Cuadro De Cotejo
kevinlule3 de Marzo de 2015
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Guerra de los Cien Años
La Guerra de los Cien Años (en francés: Guerre de Cent Ans; en inglés: Hundred Years' War) fue un conflicto armado que duró 116 años (1 de enero de 1337 - 17 de octubre de 1453)5 6 7 8 entre los reinos de Francia e Inglaterra. Esta guerra fue de raíz feudal, pues su propósito no era otro que resolver quién controlaría las enormes posesiones de los monarcas ingleses en territorios franceses desde 1154, debido al ascenso de Enrique II Plantagenet, conde de Anjou, al trono inglés. Tuvo implicaciones internacionales y finalmente, después de numerosos avatares, se saldó con la retirada inglesa de tierras francesas.
La rivalidad entre Francia e Inglaterra provenía de los tiempos de la Batalla de Hastings (1066), cuando la victoria del duque Guillermo de Normandía le permitió adueñarse de Inglaterra. Ahora los normandos eran reyes de una gran nación y exigirían al rey francés ser tratados como tales, pero el punto de vista de Francia no era el mismo: el Ducado de Normandía siempre había sido vasallo, y el hecho de que los normandos hubiesen ascendido al trono de Inglaterra no tenía por qué cambiar la sumisión tradicional del ducado a la corona de París.
A mediados del siglo XII, los duques normandos fueron reemplazados por la dinastía Anjou, condes poderosos que poseían grandes territorios en el oeste y sudoeste de Francia. El rey angevino inglés Enrique II era de hecho más poderoso que su supuesto señor, el rey de Francia, porque gobernaba un imperio mucho más rico y productivo. En su lucha por limitar el poder de los soberanos ingleses, el rey de Francia Felipe Augusto apoyó la rebelión de uno de los hijos de Enrique II, Ricardo Corazón de León, que lo sucedió en el trono en 1189.
El Tratado de París
Artículo principal: Tratado de París (1259)
Enrique III (1207-1272), heredó el trono siendo muy pequeño, trajo consigo un período de zozobras y temores, que desembocó en el desfavorable Tratado de París en 1259. Enrique renunciaba formalmente a todas las posesiones de sus antepasados normandos y a todos los derechos que pudieran corresponderle. Esto incluía la pérdida de Normandía, Anjou y todas sus demás posesiones salvoGascuña y Aquitania, que había heredado por vía materna. Estas dos regiones quedaban sometidas al homenaje, una especie de pago, renta o tributo que Enrique otorgaría al rey francés para conservarlas.
Eduardo I
Artículo principal: Eduardo I de Inglaterra
Eduardo, hijo de Enrique III, no se conformó con esta situación de sometimiento: construyó una base de poder militar y económico muy superior a la de su padre y quiso colocar de nuevo a su corona en una posición de fuerza en el continente. Inició hostilidades contra Francia (que duraron cuatro años: de 1294 a 1298) pero, más dedicado a consolidar su poder en el interior de la propia Inglaterra, no hizo nada más respecto de Francia. Cuando falleció, otro lapso de convulsiones azotó a Inglaterra. Una Escocia fuerte, motivada y organizada, líderada por Robert the Bruce, venció a los ingleses en varias ocasiones, derrotando al sucesor de Eduardo, Eduardo II, y logrando la ansiada independencia.
La Guerra de San Sardos y Eduardo III
Entre 1324 y 1325 se produjo una nueva guerra entre Inglaterra y Francia, conocida por los historiadores como Guerra de San Sardos por el poblado donde tuvieron lugar las principales acciones. La corona inglesa pasó pronto a manos de Eduardo III, que era sólo un niño, pero a pesar de todo no estaba dispuesto a dejarse vencer con tanta facilidad. El rey de Francia, Carlos IV murió, como sus antecesores, sin dejar heredero varón.
La maldición de los Capetos
La muerte de Carlos IV era el fin de la poderosa y prolongada dinastía de los Capetos. Había sido fundada por Hugo Capeto en 987, y había dado una larga serie de poderosos monarcas que incluía a Luis VI, Luis VII y Luis VIII, todos ellos comandantes en las Cruzadas. Tras la muerte del rey siguiente, San Luis, orientador y capitán de la cruzada contra los cátaros, la dinastía Capeto tuvo aún otro poderoso rey: Felipe el Hermoso. Con él comenzó la decadencia: Felipe destruyó a la antigua y noble Orden del Temple, llevando al juicio y a la hoguera a muchos de sus dirigentes, en especial a su último Gran Maestre Jacques de Molay. La tradición cuenta que De Molay, de pie sobre las llamas que lo consumirían, maldijo a Felipe el Hermoso, al Papa y a la familia Capeto, profetizando su pronta extinción y olvido.
En efecto, Felipe IV murió en 1314, en el curso del mismo año de la ejecución de los templarios. Tenía tres hijos. El mayor, Luis X el Obstinado, fue coronado en agosto de 1315 y murió a los pocos meses, mientras su esposa estaba embarazada. El niño recién nacido iba a ser coronado con el nombre de Juan I mas, en razón de su corta edad, recibió como regente al hermano mediano de su padre, Felipe. El pequeño murió siendo un bebé, por lo que se lo conoce como Juan el Póstumo. Así, su tío Felipe debió ser coronado de inmediato bajo el nombre de Felipe V el Largo. Este rey, aunque enérgico e inteligente, era débil de salud y falleció sólo cinco años después, dejando cuatro hijas que no podían heredar en virtud de la Ley Sálica que él mismo invocó para poder suceder a su sobrino. Le sucedió entonces el tercer hijo de Felipe el Hermoso (y por tanto hermano pequeño de Luis X y Felipe V): Carlos Capeto, que reinó bajo el nombre de Carlos IV.
La supuesta maldición de los templarios terminó de cumplirse el 1º de febrero de 1328 al fallecer este rey dejando sólo dos hijas (una póstuma) y ningún varón para heredar. En apenas 14 años, y luego de cuatro breves reinados, la dinastía de los Capetos se había extinguido.
La guerra
Entre los hijos de Felipe el Hermoso estaba Isabel (llamada la "Loba de Francia"), que era la madre de Eduardo III de Inglaterra. El joven rey, de tan solo dieciséis años, pretendió reclamar su derecho al trono de Francia apelando a esta circunstancia. Muertos sus tres tíos sin herederos, y muerto su primo siendo un niño, consideró que la corona francesa debía pasar a su madre y, a través de ella, a su propia testa. Aun así, si la tesis inglesa tuviese acogida, las hijas de Luis X, Felipe V y Carlos IV tendrían mayor derecho de transmitir la corona, por sobre su tía Isabel de Francia.
Por supuesto, Francia no estaba de acuerdo, por tanto invocaron la Ley Sálica, que impedía la transmisión de la corona a través de la línea femenina, y por ello decidieron que la corona recién abandonada por los Capetos pasara al hermano menor de Felipe el Hermoso (y tío de Luis X, Felipe V y Carlos IV): Carlos de Valois. Pero corría 1328, y Carlos había muerto tres años antes. De ese modo, correspondió según la teoría francesa coronar al hijo de éste, Felipe de Valois, bajo el nombre real de Felipe VI. Este fue el primer monarca de la dinastía Valois, que reinó en Francia sin que Eduardo III pudiese hacer nada para evitarlo. Ahora, correspondía que Eduardo rindiera (y pagase) homenaje al orgulloso Felipe por sus exiguas posesiones, las pocas que aún conservaba en Francia.
Homenajes y refugiados
A Eduardo III no le parecía lógico pagar a Felipe un homenaje por tierras que habían pertenecido a sus antepasados desde hacía siglos y que él mismo tenía el derecho de su parte para ser soberano de Francia. Se veía como un Rey derrocado en Francia al que se obligaba además a pagar tributo al usurpador por el uso de sus propios territorios. La situación no podía durar.
Encontró por fin el modo de dañar a Felipe: uno de los parientes del rey francés, Roberto de Artois, se había rebelado, y Eduardo lo acogió como a un hermano en su corte inglesa. La reacción de Felipe VI fue inmediata: en un golpe de mano rápido y perfecto, invadió y se anexionó la región de Gascuña, propiedad de Eduardo. Eduardo respondió reclamando, por enésima vez, su derecho a ocupar el trono de París.
La guerra interminable
Una vez iniciadas las hostilidades (ya en toda regla, no como simples escaramuzas), la suerte de ambos bandos fue fluctuante y pendular. Al principio, los ingleses de Eduardo efectuaron unas muy importantes operaciones terrestres en 1339 y 1340, y obtuvieron además una gran victoria naval en Sluys. Eduardo utilizaba una táctica copiada de sus enemigos (la chevauchée). Atacaba la campiña desprotegida en sitios donde las tropas francesas eran débiles o estaban ausentes, y se adueñaba de ella. Mataban salvaje y cruelmente de manera indiscriminada a hombres y mujeres, adultos y niños, laicos y seglares, violaban a mujeres y niñas, incendiaban, saqueaban y robaban las posesiones de los campesinos. Al ser estos parte de una sociedad de tipo feudal, se sobreentendía que era responsabilidad y obligación de Felipe de Francia protegerlos contra estos salvajes ejércitos extranjeros. De este modo, además de hacerse con tierras, suministros y prisioneros, Eduardo socavaba la autoridad de Felipe ante los ojos de su pueblo campesino.
En 1346 los franceses entablaron batalla con Eduardo en Crecy y en 1356 con su hijo el Príncipe Negro en Poitiers. Ambos combates concluyeron con resonantes victorias inglesas, en la segunda de las cuales los ingleses se garantizaron una mejor posición de fuerza en las negociaciones posteriores al sorprender y capturar al rey Juan II de Francia (que había sucedido a su padre Felipe en 1350), y a un gran número de nobles y caballeros. Prisionero el monarca, los franceses se vieron obligados a ceder y firmar el Tratado de Brétigny (1360), que devolvía a Eduardo III todas sus posesiones originales salvo Normandía.
El contraataque
Tras la victoria
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