Caso del hotel Florida

En la recepción del hotel Florida hubo lo que los mayores llaman un pequeño malentendido: el contrato hablaba de un cuarto para una pareja e hijo menor, y resultaba que según el empleado yo era casi adulto; el casi me cayó mortal: ¿el tipo no veía qué demonios era yo? Me desquité pensando que al fin y al cabo el fulano demacrado era un morón sacado de la Familia Adams, programa que no me pierdo en la tele.

Finalmente mis papás y los empleados llegaron a la conclusión de que más valía cambiar la cama infantil por una de adulto para los días que estaríamos en el hotel mientras esperábamos la llegada del resto de los viajeros. Yo no habría tenido palabras para describir la humillación que sentí ante Papá y el tipo Adams; está visto que en su ceguera los adultos tratan a los adolescentes como basura: en ningún momento me preguntaron mi parecer; mirándome de arriba abajo con sus ojos de fantasma el sujeto había remachado: “¿Y ésta es la persona?”

—Yadira no me habló de esto. Miren si quieren que duerma en el piso o en un banco de la plaza.

—No sabes dónde está la plaza —se rió Papá—. Esto es Madrid.

Mamá aclaró:

—Después tendrás una habitación para ti solo o con otra persona; el pobre Salvatore es muy generoso.

— A lo mejor te toca con una nena.

(extracto del primer capítulo)

Esta es una novela de un mundo adolescente. En él Yoryi, un joven puertorriqueño, acompaña a regañadientes a su madre y a su padre en un viaje turístico por España y Francia (en los inicios de la Comunidad Europea). En la travesía aprenderá no solo la cultura de la vieja y la nueva Europa, y de los otros personajes que encontrará, sino, y más profundamente, sobre su identidad, su sexualidad y su visión de mundo. Así, los grandes temas humanos son magistralmente tratados en este bildungsroman, pero desde la perspectiva del narrador que adolece, y se privilegia, de su particular forma de mirar el mundo, contradictorio e inquisidor, de los adultos. El tiempo airado es un viaje vital, ágil e iluminador por las calles, casi siempre solitarias, de la educación del alma del protagonista y de nosotros mismos.

“A estas alturas de mi vida me doy cuenta de que en la escritura existe una tendencia a la crítica social, un tirar la piedra sin esconder la mano, a la vez que da una imagen del ser humano en lucha con el ambiente, consigo mismo y con la muerte. Tengo la certeza de que la escritura es una larga carrera con obstáculos, un oficio terminal del que nadie logra jubilarse.”

—Emilio Díaz Valcárcel

Emilio Díaz Valcárcel cuentista, novelista y ensayista,

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