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Andersen y el cuento de objetos


Enviado por   •  11 de Septiembre de 2018  •  Síntesis  •  3.951 Palabras (16 Páginas)  •  159 Visitas

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Andersen y el cuento de objetos

Andersen escribió cerca de dieciséis cuentos de objetos. El que digamos cerca de dieciséis se debe a que la clasificación de cada texto siempre está sujeta a discusión. El valiente soldadito de plomo (1838) es el primer y más célebre cuento de este tipo que escribió Andersen, pero otros de los denominados cuentos de objetos son también muy conocidos, por ejemplo Los novios (1843), La aguja de zurcir (1845), La pastora y el deshollinador (1845), El cuello (1847) y El muñeco de nieve (1861). Sin embargo, al género pertenecen también textos como La farola vieja (1847), La casa vieja (1847), La alcancía (1854), El cuello de la botella (1857), La pluma y el tintero (1859), El chelín de plata (1861), La tetera (1863), El molino de viento (1865), Los trapos (1868) y Las velas (1870).

El cuento de objetos es una subcategoría del cuento literario. No ahondaremos aquí en la diferencia entre el cuento popular y el cuento literario y sus distintas categorías, ya que centraremos nuestra atención en el cuento de objetos. Como género, el cuento de objetos se caracteriza por la antropomorfización, es decir, la humanización de juguetes, herramientas, utensilios de uso corriente y objetos similares. Sin embargo, un objeto mágico o animado no es suficiente en sí mismo. El cuento debe contar la historia de las cosas o contar una historia desde la perspectiva de las cosas. Por eso El encendedor de yesca (1835), Los zapatos rojos (1845) y La llave del portal (1872), por poner un ejemplo, no son cuentos de objetos, ya que aunque los objetos de sus títulos son mágicos, sólo actúan como catalizadores del desarrollo de los personajes humanos.

En el cuento de objetos se dota de vida a objetos de la vida cotidiana, lo que no siempre resulta en un drama ordinario, sino que las cosas u objetos pueden formar parte de la puesta en escena de grandes dramas vitales y pasiones, por ejemplo en El valiente soldadito de plomo, donde el anhelo y el amor del soldadito son de dimensiones casi sobrehumanas. Pero los objetos pueden igualmente protagonizar una sátira de cualidades humanas menos lisonjeras, como en el caso de La aguja de zurcir, donde la aguja es engreída y ufana de sí misma hasta el ridículo. Cuando se ponen en escena grandes dramas y sentimientos en un entorno cotidiano integrado por objetos aparentemente insignificantes surge un contraste entre los personajes y los temas que esos personajes interpretan. Un contraste que tiene un efecto humorístico. Cuando el amor ilusorio y nunca consumado de Los novios se pone de manifiesto con ayuda de un trompo gastado y una pelota vieja, mojada y mohosa, resulta cómico, y entre la posición del narrador y lo narrado surge una distancia que contrarresta la solemnidad inherente al tema. 

El cuento de objetos es una especialidad de Andersen. El escritor se inspiró en las fábulas de animales y en narraciones anteriores en las que aparecían objetos y juguetes animados. El valiente soldadito de plomo contiene un guiño al autor alemán E.T.A. Hoffmann, que en 1816 escribió El cascanueces y el rey de los ratones (Nøddeknækkeren og Musekongen), una obra sobre un cascanueces viviente que reúne a algunos juguetes infantiles para combatir contra un ejército de ratones liderado por el rey de los ratones. Al dar las doce los juguetes cobran vida y ambos ejércitos se disponen para la lucha. En El valiente soldadito de plomo también encontramos un cascanueces viviente entre los juguetes, y las doce campanadas de reloj se señalan con un troll que salta de su caja. Mediante el préstamo de estos motivos Andersen acredita a Hoffmann como modelo literario.


Un objeto y su personalidad

Andersen explota la capacidad del cuento de objetos al acentuar la personalidad y rasgos característicos que le vienen dados al conferir a sus personajes la forma de un objeto determinado. El aspecto físico de los objetos se convierte en cualidades físicas. El firme soldadito de plomo es, en efecto, firme; los frágiles muñecos de porcelana de La pastora y el deshollinador son psicológicamente frágiles y vulnerables; la tosca aguja de zurcir resulta tosca frente a la elegancia de la fina aguja de coser; la deforme hucha de La alcancía es torpe y desmañada, etc. La personalidad que el autor da a sus personajes a través de las cosas guarda relación con el aspecto y la psicología. En otras palabras, existe cierta analogía entre el exterior y el interior. Sin embargo, también pueden producirse desacuerdos entre superficie y sustancia, y en algunos casos el origen del conflicto de la historia es precisamente ese desequilibrio entre exterior e interior. Es el caso, por ejemplo, de la aguja de zurcir que se comporta como una aguja de coser en lugar de admitir su identidad zurcidora. 

A menudo las cualidades de un objeto se oponen a la personalidad de otro, y esta relación de oposición puede constituir el punto de partida de un conflicto. Ambos objetos tienen personalidades diferentes, pero como objetos que son deben guardar el mismo grado de semejanza para poder funcionar en el mismo universo o en el mismo entorno. Como ejemplo de ello cabe mencionar Los novios, donde el trompo y la pelota representan dos personalidades extremadamente diferentes. El realista y parco en pretensiones trompo se enfrenta a la veleidosa y cursi pelota, pero, a pesar de esa diferencia, ambos se mueven en el universo de los juguetes.

En ese universo de los juguetes existen jerarquías o diferencias de clase determinadas de antemano que a veces se logra eliminar. En Los novios la pelota se cree de origen mucho más distinguido que el trompo, que, por su parte, está desdichadamente enamorado de la hermosa pelota. El amor del trompo se convierte en una fuerza motriz que dura varios años, hasta que encuentra a la decrépita pelota en un montón de basura. Gran parte de la genialidad de este cuento radica en los diálogos. Tanto en lo que dicen como en su equilibrio. Al principio es el trompo el que derrama su solemne amor sobre la pelota, mientras que al final ésta intenta unos lánguidos acercamientos al trompo. El narrador va descubriendo a sus personajes a través de los diálogos y termina de poner sal en la herida con sus lacónicos comentarios: «...y el trompo no volvió a hablar de su antiguo amor. Eso sucede cuando la novia se ha pasado cinco años en un canalón empapándose; no se la vuelve a reconocer aunque uno se la encuentre en el cubo de la basura». ¡Al comparar a la extinta pelota con una manzana vieja hace que el lector comprenda que el largo amor del trompo no ha sido más que un espejismo!

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