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COLOMBIA Y LA MUERTE.


Enviado por   •  15 de Marzo de 2017  •  Trabajos  •  5.806 Palabras (24 Páginas)  •  232 Visitas

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COLOMBIA Y LA MUERTE:

LAS TRAGEDIAS INCONCLUSAS

JORGE ARISTIZABAL GAFARO

De todos los problemas de la sociedad colombiana el más grave, en sentido antropológico, es el retraso cultural, la irresolución de los problemas de autoridad, de los valores y de la afectividad impide la consolidación  de nuestras instituciones y nos aleja  de la libertad y  de la dignidad,  que son las condiciones para la generación de conocimientos y bienestar material sostenible. Este diagnóstico  no es nuevo; en 1819 SIMON BOLIVAR señalaba en la carta de angostura que sometidos “al triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vicio, no henos podido adquirir, ni saber, ni poder, ni virtud” y precisamente porque en Colombia el panorama es similar tras casi dos siglos, es obligación colectiva maximizar esfuerzos para la desconstrucción del “triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y de vacío, no hemos podido adquirir, ni sabe, ni poder, ni virtud “. Y precisamente porque  en Colombia el panorama es similar tras casi dos siglos, es obligación colectiva maximizar esfuerzos para la desconstrucción  del “triple yugo de la ignorancia, de la tiranía y del vacío” con miras a establecer sus posibilidades de desmonte real.

Se trata, por supuesto, de una tarea colosal cuya mayor dificultad estriba en la simultaneidad de sus objetos: construcción del liderazgo, construcción de la historia  y construcción de relaciones. En lo que nos corresponde, consideramos que es tiempo de resplandecer  el objeto, pensar no solo la violencia –que en cuanto abstracción agita un mar de estadísticas donde naufragan de acción individua---, sino examinar nuestra encrucijada social desde una perspectiva necrosémica,  es decir, desde una visión transdiciplinaria (semiótica, antropología, historia  y psicoanálisis) de lo tanatológico (el cadáver como texto y el difunto como la lectura ) para que mediante el análisis estructural de la narrativas sociales podemos determinar lo que se esconde tras nuestras actitudes ante la muerte y más exactamente, tras su sistemática y por lo mismo muy significativa negación.

Nos animan en este propósito las hipótesis  de que el núcleo de nuestra problemática general es nuestra incapacidad para asumir la muerte; que pese a  las 30 mil muertes violentas que ocurren cada año, el nuestro es un país de muertos sin muerte; que la desaparición de 27 mil civiles resalta esa otra guerra que vive el país como resultado de la falta de autoridad, de patrimonio ético y de cohesión social, y  que esta  situación alimenta y se nutre de una repetición de relatos sin termino, de in girar en círculos sin hallar salida; en suma, de unos relatos que se perpetúan sin Eleos ni phobos y por lo tanto, sin catarsis, a modo de unas tragedias extrañas, de unas tragedias inconclusas

1, Estructura de la tragedia

Recordemos que la vigencia de la tragedia (tragoidia) obedece precisamente a la articulación de las experiencias que Aristóteles denomina Eteos, phobos y catarsis. Prescindiendo de rigor, anotemos que el Eloes es la identificación del espectador con el héroe por medio de las virtuales y cualidades de este, ya que por tales rasgos se logra que quiera parecérsele y pueda, mediante ejercicio mimetico, apropiarse de su lugar se trata, por supuesto, de una trampa estética, pues en realidad tal identificación prepara al espectador  para que viva como propio el phobos, el horror  de los hechos trágicos que falta (hamartia) y la soberbia (hybris) precipitan  sobre el héroe y que, en contraste con el eleos, produce la catarsis o purga del horror los males representados. Por lo tanto, la tragedia es una  experiencia saludable porque, identificado con el héroe, el espectador disfruta como propia la conjura del mal y porque aun si el héroe sucumbe, al volver a su realidad, igual logra tal conjura. En suma, la catarsis se obtiene a condición de que el espectador se identifique con el héroe y viva plenamente el horror; de lo contrario no puede haber purga, conjura o exorcismo de los males, ya no en la representación, sino en la realidad misma.

Desde luego,  las réplicas de tan precaria descripción, se sumaran las objeciones al procedimiento de extraer conclusiones mediante la comparación de relato y realidad. Lo último nos preocupa menos, primero, porque es un método legítimo, según lo prescriben la antropología, el psicoanálisis y por supuesto la semiótica; segundo porque la construcción social de la realidad se opera en el lenguaje y por él, y , tercero, porque en cuanto sistema de signos, articulación de códigos y circulación de sentidos, la cultura es texto, susceptible de ser leída como tal y abordable como estructura de significación de la que pueden extraerse isotopías figurativas, temáticas y narrativas presentes en los textos, que la integran. Esto, parra no mencionar  la condición fractal y rizomatica del ser humano y de la sociedad, es decir,  la sujeción de ambos a unos diagramas que derivan del régimen del lenguaje y de los cuales hemos recibido confirmación por parte de saberes y narrativas. Así pues, se la tragedia es mimesis (imitación), válganos entonces para explicar esa realidad que al negar la muerte, actualiza tres estructuras narrativas: la del fratricidio, la del terrorismo y la del desgarramiento afectivo.

2. muerte y cultura.

Si en algo coinciden las ciencias naturales y las humanas es en la conveniencia de dialogar con los  muertos en aras de obtener sabiduría. Cadáver y difunto son las caras  de una misma moneda y, por lo mismo, objetos de dos tipos de mirada que, no obstante, se avienen en que al morir como individuo se nace como especie. En efecto, el tabú del cadáver  en descomposición y de los sentimientos de dolor y miedo  que inspiran los muertos obran para que desde el punto de vista de una lógica cultural los seres humanos opongan inicial mente la muerte a la vida en contra vida  de la dialéctica, que advierte la lógica natural, habida cuenta  de que todo organismo comienza a morir desde el instante mismo en que nace y que la muerte forma parte del proceso  de regeneración vital. De ahí para las ciencias naturales, con la biología a la cabeza, no haya existido la muerte sino el cadáver, que en cuando objeto concreto ha permitido conocer positivamente el destino del individuo y prever desde sus dominios mejoras en las condiciones de vida de la especie. Semejante atención ha sido retribuida: las revelaciones del cadáver han facilitado la comprensión no solo de la estructura  y funcionamiento  de los sistemas  vitales, sino también de las condiciones que causan su deterioro y detención, lo cual ha posibilitado el desarrollo del amplio espectro de especialidades médicas y de sus diversos correlatos , como la inmunología, la biogenética, la química farmacéutica y las tecnologías quirúrgicas, frentes desde los cuales la humanidad se alza en su lucha contra el dolor, la enfermedad y el envejecimiento.

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