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Trabajar con el tema de la muerte

CAMISUSITesis7 de Octubre de 2014

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INTRODUCCIÓN

Trabajar con el tema de la muerte, tiene como objetivo intentar descifrar como la pérdida de un hijo o una persona joven afecta al vínculo social como esta situación entra en conflicto con la visión biológica de la vida, enfoque que plantea que los seres humanos nacen, crecen, se reproducen y mueren; y finalmente, pretende traer a discusión el hecho de que cuando la muerte llega en edades tempranas (0 – 19 años de edad), lleva a cuestionar las creencias personales y culturales aprendidas a través del tiempo.

La muerte se esboza en el concepto humano como el fin de todo. Es un concepto impregnado de tristeza. Desde los primeros tiempos, el hombre ha sentido pavor ante la muerte, no sólo suya, sino de la de sus seres queridos.

Para la madre y el padre, el dolor de la pérdida de un hijo se vive como un dolor indescriptible; es una soledad que sobrepasa al ser humano; es un silencio que

deja oraciones inconclusas y palabras sin decir.

Desde esta óptica, el trabajar con el dolor de los seres humanos, principalmente

el de la madre y el padre que pierden un hijo o una hija, se convierte en un elemento central de Trabajo Social, debido a las crisis generadas por el evento, donde la vida se desmorona y deja de tener sentido.

La búsqueda de una respuesta a la muerte de su hijo o hija, es una pregunta continua y desesperada de cada uno de los padres y madres que ha pasado por ese momento. La necesidad de mitigar el dolor de la realidad y retomar la vida misma, es lo que motiva el ofrecer una alternativa socio-terapéutica para avanzar en el proceso de duelo y de aceptación.

Este trabajo busca brindar una alternativa de atención a las secuelas que sufren

las madres y los padres cuando un hijo o una hija fallece de forma inesperada, porque se afronta una pérdida que imposibilita comprender la vida y sobrellevar la carga que representa la ausencia de quien ya partió.

El ser humano a lo largo de su existencia ha buscado comprender la fragilidad

humana, que genera una gran angustia, vivida por la mayoría de personas como un hecho propio, único, ontológico, inalienable, de total soledad, injusto y absurdo.

Las muertes inesperadas son una conmoción fuerte para los familiares que quedan vivos, ya que dejan poco tiempo para que estos adviertan y comprendan la magnitud de su pérdida. Corr (2001) calcula que, por cada muerte repentina e inesperada, al menos diez personas sufren un efecto directo; por ello, se podría pensar que en las sociedades actuales, la cantidad de familias que sufren procesos de duelo por muertes inesperadas es elevada, si se toman en cuenta los accidentes, homicidios, suicidios y problemas de salud.

Estas muertes inesperadas dejan secuelas en cada una de las personas que

conforman la familia: padre, madre, abuelos, hermanos y tíos; dichas consecuencias se manifiestan de diversas formas, entre las que están sentimientos de culpa, sensaciones de vacío e impotencia. Además, se deben manejar todas las creencias sociales, culturales y personales alrededor de la situación vivida, lo cual se agrava en ocasiones por los conflictos de pareja y, por las diversas formas de enfrentar la pena, que van desde las desconcertantes, como la tristeza y el llanto, hasta las ansiosas y explosivas, marcadas por el fenómeno social de género.

Por lo tanto, afrontar la muerte de un ser querido es uno de los momentos más

difíciles y complejos que se tienen que superar en la vida. Esta situación difícil no solo es para la familia doliente; también tiene relación con los profesionales que laboran en salud, ya que estos en algunos casos son los responsables de comunicar la noticia del fallecimiento a la familia. Para estos profesionales, dicha situación está cargada de una connotación emocional, debido a sus creencias personales, culturales y sociales.

Los profesionales en salud son los que acompañan a la familia de la persona

fallecida en los procesos que debe iniciar a raíz del evento; sin embargo, Carmona y Bracho (2008) plantean que la muerte de las pacientes y los pacientes es difícil de comprender y manejar emocionalmente, en forma especial para los médicos y enfermeras que fueron educados para salvar vidas.

La cultura occidental ha visualizado la muerte como un fenómeno negativo que

debe ser vivido y sobrellevado de forma individual, sin dimensionar la complejidad que ella implica para cada ser humano y sus recursos personalesinternos o externos.

Muchos psicoanalistas han estudiado el duelo. Sigmund Freud (1917/1957), con “Duelo y Melancolía”, fue el primero en elaborar una teoría del duelo clara y sólida. Afirmaba que el sufrimiento de la persona en duelo es debido a su apego interno con la fallecida. En este trabajo Freud también sostenía el objetivo del duelo es separar estos sentimientos y apegos del objeto perdido. Como resultado de un proceso de duelo el yo queda liberado de sus antiguos apegos y disponible para vincularse de nuevo con otra persona viva.

Aunque este aspecto del “desapego” de la teoría ha sido cuestionado por evidencias clínicas y empíricas. Bowlby (1980) llegó a la conclusión que se podía encontrar un sentido continuo de la presencia de la persona fallecida después de su muerte en numerosas personas sanas. Hay muchos analistas que admiten, en contextos informales, que la manera como hacen le duelo sus pacientes no coincide con la descripción de la teoría del despapego; consideran que ésta no es una descripción completa ni precisa. Además de los trabajos de Pincus (1974), Silverman y Silverman (1979), Rubin (1984, 1985), Klass, Silverman & Nickman (1996) y Shuchter (1986) en esta dirección.

* John E. Baker, “El Duelo y la Transformación de las Relaciones de Objeto. Evidencia de la Persistencia de Apegos Internos” Título original: “Mourning and the Transformation of Object Relationships.Evidence for the Persistence of Internal Attachments” aparecido en Psychoanalytic Psychology 2001, Vol. 18, No. 1, 55-73

* John E. Baker, PhD, es miembro del Departamento de Psiquiatría de la Harvard Medical School y del Cambridge Hospital, en Cambridge, Massachussets, USA.

ETAPAS DEL DUELO (Gutiérrez Adriana, 2009)

El duelo, comentan Obando y Villalobos (1994), está dividido en etapas:

1. “Shock”: es visto como la conmoción, la insensibilidad, la incredulidad y la irrealidad que vive la persona; su duración es variable y dependerá del tiempo que se vivió la enfermedad. Se activan los mecanismos de defensa que le permiten a la persona abstraerse del dolor y funcionan de forma automática y superficial. Esta situación se modifica un poco cuando la muerte no estaba esperada, ya que no se

poseía ninguna idea de que esa persona podía morir.

2. Desorganización: esta fase es más larga. Las personas viven un intenso dolor psíquico, se siente la pérdida y se debe aprender a vivir con la realidad de esa persona ausente. Se pueden presentar alteraciones del sueño, sueños con la persona fallecida, problemas sexuales, problemas alimenticios, alucinaciones, llanto, cambios emocionales, problemas de salud somáticos, desesperanza y ansiedad por la separación.

3. Finalización del duelo o etapa de reorganización: se presentan avances en la aceptación y adaptación. Se recupera la esperanza y se retoma la vida y el espacio físico; se dispone de los bienes de la persona fallecida. Se interioriza y se identifica la pérdida.

Según otros autores como Kübler-Ross (1992), las personas que viven el proceso de duelo y las que conocen su situación que las llevará a la muerte

viven las siguientes etapas.

a. Negación: Es el elemento que amortigua la noticia inesperada; le facilita a las personas tiempo para movilizar sus defensas, le facilita un distanciamiento emocional con respecto a lo que sucede en su entorno, y así mismo, las personas evitan hablar del problema de salud de su ser querido o de sí mismas.

b. Rabia e ira: Se reemplaza la fase anterior por sentimientos de enojo, rabia, cólera, envidia y resentimiento hacia su entorno y se inician los cuestionamiento del “¿por qué yo?” El enojo se proyecta contra todos, cuando el doliente se da cuenta de que la vida del otro se interrumpirá o se interrumpió de forma

inesperada.

c. Negociación y regateo: Se pospone el dolor con el objetivo de negociar con un ser supremo, para que este extienda el tiempo de vida.

d. Depresión: Cuando ya la situación no puede ser negada, porque el avance de la enfermedad ya no se puede ocultar, los sentimientos de pérdida afloran y una gran tristeza surge. La persona se encuentra en el momento de perderlo todo, busca retirar su energía de los objetos amados, sus proyectos, su mundo y volcarlo hacia sí mismo. En los casos de las muertes inesperadas de los niños y niñas recién nacidos, es al momento de salir del hospital sin su bebé, que se debe

enfrentar la familia y la comunidad. Lo mismo se presenta para situaciones de hijos e hijas que residen en el hogar y fallecen de forma inesperada, ya que la persona estaba integrada en forma activa en la casa y la comunidad.

e. Aceptación: Si la persona ha tenido tiempo y se le ha acompañado durante el proceso, vive este momento con aceptación, sin tristeza, con paz, con poca actitud comunicativa y deseos de estar sola.

Se puede concluir de los aspectos analizados, que la muerte posee una connotación de temor, culpa, dolor, vacío y soledad, lo que facilita que las personas desarrollen mecanismos de defensa que les permitan enfrentar la angustia, el dolor, los

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