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Antologia Para Nivel Inicial


Enviado por   •  19 de Noviembre de 2013  •  10.275 Palabras (42 Páginas)  •  811 Visitas

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Cuentos tradicionales

Mi

Antología

El patito feo

En una hermosa mañana de verano, los huevos que habían empollado la mamá Pata empezaban a romperse, uno a uno. Los patitos fueron saliendo poquito a poco, llenando de felicidad a los papás y a su amigos. Estaban tan contentos que casi no se dieron cuenta de que un huevo, el más grande de todos, aún permanecía intacto.

Todos, incluso los patitos recién nacidos, concentraron su atención en el huevo, a ver cuándo se rompería. Al cabo de algunos minutos, el huevo empezó a moverse, y luego se pudo ver el pico, luego el cuerpo, y las patas del sonriente pato. Era el más grande, y para sorpresa de todos, muy distinto de los demás. Y como era diferente, todos empezaron a llamarle el Patito Feo.

La mamá Pata, avergonzada por haber tenido un patito tan feo, le apartó con el ala mientras daba atención a los otros patitos. El patito feo empezó a darse cuenta de que allí no le querían. Y a medida que crecía, se quedaba aún más feo, y tenía que soportar las burlas de todos. Entonces, en la mañana siguiente, muy temprano, el patito decidió irse de la granja.

Triste y solo, el patito siguió un camino por el bosque hasta llegar a otra granja. Allí, una vieja granjera le recogió, le dio de comer y beber, y el patito creyó que había encontrado a alguien que le quería. Pero, al cabo de algunos días, él se dio cuenta de que la vieja era mala y sólo quería engordarle para transformarlo en un segundo plato. El patito salió corriendo como pudo de allí.

El invierno había llegado, y con él, el frío, el hambre y la persecución de los cazadores para el patito feo. Lo pasó muy mal. Pero sobrevivió hasta la llegada de la primavera. Los días pasaron a ser más calurosos y llenos de colores. Y el patito empezó a animarse otra vez. Un día, al pasar por un estanque, vio las aves más hermosas que jamás había visto. Eran elegantes, delicadas, y se movían como verdaderas bailarinas, por el agua. El patito, aún acomplejado por la figura y la torpeza que tenía, se acercó a una de ellas y le preguntó si podía bañarse también en el estanque.

Y uno de los cisnes le contestó:

- Pues, ¡claro que sí! Eres uno de los nuestros.

Y le dijo el patito:

- ¿Cómo que soy uno de los vuestros?

Yo soy feo y torpe, todo lo contrario de vosotros.

Y ellos le dijeron:

- Entonces, mira tú reflejo en el agua del estanque y verás cómo no te engañamos.

El patito se miró y lo que vio le dejó sin habla. ¡Había crecido y se transformado en un precioso cisne! Y en este momento, él supo que jamás había sido feo. Él no era un pato sino un cisne. Y así, el nuevo cisne se unió a los demás y vivió feliz para siempre.

Blanca Nieves y los siete enanitos

En un lugar muy lejano vivía una hermosa princesa que se llamaba Blanca Nieves. Vivía en un castillo con su madrastra, una mujer muy mala y vanidosa, que lo único que quería era ser la mujer más hermosa del reino. Todos los días preguntaba a su espejo mágico quién era la más bella del reino, al que el espejo contestaba:

- Tú eres la más hermosa de todas las mujeres, reina mía. El tiempo fue pasando hasta que un día el espejo mágico contestó que la más bella del reino era Blanca Nieves. La reina, llena de furia y de rabia, ordenó a un cazador que llevase a Blanca Nieves al bosque y que la matara. Y como prueba traería su corazón en un cofre. El cazador llevó a Blanca Nieves al bosque pero cuando allí llegaron él sintió lástima de la joven y le aconsejó que se marchara para muy lejos del castillo, llevando en el cofre el corazón de un jabalí.

Blanca Nieves, al verse sola, sintió mucho miedo porque tuvo que pasar la noche andando por la oscuridad del bosque. Al amanecer, descubrió una preciosa casita. Entró sin pensarlo dos veces. Los muebles y objetos de la casita eran pequeñísimos. Había siete platitos en la mesa, siete vasitos, y siete camitas en la alcoba, dónde Blanca Nieves, después de juntarlas, se acostó quedando profundamente dormida durante todo el día.

Al atardecer, llegaron los dueños de la casa. Eran siete enanitos que trabajaban en unas minas. Se quedaron admirados al descubrir a Blanca Nieves. Ella les contó toda su triste historia y los enanitos la abrazaron y suplicaron a la niña que se quedase con ellos. Blanca Nieves aceptó y se quedó a vivir con ellos. Eran felices.

Mientras tanto, en el castillo, la reina se puso otra vez muy furiosa al descubrir, a través de su espejo mágico, que Blanca Nieves todavía vivía y que aún era la más bella del reino. Furiosa y vengativa, la cruel madrastra se disfrazó de una inocente viejecita y partió hacia la casita del bosque.

Allí, cuando Blanca Nieves estaba sola, la malvada se acercó y haciéndose pasar por buena ofreció a la niña una manzana envenenada. Cuando Blanca Nieves dio el primer bocado, cayó desmayada, para felicidad de la reina mala. Por la tarde, cuando los enanitos volvieron del trabajo, encontraron a Blanca Nieves tendida en el suelo, pálida y quieta, y creyeron que estaba muerta.

Tristes, los enanitos construyeron una urna de cristal para que todos los animalitos del bosque pudiesen despedirse de Blanca Nieves. Unos días después, apareció por allí un príncipe a lomos de un caballo. Y nada más contemplar a Blanca Nieves, quedó prendado de ella.

Al despedirse besándola en la mejilla, Blanca Nieves volvió a la vida, pues el beso de amor que le había dado el príncipe rompió el hechizo de la malvada reina. Blanca Nieves se casó con el príncipe y expulsaron a la cruel reina del palacio, y desde entonces todos pudieron vivir felices.

Caperucita roja

En un bosque muy lejos de aquí, vivía una alegre y bonita niña a la que todos querían mucho. Para su cumpleaños, su mamá le preparó una gran fiesta. Con sus amigos, la niña jugó, bailó, sopló las velitas, comió tarta y caramelos. Y como era buena, recibió un montón de regalos. Pero su abuela tenía una sorpresa: le regaló una capa roja de

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