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Al Dador De La Vida


Enviado por   •  19 de Octubre de 2014  •  883 Palabras (4 Páginas)  •  312 Visitas

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¡Oh vosotros señores!

Así somos únicos,

somos mortales y sin repetir,

de cuatro en cuatro nosotros los hombres,

todos habremos de irnos,

todos habremos de morir en la tierra...

Como una pintura

nos iremos borrando.

Como una flor,

nos iremos secando

aquí sobre la tierra.

Como vestidura de plumaje de ave zacuán

de la preciosa ave de cuello de hule,

nos iremos acabando...

Meditadlo, señores.

Aguilas y tigres,

aunque fuerais de jade,

aunque fuerais de oro

también allá iréis,

al lugar de los descarnados.

Tendremos que desaparecer,

nadie habrá de quedar.

No en parte alguna puede estar la casa del inventor de sí mismo.

Dios, el señor nuestro, por todas partes es invocado,

por todas partes es también venerado.

Se busca su gloria, su fama en la tierra.

Él es quien inventa las cosas,

él es quien se inventa a sí mismo: Dios.

Por todas partes es también venerado.

Se busca su gloria, su fama en la tierra.

Nadie puede aquí,

nadie puede ser amigo del Dador de la Vida;

sólo es invocado, a su lado, junto a él, se puede vivir en la tierra.

El que lo encuentra tan sólo sabe bien esto: él debe ser invocado.

“Oídme, por favor, elevaré mi canto

para dar deleite a Moteuczomatzin...

Tantalilili papapapa achala achala.

¡Sea para bien, sea para bien!

Vengo de Acolhuacan. He llegado acá.

Donde hay columnas de turquesas erguidas,

donde hay columnas de turquesa en fila,

aquí en México, en donde entre aguas negras

se yerguen los blancos sauces,

aquí te merecieron tus abuelos,

aquel Hutzilíhuitl y aquel Acamapichtli:

Ellos te vieron con compasión,

ellos te reconocieron con amor, Moteuczoma,

y mantienes el solio y el trono de ellos.

En donde hay sauces blancos

estás reinando tú, y donde hay blancas cañas,

donde hay blancas juncias,

donde el agua de jade se tiende,

aquí en México reinas.

CORO

Tú con preciosos sauces

verdes cual jade y quetzal, engalanas la ciudad:

la niebla se tiende sobre nosotros:

que broten nuevas flores bellas

y estén en vuestras manos entretejidas.

Estás remeciendo en el aire

tu abanico de plumas de quetzal.

La niebla se tiende sobre nosotros:

que broten nuevas flores bellas

y estén en vuestras manos entretejidas.

Flores de luz erguidas abren sus corolas

donde se tiende el musgo acuático, aquí en México,

plácidamente están ensanchándose,

y en medio del musgo y de los matices

está tendida la ciudad de Tenochtitlán,

la extiende y la hace florecer el dios:

tiene sus ojos fijos en sitio como éste,

los tiene fijos en medio del lago.

Columnas de turquesa se hicieron aquí,

en el inmenso lago se hicieron columnas.

Es el dios que sustenta la ciudad,

y lleva en sus brazos a Anáhuac en la inmensa laguna.

Flores preciosas hay en vuestras manos,

con sauces de quetzal habéis rociado la ciudad,

y por todo el cerco, y por todo el día.

El inmenso lago matizáis de colores,

la gran ciudad de Anáhuac matizáis de colores,

oh vosotros nobles.

A ti Moteuczomatzin

os ha creado el que da la vida,

os ha creado el dios en medio de la laguna”.

Nos enloquece el dador de la vida...

Nadie en verdad es tu amigo, ¡oh Dador de la Vida!

Sólo como si entre las flores buscáramos a alguien,

así te buscamos, nosotros que vivimos en la tierra,

mientras

...

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