspiraron en su obra aunque imprimiéndole a veces un sesgo distinto del suyo), no debemos olvidar que algunos de estos últimos (por ejemplo Robert K. Merton, Jeffrey Alexander, por no hablar de Anthony Giddens) ilustran también el pasaje de esta visión sociológica de los hechos sociales a otra más centrada sobre los actores o, cuando menos, en la agency.
No sin una punta de provocación, afirma Touraine que esta visión fue completada y sustituida parcialmente
por lo que podríamos llamar un funcionalismo crítico, proveniente también de Marx y poductor como él de trabajos de la mayor significación, se trate de la primera generación de sociólogos y filósofos de Frankfort o de Michel Foucault y sus discípulos más importantes, como las feministas radicales norteamericanas reunidas en torno de Judith Butler,
añadiendo que "el eco despertado por la obra de Pierre Bourdieu nos muestra el vigor de este pensamiento, hasta ayer o hasta hoy mismo". Este pensamiento trajo aparejadas consecuencias específicamente políticas, la más importante de las cuales fue, en nuestra región, el triunfo de la concepción más radical de la teoría de la dependencia, que llevó a buena parte de la academia (y de los académicos) latinoamericanos a preferir la guerra de guerrillas a los procesos democráticos.1
¿Qué imagen de la vida social nos brindan estas concepciones que nuestro autor define como funcionalistas, "ya que evalúan y analizan las conductas desde el punto de vista de las necesidades o de las funciones de los sistemas sociales o del estatus o los papeles de los actores"?
Se trata de una imagen de la sociedad como un constructo, como un "monumento". Todas estas formas de sociología clásica correspondían al estudio de conjuntos sociales considerados como sólidos, dominantes y todopoderosos. Se trate del triunfo de las sociedades capitalistas democráticas de finales del siglo XIX y comienzos del XX, de la construcción del Estado de bienestar de posguerra o de lo que se dio en llamar la "sociedad de masas", sus modos de funcionamiento y todas sus categorías debían ser consideradas como los signos o mejor aún, como los síntomas de determinados sistemas de dominación.
Mas estos modelos de referencia han desaparecido. Vivimos en un mundo de crisis. Las grandes revoluciones y los fenómenos totalitarios del siglo XX, las dictaduras religiosas o étnicas, y hasta el rápido crecimiento de la incertidumbre y del riesgo nos han enseñado que nuestro futuro está marcado por la destrucción del medio ambiente, las consecuencias desastrosas de una profunda modificación de nuestro clima y el peligro de la violencia generalizada. Cualquiera que sea el punto de vista que adoptemos, parece claro que hemos abandonado la idea de que vivimos en ciudades construidas a la sombra de sus monumentos y en medio de instituciones que ponían en práctica ciertas normas, que eran al mismo tiempo transmitidas a las jóvenes generaciones
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