Tejidos oseo
Sebastian GomezApuntes28 de Abril de 2016
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4. Osteoclastos (-clastos, de Klastós, roto). Son células gigantes derivadas de la fusión de por lo menos 50 monocitos (una clase de glóbulo blanco) y se agrupan en el endostio. En su cara proximal a la superficie ósea. La membrana plasmática del osteoclasto se pliega profundamente y forma un borde indentado. En este lugar, la cédula libera poderosas enzimas lisosómicas y ácidos que digieren los componentes minerales y proteicos de la matriz osteoide subyacente. Esta descomposición de la matriz osteoide, denominada resorción, es parte de formación, el mantenimiento de la reparación normales del hueso. (Nota: -clasto significa que la cédula degrada matriz osteoide). Como veremos más adelante, en respuesta a ciertas hormonas, los osteoclastos participan en la regulación del calcio circulante (véase sección 6.7). También son las células diana del tratamiento farmacológico de la osteoporosis (véase patología: Desequilibrios homeostáticos, al final del capítulo).
El hueso no es completamente sólido porque contiene pequeños espacios entre las células y los componentes de la matriz osteoide. Algunos espacios constituyen conductos para los vasos sanguíneos que brindan nutrientes a las células óseas. Otros espacios sirven como sitios de almacenamiento de la médula ósea roja. Según el tamaño y la distribución de los espacios, las regiones de un hueso pueden clasificarse como esponjosas o compactas (véase la figura 6-1). Aproximadamente 80% del esqueleto está formado por hueso compacto y 20% por hueso esponjoso.
TEJIDO OSEO COMPACTO
El tejido óseo compacto contiene pocos espacios (figura 6-3a) y es el componente más fuerte del tejido óseo. Se encuentra por debajo del periostio de todos los huesos y forma la mayor parte de la diáfisis de los huesos largos. Brindan protección y soporte y ofrecen resistencia a la tensión causada por el peso y el movimiento.
Tejido óseo compacto se compone de unidades estructurales repetidas denominadas osteonas o sistema de Havers. Cada osteona consta de un conducto central (conducto de Havers), alrededor del cual se dispone de una serie de laminillas concéntricas. Parecidas a los anillos de crecimiento de los árboles, estas últimas son placas circulares compuestas por matriz osteoide mineralizada de diámetro creciente que rodea una pequeña red de vasos sanguíneos, linfáticos y nervios localizados en el canal central (figura 6.3a). Estas unidades óseas tubulares en general forman una serie de cilindros paralelos que, en los huesos largos, tienden a disponerse en forma paralela al eje mayor del hueso. Entre las laminillas concéntricas hay pequeños espacios denominados lagunas, que contienen osteocitos. De las lagunas-y en toda dirección- irradian pequeños canalículos, que contienen líquido extracelular. Dentro de los canalículos existen delicadas protuberancias de osteocitos con forma de dedo (véase sector ampliado a la derecha de la figura 6-3a). Los osteocitos vecinos se comunican entre sí por medio de puentes (véase sección 4.2). Los canalículos conectan las lagunas entre sí y con el canal central formando un intrincado sistema minúsculo de canales interconectados a través del hueso. Este sistema ofrece numerosas vías de acceso a los osteocitos de nutrientes y de oxígeno, así como una vía de eliminación de los desechos.
En el tejido óseo compacto, las osteonas están alineadas en la misma dirección y son paralelas al eje mayor de la diáfisis del hueso. Por lo tanto, la diáfisis del hueso resiste la curvatura y la fractura aun cuando se ejerza una fuerza considerable desde los extremos. El tejido óseo compacto tiende a ser más grueso en las regiones del hueso en las que la fuerza se aplica relativamente en pocas direcciones. Las líneas de fuerza del hueso no son estáticas. Cambian cuando la persona aprende a caminar y en respuesta a la actividad física intensa repetida, como el levantamiento de pesas. Las líneas de fuerza de un hueso también pueden cambiar a raíz de una fractura o una deformidad física. Por lo tanto, la organización de las osteonas no es estática, sino que cambia a lo largo del tiempo en respuesta a las exigencias físicas que soporta el esqueleto.
Las regiones comprendidas entre las osteonas vecinas contienen ciertas laminillas denominadas laminillas intersticiales, que también presentan lagunas con osteocitos y canalículos. Son fragmentos de osteonas procedentes que han sido parcialmente destruidas durante la reconstrucción o crecimiento del hueso.
Los vasos sanguíneos y linfáticos, y los nervios del periostio penetran el hueso compacto a través de los canales perforantes transversos o canales de Volkmann. Los vasos y los nervios de los canales perforantes se conectan con los de la cavidad medular, el periostio y los canales centrales.
Alrededor del 100% de las circunferencias externa e interna de la diáfisis de un hueso largo presentan laminillas denominadas laminillas circunferenciales, que aparecen durante la fase inicial de la formación del hueso. Las laminillas circunferenciales que están justo por debajo del periostio se denominan laminillas circunferenciales externas. Se conectan con el periostio mediante fibras perforantes (fibras de Sharpey). Las que revisten la cavidad medular se denominan laminillas circunferenciales internas (figura 6.3a).
TEJIDO OSEO ESPONJOSO
A diferencia del tejido óseo compacto, el tejido óseo esponjoso –también denominado tejido óseo trabecular- no contiene osteonas (figura 6.3b.c). Siempre es profundo y está protegido por una cubierta de hueso compacto. Está compuesto por laminillas dispuestas en un patrón regular de finas columnas denominadas trabéculas, entre las que existen espacios que pueden apreciarse a simple vista. Estos espacios macroscópicos contienen médula ósea roja en los huesos que producen células sanguíneas, y médula ósea amarilla (tejido adiposo) en los otros huesos. Ambos tipos de médula ósea están irrigados por numerosos vasos sanguíneos que nutren los osteocitos. Cada una de las trabéculas consta de laminillas concéntricas, osteocitos ocupantes de lagunas y canalículos que irradian en forma excéntrica desde las lagunas. El tejido óseo esponjoso es el componente profundo principal del tejido óseo de los huesos cortos, aplanados, sesamoideos e irregulares. En los huesos largos, es el núcleo de las epífisis y está cubierto por una delgadísima capa de hueso compacto, además de conformar un plano delgado variable que reviste la cavidad medular de la diáfisis. El tejido esponjoso siempre está cubierto por una capa de hueso compacto que lo protege.
A simple vista, las trabéculas del hueso esponjoso pueden parecer más desorganizadas que las trabéculas del hueso compacto. Sin embargo, tienen una orientación precisa a lo largo de las líneas de fuerza, característica que permite al hueso resistir y transmitir fuerzas sin romperse. El tejido óseo esponjoso es más abundante en los huesos que no reciben mucha presión o los que reciben presiones desde direcciones múltiples. Las trabéculas no se organizan en forma definitiva hasta que no se aprende a caminar perfectamente; incluso pueden desorganizarse cuando las líneas de fuerzas cambian de una fractura mal consolidada o una deformidad.
El hueso esponjoso difiere del tejido óseo compacto en dos aspectos. En primer lugar, es liviano, lo que reduce su peso total. Esta disminución del peso le permite moverse más rápidamente al ser traccionado por un músculo esquelético. En segundo lugar, las trabéculas del tejido óseo esponjoso sostienen y protegen la médula ósea roja. El tejido óseo de los huesos de la cadera, las costillas, el esternón, las vértebras y los extremos proximales del humero y el fémur es el único sitio de almacenamiento de medula ósea roja y, por lo tanto el lugar donde –en los adultos- tienen lugar la hemopoyesis.
IRRIGACION E INERVACION DEL HUESO
El hueso está profundamente irrigado. Los vasos sanguíneos, abundantes sobre todo en las regiones del esqueleto que contienen medula ósea roja, llegan a los huesos desde el periostio. Consideraremos la irrigación de un hueso largo, como la tibia del adulto, según se ilustra en la figura 6-4.
Las arterias periósticas, pequeñas arterias acompañadas de nervios, ingresan a la diáfisis a través de múltiples canales perforantes (canales de Volkmann) e irrigan el periostio y la parte externa del hueso compacto (véase la figura 6.3a). Cerca del centro de la diáfisis, una gran arteria nutricia atraviesa un orificio de hueso compacto denominado agujero nutricio. Al entrar a la cavidad medular, la arteria nutricia se divide en las ramas proximal y distal, que se dirigen hacia cada extremo del hueso. Estas ramas irrigan tanto la parte interna del tejido óseo compacto de la diáfisis como el tejido óseo esponjoso y la medula ósea roja hasta los discos (o líneas) epifisarios. Algunos huesos, como la tibia, tienen solo una arteria nutricia; otros, como el fémur, tienen varias. Los extremos de los huesos largos están irrigados por las arterias metafisarias y epifisarias, las que se originan en las arterias que irrigan la articulación adyacente. Las arterias metafisarias ingresan en la metáfisis de un hueso largo y, junto con la arteria nutricia, irrigan la medula ósea roja y el tejido óseo de la metáfisis. Las arterias edificarías ingresan en las epífisis de un hueso largo e irrigan la medula ósea roja y el tejido óseo de dichas epífisis.
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