Síntesis Teórica Sobre El Caciquismo Y El Clientelismo.
CuauGuerrero14 de Abril de 2013
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Síntesis teórica sobre el caciquismo y el clientelismo.
Cuauhtémoc Guerrero Rivera.
Introducción.
El sistema político mexicano, ha tenido varias transformaciones a lo largo de su existencia. Hoy en día—dicen —vivimos en un sistema democrático. Sin embargo ¿Los mexicanos percibirán lo mismo que un puñado de caciques de la opinión pública cuya capacidad crítica y analítica se torna un poco nublada en nuestros días? ¿Será cierto que hemos logrado transitar exitosamente a la democracia? Son preguntas que, para ser respondidas, se necesita del estudio crítico de una amplia gama de perspectivas intelectuales. Por ello, en este trabajo intento servirme de agente auto-estimulante para tratar de contribuir a la resolución de esas y muchas más preguntas sobre la lógica; el funcionamiento—o no funcionamiento—de los procesos políticos y sus respectivos actores. Dentro de este enorme tema algunos de los aspectos menos estudiados en nuestros días son el clientelismo y el caciquismo. Y una de las barreras para el poco estudio de esos aspectos es asumir que vivimos en un sistema democrático, pues, en teoría, los caciques y el clientelismo son ‘cosa del pasado’; de sociedades tradicionales; de la época de la Revolución Mexicana, es decir, no existen esas prácticas en un sistema democrático. La teoría a veces no coincide con la realidad.
En ese sentido, es pertinente recordar algunas ideas centrales de los profesores Luis H. Mendez y M. A. Romero. Para ellos (y debo decir que comparto su opinión) el tema central es la transición a la democracia. Para ellos, desde 1982 intentamos transitar a la democracia fallando en cada coyuntura , por tanto desde ese año y hasta nuestros días, se ha ido configurando una forma de Estado que ellos llaman Híbrido “donde los procesos institucionales en vías de construcción de un orden social, muestran dificultades múltiples para concretar la existencia de una nueva forma de Estado (…) la alusión directa es al tránsito de una forma de Estado nacionalista revolucionaria, a otra de libre mercado. De un imaginario social instituido en entredicho, a otro complejo institucional distinto carente de un imaginario instituyente.” (Méndez; Romero, 2011:9) Es decir, la transición a la democracia es un proceso fundamental para entender por qué debemos estudiar más detalladamente las prácticas caciquiles y clientelistas. Sin duda, como dicen Romero y Méndez, en el Estado Híbrido que vivimos, hay dos tipos antagónicos de imaginarios sociales—que no están totalmente instituidos—que convierten a las instituciones de nuestro sistema político mexicano en ambivalentes y ambiguas. Siendo ni una cosa, ni la otra. Dentro de este Estado Híbrido pues, se han adaptado ambas prácticas: El clientelismo y el caciquismo, y, en gran medida, se han logrado adaptar a pesar de los cambios que ha habido a partir de los años 80.
Algunos otros autores dicen que la transición comienza en el año 2000 con la llamada “alternancia” ; Fox, candidato del PAN gana la elección presidencial desterrando al PRI de su máximo puesto. Pero este hecho, a mi parecer, representa más bien el fin del poder presidencialista, que ya se pronosticaba desde los años 80. En ese sentido, debemos explicar los tres pilares del sistema político mexicano en la época posrevolucionaria (1940-1980): el presidencialismo, el PRI y el corporativismo. Esta son las piezas claves para entender el problema de la transición—y de la hibridez del Estado—y por tanto, del clientelismo y del caciquismo. En esa época el presidencialismo perdió peso; el PRI al ser derrocado en la silla presidencial en el 2000, también es quitado de la jugada; pero, el corporativismo se mantiene, y hoy, es el pilar en el que se sostiene el Estado nacional revolucionario, es decir, dichas prácticas caciquiles y clientelares se insertan en ese pilar, ya que sigue siendo importante para el control electoral (entre otros motivos) tanto para aspirantes a puestos públicos (gobernadores, diputados, presidentes municipales, presidentes de la República, etc.) como para el pueblo, que continua formando parte de esta relación diádica que son el clientelismo y el caciquismo debido al imaginario social instituido de la ideología posrevolucionaria, que está por encima del otro imaginario social instituido de libre mercado, este último tiene debilidad por no haber tenido un imaginario social instituyente como ya explicamos arriba.
Como ya dijimos entonces, este texto tratará de ofrecer una breve síntesis de los conceptos de caciquismo y clientelismo que hemos revisado a lo largo del trimestre en ésta UEA, dicha síntesis, conformaría pues, la PARTE I de este trabajo.
Con base en lo expresado en la Introducción y a lo que hemos aprendido a lo largo del trimestre, puedo argumentar que el estudio del caciquismo y el clientelismo es fundamental para entender las redes de intereses políticos que se dan en la nueva configuración del sistema político mexicano, que toma su lugar a partir del año 1982. Además, me parece que éste trabajo puede darme cierto rumbo y ejercitación para la elaboración del trabajo terminal de la licenciatura en sociología de la cual, ésta materia forma parte.
PARTE I
1. ¿Qué es el clientelismo político?
El clientelismo político es un fenómeno social que está presente en todas las sociedades humanas. En un principio, llamó la atención de académicos ingleses quienes se colocaron a la vanguardia respecto a su investigación y a su teorización, Sin embargo, para la realización del presente trabajo me baso en la información que nos provee el español José Antonio González Alcantud, en su libro: El clientelismo político: Perspectiva socioantropológica, publicado en 1997; que desde mi punto de vista es un vasto recurso teórico y metodológico para el estudio del clientelismo político en sociedades como la nuestra.
González Alcantud nos dice que el clientelismo político es un fenómeno universal antropológico, es decir, que está presente en las sociedades humanas desde hace varios cientos de años y que trasciende las delimitaciones espacio-temporales del desarrollo de los grupos humanos, sin que necesariamente sea una cualidad natural de los seres humanos, más bien –nos señala,- que se construye socialmente.
Al parecer, en México, hay pocos estudios sobre éste tema, sin embargo, especialistas de los que hablamos arriba como los ingleses Friedrich y Foster han dado cuenta de que en México existe una amplia gama de hechos y actores “dignos” (hablando como investigador) de ser estudiados ya que, en gran medida, forman parte del desarrollo cotidiano de los procesos políticos, sociales, culturales y económicos de nuestro país.
El clientelismo político, dice Alcantud, quien a su vez se basa en Foster es una relación diádica establecida para la búsqueda de recursos, se presenta en muy diversos estratos sociales de diferentes tipos de sociedades y trasciende los límites de la temporalidad y la territorialidad, lo que hace de esta relación un universal antropológico. A través de su libro, Alcantud nos induce para entender la formación del clientelismo político en base a los siguientes vectores:
1) Tiene un vínculo infraestructural con el intercambio de bienes. Con esto nos dice que hay un mercado donde los clientes y el líder (o líderes) acceden a ciertos recursos mediante el intercambio, Alcantud lo explica así: “…el clientelismo genera una dialéctica entre el líder y sus seguidores, en la medida en que aquél permita a éstos lograr el acceso a recursos escasos de orden económico. No obstante, estos recursos no son siempre cuantificables ni inmediatos; están sometidos a la economía del don y contradón, y a la tensión histórica”. (González, 1997: 23) Y esta economía del don—propuesta original de Marcel Mauss—va a funcionar de diferente forma dependiendo de si la autoridad (o el líder, o el cacique, etc.) está institucionalizada o no: “Respecto a la autoridad institucionalizada, [la entrega del don] está fundada en la obligación moral, [a un deber]; y no en la prudencia calculatoria, como es el caso para la autoridad no institucionalizada” (González, 1997:24).
Más adelante, Alcantud va a citar a otro teórico (¿?) que da a entender que el intercambio de dones y el clientelismo están delimitados por la aparición del Estado. Por este argumento se puede decir entonces que el intercambio era, antes de aparecer el Estado, una forma de intercambio de recursos positiva—desde alimentos hasta cuestiones más abstractas como seguridad, etc. —que ayudaba a generar estabilidad y buena repartición en el acceso a dichos recursos. Sin embargo, después de aparecer el Estado—sobre todo en los estados nacionales de tipo democráticos—el clientelismo es concebido como un elemento nocivo para el desarrollo de las sociedades. “Hay un antes y un después en la historia del clientelismo, inflexión marcada por la existencia o no existencia del Estado”. (González, 1997: 24). Por tanto podemos decir que el clientelismo tomándolo desde este vector de intercambio de bienes, otorga acceso—o lo niega—a cierto tipo de clientes dependiendo del mercado en el que se encuentre, por eso Alcantud, dice que en los mercados tradicionales—quizá antes de que existiera el Estado—había una mejor libertad para el intercambio de bienes ya que las redes eran muy cercanas, es decir, había relaciones humanas reales, y no como en los mercados industriales de hoy en día—probablemente en un contexto donde ya aparece el Estado—donde los intercambios son impersonales y por tanto no hay mucho compromiso: “en el comercio tradicional
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