Actividad Previa
andreamolina14 de Junio de 2013
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2. Individualidad
Como ves, aquí requiere que ahora corras tan rápido como puedas para permanecer en el mismo lugar. Si quieres ir a otra parte, debes correr al menos el doble de rápido que antes. LEWIS CAKROLL
Resulta difícil recordar, y aún más difícil entender, que hace tan solo cincuenta años la disputa acerca de las predicciones populares, de que había que temer y de que clase de horrores nos deparan a el futuro si no se lo detenía antes de que fuera demasiado tarde se entablaba entre Un mundo feliz, de Aldous Huxley, y 1984, de George Orwell.
Esa disputa, sin dudas, era genuina y seria, ya que los mundos tan vívidamente pintados por los dos distópicos visionarios eran tan diferentes como el agua y el aceite. El de Orwell era un mundo degradado y miserable, carente y necesitado; el de Huxley era una tierra de opulencia y libertinaje, de abundancia y saciedad. Predeciblemente, la gente que habitaba el mundo de Orwell era triste y temerosa; los personajes de Huxley, en cambio, eran despreocupados y retozones. Había muchas otras diferencias, no menos contrastantes; ambos mundos eran opuestos en casi todos sus detalles.
Y sin embargo había algo que unía ambas visiones. (De no ser así, ambas distopías no se relacionarían en absoluto, y jamás hubieran entrado en disputa.} Lo que compartían era el presagio de un mundo estrechamente controlado, en el
que la libertad individual no solo estaba hecha añicos sino que ofendía gravemente a la gente entrenada para obedecer órdenes y seguir rutinas prefijadas; un mundo en el que una pequeña elite tenia en sus manos todos los hilos -de modo que el resto de la humanidad eran meros títeres-; un mundo dividido en manipuladores y manipulados, planificadores y cumplidores de planes -los primeros ocultaban los planes y los segundos ni siquiera sentían deseos de espiar-los para comprender su sentido—, un mundo en el que cualquier otra alternativa resultaba inimaginable.
El hecho de que el mundo pudiera reservarnos menos libertad y más control, supervisión y opresión no era parte de la disputa. Orwell y Huxley coincidían en cuanto al destine del mundo; simplemente concebían diferentes versiones del camino que nos llevaría hasta el sitio don-de seríamos suficientemente ignorantes, obtusos, plácidos o indolentes para permitir que las cosas siguieran su curso natural.
En una carta de 1769 a sir Horace Mann, Horace Walpole escribió que “el mundo es una comedia para los que piensan, y una tragedia para los que sienten". Pero los significados de "cómico" y "trágico" cambian con el tiempo, y en la época en que Orwell y Huxley tomaron la pluma para delinear tos contornos del trágico futuro, ambos sentían que la tragedia del mundo era su obstinado e incontrolable avance hacia la división entre los controladores -cada vez mas poderosos- y los controlados -cada vez mas impotentes-. La visión pesadillesca que acosaba a ambos escritores era la de hombres y mujeres sin poder de decisión sobre sus propias vidas. Tal como Sócrates y Platón no podían imaginar una sociedad -buena o mala- sin esclavos, Orwell y Huxley no podían concebir una sociedad -feliz o desdichada- sin jefes, planificadores y supervisores que escribían el guión que el resto debía representar, ponían en escena la obra, decidían los parlamentos de cada participantes y despedían o encerraban en calabozos a cualquiera que improvisara su texto. No podían visualizar un mundo sin torres u oficinas de control. Los temores de su época, al igual que sus esperanzas y sus sueños, giraban en torno del Comando Supremo.
El capitalismo: pesado y liviano
Nige Thrift probablemente hubiera archivado los relatos de Orwell y Huxley bajo la rubrica del "discurso de Josué", diferenciándolo así del "discurso del Génesis".1
(Los discursos, dice Thrift, son "metalenguajes que
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