El Poder De La Infancia
ladyj327794 de Diciembre de 2012
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El poder de la infancia
[Cuento. Texto completo]
León Tolstoi
-¡Que lo maten! ¡Que lo fusilen! ¡Que fusilen inmediatamente a ese canalla...! ¡Que lo maten! ¡Que corten el cuello a ese criminal! ¡Que lo maten, que lo maten...! -gritaba una multitud de hombres y mujeres, que conducía, maniatado, a un hombre alto y erguido. Éste avanzaba con paso firme y con la cabeza alta. Su hermoso rostro viril expresaba desprecio e ira hacia la gente que lo rodeaba.
Era uno de los que, durante la guerra civil, luchaban del lado de las autoridades. Acababan de prenderlo y lo iban a ejecutar.
"¡Qué le hemos de hacer! El poder no ha de estar siempre en nuestras manos. Ahora lo tienen ellos. Si ha llegado la hora de morir, moriremos. Por lo visto, tiene que ser así", pensaba el hombre; y, encogiéndose de hombros, sonreía, fríamente, en respuesta a los gritos de la multitud.
-Es un guardia. Esta misma mañana ha tirado contra nosotros -exclamó alguien.
Pero la muchedumbre no se detenía. Al llegar a una calle en que estaban aún los cadáveres de los que el ejército había matado la víspera, la gente fue invadida por una furia salvaje.
-¿Qué esperamos? Hay que matar a ese infame aquí mismo. ¿Para qué llevarlo más lejos?
El cautivo se limitó a fruncir el ceño y a levantar aún más la cabeza. Parecía odiar a la muchedumbre más de lo que ésta lo odiaba a él.
-¡Hay que matarlos a todos! ¡A los espías, a los reyes, a los sacerdotes y a esos canallas! Hay que acabar con ellos, en seguida, en seguida... -gritaban las mujeres.
Pero los cabecillas decidieron llevar al reo a la plaza.
Ya estaban cerca, cuando de pronto, en un momento de calma, se oyó una vocecita infantil, entre las últimas filas de la multitud.
-¡Papá! ¡Papá! -gritaba un chiquillo de seis años, llorando a lágrima viva, mientras se abría paso, para llegar hasta el cautivo-. Papá ¿qué te hacen? ¡Espera, espera! Llévame contigo, llévame...
Los clamores de la multitud se apaciguaron por el lado en que venía el chiquillo. Todos se apartaron de él, como ante una fuerza, dejándolo acercarse a su padre.
-¡Qué simpático es! -comentó una mujer.
-¿A quién buscas? -preguntó otra, inclinándose hacia el chiquillo.
-¡Papá! ¡Déjenme que vaya con papá! -lloriqueó el pequeño.
-¿Cuántos años tienes, niño?
-¿Qué van a hacer con papá?
-Vuelve a tu casa, niño, vuelve con tu madre -dijo un hombre.
El reo oía ya la voz del niño, así como las respuestas de la gente. Su cara se tornó aún más taciturna.
-¡No tiene madre! -exclamó, al oír las palabras del hombre.
El niño se fue abriendo paso hasta que logró llegar junto a su padre; y se abrazó a él.
La gente seguía gritando lo mismo que antes: "¡Que lo maten! ¡Que lo ahorquen! ¡Que fusilen a ese canalla!"
-¿Por qué has salido de casa? -preguntó el padre.
-¿Dónde te llevan?
-¿Sabes lo que vas a hacer?
-¿Qué?
-¿Sabes quién es Catalina?
-¿La vecina? ¡Claro!
-Bueno, pues..., ve a su casa y quédate ahí... hasta que yo... hasta que yo vuelva.
-¡No; no iré sin ti! -exclamó el niño, echándose a llorar.
-¿Por qué?
-Te van a matar.
-No. ¡Nada de eso! No me van a hacer nada malo.
Despidiéndose del niño, el reo se acercó al hombre que dirigía a la multitud.
-Escuche; máteme como quiera y donde le plazca; pero no lo haga delante de él -exclamó, indicando al niño-. Desáteme por un momento y cójame del brazo para que pueda decirle que estamos paseando, que es usted mi amigo. Así se marchará. Después..., después podrá matarme como se le antoje.
El cabecilla accedió. Entonces, el reo cogió al niño en brazos y le dijo:
-Sé bueno y ve a casa de Catalina.
-¿Y qué vas a hacer tú?
-Ya ves, estoy paseando con este amigo; vamos a dar una vuelta; luego iré a casa. Anda, vete, sé bueno.
El chiquillo se quedó mirando fijamente a su padre, inclinó la cabeza a un lado, luego al otro, y reflexionó.
-Vete; ahora mismo iré yo también.
-¿De veras?
El pequeño obedeció. Una mujer lo sacó fuera de la multitud.
-Ahora estoy dispuesto; puede matarme -exclamó el reo, en cuanto el niño hubo desaparecido.
Pero, en aquel momento, sucedió algo incomprensible e inesperado. Un mismo sentimiento invadió a todos los que momentos antes se mostraron crueles, despiadados y llenos de odio.
-¿Saben lo que les digo? Deberían soltarlo -propuso una mujer.
-Es verdad. Es verdad -asintió alguien.
-¡Suéltenlo! ¡Suéltenlo! -rugió la multitud.
Entonces, el hombre orgulloso y despiadado que aborreciera a la muchedumbre hacía un instante, se echó a llorar; y, cubriéndose el rostro con las manos, pasó entre la gente, sin que nadie lo detuviera.
La ficha de la muerte I•
Ocurrió en los tiempos de Olivero Cromwell. El coronel Duncan Mayfair era el oficial más joven de su grado en los ejércitos de la Comunidad, porque sólo tenía treinta años, Pero, a pesar de su juventud, era un soldado veterano, curtido por la intemperie y maltratado por la guerra, porque empezó su carrera militar a los diecisiete años; había peleado en muchos combates, ganando paso a paso su alta graduación en el servicio y la admiración de los demás por su valor en el campo de batalla.
Había llegado la velada invernal, y en la parte de afuera reinaban la tormenta y la oscuridad: dentro, un silencio melancólico, porque Duncan y su joven esposa Courtney se habían confesado su dolor, ya no les quedaba otra cosa que permanecer sentados mano sobre mano contemplando el fuego, pensando y esperando. No tendrían que esperar mucho; lo sabían, y la esposa se estremeció ante aquel pensamiento.
Tenían una niña, Izzy, de siente años, que era su ídolo. De un momento a otro se presentaría para dar y recibir el beso de despedida para acostarse; el coronel abrió la boca y dijo:
-Seca tus lágrimas y pongamos cara de felicidad, por amor a la niña. Es preciso que olvidemos por un rato lo que ha de ocurrir.
-Lo haré. Cerraré mis lágrimas dentro de mi corazón, que está destrozándome.
- ¡Silencio, princesa, que ella llega!
Se deslizó por la puerta una figurita de cabellos rizados, vestida con ropa de noche; corrió hacia su padre y éste la estrechó contra su pecho y la besó fervorosamente una, dos, tres veces.
-Pero, papá, no tiene usted que besarme de esa manera; me alborota el cabello.
-¡Cuánto lo siento, cuánto lo siento! ¿Me perdonas?
-¡Naturalmente que sí, papá! Pero usted está pesaroso, no de manera fingida, sino real; profundamente pesaroso.
-Bien, Izzy, puedes juzgarlo por ti misma- y se tapó la cara con las manos, haciendo como que sollozaba.
La niña sintió gran remordimiento al ver el final trágico que ella había ocasionado y empezó también a llorar y a tirarle de las manos diciendo:
-¡Por favor, papá, no llores! Izzy no tuvo mala intención; Izzy no lo volverá a hacer jamás. ¡Por favor, papá!- dando tirones y haciendo fuerza para separar los dedos, la niña tuvo una rápida sospecha de un ojo que la miraba detrás de ellos y exclamó-:
-Papá, eres malísimo. No estabas llorando, solo estabas engañándome, Izzy se va ahora con mamá, porque no la tratas como es debido- Iba a bajar al suelo, pero su papá la rodeó con los brazos y respondió:
-No te vayas y quédate conmigo, se que fui malo y Duncan pide perdón a Izzy y Hará todo lo q ella pida en castigo.
Y así acabó la cosa; un instante después había vuelto a la cara de Izzy la luz del sol, daba palmaditas en las mejillas de Duncan y puso la penitencia:
-¡Quiero que me cuentes una historia, una historia!
-¿Qué es eso?
Duncan y Courtney contuvieron el aliento y escucharon pasos. Al principio fueron débiles, pero se fueron acercando cada vez más, con más y más fuerza, luego cruzaron por delante de la casa y se perdieron a lo lejos. Ellos respiraron tranquilamente, ya había pasado… por ahora, y Duncan dijo:
-¿Quieres una historia? ¿Que sea alegre?
-No, quiero una terrible
Duncan hubiera negado aquello, pero lo acordado era que haría lo que ella le mandara. Como buen soldado que era, no tenia mas remedio que hacerla buena. Ella dijo:
-No todas las personas pasan por momentos felices
-Es cierto- Fue lo único que pudo contestar en ese momento
-Entonces cuéntame una historia trágica, una de miedo, que me haga tiritar y que dé la impresión de que trata de nosotros mismos- decía muy entusiasta Izzy- Mamá, ven conmigo, y si quieres agarra una de mis manos, por si la historia es demasiado terrible y así podamos sobrellevarla los tres juntos. Papi ya puedes empezar
-Hubo en un tiempo tres coroneles…
-¡Eso está muy bien! Yo conozco muy bien a los coroneles, tú lo eres y yo se como son sus uniformes, continua
-Durante una batalla se hicieron reos de una falta contra la disciplina.
Esta frase sonó muy bien en la oreja de Izzy:
-¿Es algo bueno para comer, papá?
En ese momento, los padres sonrieron levemente, y el padre contestó:
-No, no es nada de comer. Se excedieron en el cumplimiento de las órdenes que tenían.
-¿Eso es algo…?
-No. Tampoco es comestible. Me refiero a que se les ordenó, en la batalla que se estaba perdiendo, disimular
...