Visita al Museo Parque Arqueológico y Ecológico Rumipamba

REPORTE DE VISITA A UN MUSEO

Parque Arqueológico y Ecológico Rumipamba

Denia Elizabeth Coronel Orellana / 00336446

Grupo ABMODEI

Mi grupo y yo fuimos un viernes por mayor disponibilidad de todos, al llegar nos estacionados y fuimos a preguntar sobre si la entrada es gratis o si el costo es menor, el guardia de afuera nos informa que es gratis y que pasemos. Entramos y vimos habitaciones oscuras, quisimos subir, pero no nos permitieron así que salimos para ver las figuras en construcción, no sabemos que son porque no tuvimos ningún guía o guardia cerca. Caminamos por un sendero muy largo y nos sorprendió ver carteles indicando el peligro de incendio forestal porque estábamos en el sendero lleno de vegetación seca y si nos asustamos porque si está eso es porque de verdad hay posibilidad de que haya un incendio, después seguimos caminando y hasta pasamos por un puente, ya al final vimos un portón negro, entramos y había una gran tumba arqueológica que a su alrededor estaba su información.

Seguimos nuestro camino para encontrar cabañas, no vimos mucho así que volvimos al punto de encuentro y yo busqué un artefacto que me gustará, entre a una de las habitaciones y vi al guía teniendo una charla, no quería escuchar porque ya nos teníamos que ir y no tenía ningún artefacto escogido. Entonces vi en el área de piedras y encontré un mortero muy pequeño, por esa razón lo escogí. La información de este era poca pero concisa, nos mostraba el cómo pudieron identificar su función mediante el resto de los alimentos que quedó junto con la forma del mano humano que estaba en la piedra.

“SOY PEQUEÑO PERO FUNDAMENTAL”

Me encuentro en el museo de Rumipamba, fui utilizado demasiadas veces para alimentos y mi elaboración es tan sencilla que simplemente me tomaron del suelo.

Soy un mortero de piedra y soy tan sencillo que me pondrían falsificar con cualquier piedra y decir que provengo de tantos años atrás como para formar parte de un museo. Como artefacto histórico, mi existencia se encuentra unida al rastro del tiempo, capturando momentos tan sencillos y preservándolos para las generaciones futuras. Dentro de las paredes de este museo, soy más que un simple y pequeño objeto; soy un testimonio silencioso de épocas pasadas, una ventana al pasado que permite a los visitantes explorar las huellas del ayer. Cada grieta en mi superficie, cada marca desgastada por el tiempo cuenta una historia, un eco distante que resuena en el presente. Soy el vínculo físico con los eventos que dieron forma al mundo que conocemos, una conexión entre el pasado y el futuro, esperando ser descubierto y comprendido por aquellos que buscan conocer los pasajes y misterios de Ecuador. En el museo, mi propósito como el de los otros artefactos es inmenso; somos parte de un vasto paisaje de recuerdos y descubrimientos, un faro que guía a los curiosos en su viaje por las eras perdidas.

Soy tan antiguo porque a mí me usaban primero para las semillas que encontraban y querían abrirla hasta para moler la carne dura para alimentarse después. Pudieron crearme desde la necesidad y su ingenio es tan diferente del ahora que supieron cómo sobrevivir con los pocos recursos que había en su momento. En mi sitio, me encuentro en una repisa junto con otros artefactos más, algunos son similares a mí y mucho más grandes, yo soy el más pequeño. El resto tienen unas formas tan extrañas, hay minerales tan vistosos, pero con formas muy raras que los hacen únicos y los huesos de animales son de tantas utilidades como instrumentos musicales a instrumentos medicinales, hay bastantes artefactos de huesos que no imagino su utilidad, más abajo está la cerámica que están tan viejas que les falta pedazos, su conservación ha sido buena porque estas representan una tradición desde la época prehispánica de elaboración de vestimentas.

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