Animanin, de Eli Tonioni
jorgezalazar73Tarea8 de Noviembre de 2018
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Ánimanin
Aquel día, no había tenido nada para recordar, que no fuera la cotidiana monotonía de la rutina. Detrás de la ventana del primer piso, Julieta veía caer la tarde otoñal, en frente, la pequeña plaza de árboles añejos desvistiéndose sin avergonzarse, descartando sus harapos amarillos, con cada golpe de briza fresca, los senderos casi deshabitados iban desvaneciéndose tras la luz tenue de los últimos rayos de sol. Un hombre sentado en una banca probaba sus habilidades de basquetbolista con un papel hecho bollo, que le había servido de recipiente de algún bocadillo, y con la pequeña botella de coca cola, que rebotó en el contenedor de basura estampándose en la rama de un laurel, con el impacto un pichón de paloma salió volando y se posó en el pequeño alero de la ventana de Julieta, el hombre siguió el vuelo, como quién sigue una flecha de dirección, sus ojos se fijaron en el rostro de la niña unos segundos, de pronto un puente invisible y enigmático unió las miradas, el último coche estacionado se puso en marcha y el sonido del motor lo desmoronó y con ello desapareció el encuentro mágico.
Julieta sintió un escozor que recorrió su cuerpo desde las tripas hasta su corazón, un temblor se apoderó de sus manos y un temor dantesco la hizo retroceder.
En su pequeño mundo de fantasías y superstición, muy en el fondo de su ser sabía que por unos segundos había podido ver el fantasma de la fuente, que recorría y deambulaba por la plaza, la vieja historia relatada por los mayores, de la cual juraban, aseguraban y aseveraban que existía, ella desde ese momento comprendió que sería su mayor secreto.
A media noche, los espacios públicos del pueblo de Ánimanin eran un páramo, vacío de cualquier ser viviente, el silencio era interrumpido por el silbido del viento suave, los pocos faroles agigantaban las sombras, para envidia de los titanes, esa noche la luna oculta tras nubes oscuras teñía de gris y negro el cielo. La puerta de la habitación de Julieta se abrió, era la hora, su madre revisó con su mirada palmo a palmo, todo estaba en su lugar, como ella la había dejado, la cama tendida, la muñeca de trapo con vestido azul sobre la almohada, el cuaderno de dibujo abierto y los crayones desparramados sobre la pequeña mesa. Se acercó a la ventana, y allá estaba Julieta, danzando, chapoteando en la fuente de la plaza, con toda su belleza, como todas las noches.
EL CHIRIMBOLO
La vieja casona había sido desocupada, los principales herederos decidieron repartirse los trastes, vender la propiedad y olvidarse en lo posible de todas sus historias.
Mi prima Lola recogió cosas de menor cuantía que tarde o temprano irían a parar a un basurero, lo poco aceptable fueron algunas tazas de café, unos platos de porcelana, y algún cacharro antiguo aún en funcionamiento.
Una caja sobre la mesa del comedor contenía todo el legado recibido descartado, del cual, en un ataque de caridad, ausencia transitoria de egoísmo, o por condición de heredera secundaria, me ofreció la posibilidad de elegir alguna cosa.
Unos libros amarillentos, un cajón de madera con herramientas, partes de trofeos antiguos, chapitas, latitas y la parte superior de la lámpara de Aladino, la cual no existía, solo quedaba ese pequeño pedazo de hierro labrado, mezcla de tapa y agarradera, ambas o ninguna.
El tío Abundio la tenía guardada para cuando las cosas se ponían difíciles, como el día que enfermó la clarita, única mula de su propiedad, sacó la lámpara la frotó y su deseo se cumplió, al día siguiente estaba lista para el arnés y el arado.
Una maraña de recuerdos, me atravesó la nostalgia, esa que con los años se agiganta, los aspiras con el perfume de la añoranza, los degustas como el sabor agridulce de la limonada, los acaricias como áspero terciopelo. El pozo hondo del olvido regurgitó como volcán activado, y por algunos instantes el ayer añejo se hizo presente, palpable, inmaculado. La magia no la había perdido, y con ella no se perdió en la nada una parte de mi niñez, que en algún lugar había quedado adormecida, esperando que fuera a su encuentro.
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