Construir competencias desde la escuela

Construir competencias desde la escuela.

Phillipe Perrenoud.

Cuántas veces nos preguntamos ¿para qué o a qué vamos a la escuela? La contestación a esta cuestión va desde lo primordial hasta lo complejo, depende de a quién va encaminada tanto de quien la ejecuta, un ejemplo claro sería preguntarle a un niño y a un profesional; sabemos perfectamente que la respuesta tendrá una diferencia abismal y es desde ese punto donde surge la necesidad del concepto competencia.

El término competencia tiene muchos significados, la percepción que nos creamos de manera individual se basa o lo tomamos desde nuestra preparación o formación. Desarrollar o poner en práctica una competencia se funda en los conocimientos que tenemos, dejando claro que no es suficiente conocer el tema para poner en acción una capacidad.

Una competencia tampoco se basa a métodos de memorización o adquisición de sapiencias obligadas. Esto va mucho más allá del solo conocer; el desarrollo de competencias requiere de constantes y un sinfín de conocimientos pero sobre todo de mucho movimiento y práctica para así ir descubriendo qué habilidades puede desarrollar cada persona.

Se debe hacer un análisis profundo para identificar que es lo que ya tiene o con qué recursos cuenta y qué requiere ir adquiriendo para mejorarlo constantemente puesto que el desarrollar o construir competencias es un proceso en constante movimiento

Cuándo se pretende fundar una práctica desde el dominio de cualquier disciplina ya existen ciertas reglas para ponerla en práctica, mismas que deben ser respetadas porque ya están establecidas. Pero es ahí donde entra la habilidad o el desarrollo de las competencias poniendo en marcha la variedad de estrategias, técnicas o recetas con las que contamos. A esto se le llama el arte de ejecución.

Es meramente cierto que para poder construir competencias en la escuela se enfrenta una disyuntiva seria, pues para lograrlo requiere tiempo preciso, donde se den a conocer los conocimientos requeridos y los procesos necesarios para poner en práctica dicho aprendizaje, sin embargo el tiempo destinado no es el suficiente ni para cumplir con el primer aspecto que es el proveer saberes.

Lo anterior solo es operable si el alumno tiene el tiempo suficiente para vivir y experimentar al mismo tiempo que investiga cada una de las situaciones que se le presenten. Por tal motivo la escuela debe darse a la tarea de constituir cabezas bien hechas en lugar de cabezas bien llenas.  

María de Jesús Soto Michel.

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