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El arquetipo de la mujer independiente e inalcanzable dentro del paradigma de la mujer tradicional en los cuentos “La mujer fría” y “El maniquí”


Enviado por   •  12 de Diciembre de 2018  •  Ensayos  •  1.898 Palabras (8 Páginas)  •  186 Visitas

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El arquetipo de la mujer independiente e inalcanzable dentro del paradigma de la mujer tradicional en los cuentos “La mujer fría” y “El maniquí”

        En una época donde los hombres eran considerados como caballeros galantes y muy respetables, símbolos de poder, fuerza e independencia; las mujeres estaban limitadas a una vida tradicional enfocada en el papel de damas señoriales y de muy buenos modales, sujetas a cumplir con lo que la sociedad esperaba de ellas. Amabilidad, sumisión y recato. La idea de una figura femenina pretensiosamente distinta que rompiera -incluso- sutilmente con estas reglas, era una llamada de atención inevitable a todo aquel que se mantuviese al margen del status quo. ¿Podría ser esta actitud demasiado desafiante y ambiciosa para la época? En los cuentos “El maniquí” de Vicente Blasco Ibáñez y “La mujer fría” de Carmen de Burgos, se presentan dos figuras femeninas con características similares a las mencionadas. En este caso, jóvenes misteriosas cuya belleza resultaba irresistible e irrefrenable para los hombres y cuya voluntad no escatimaba en esfuerzos para lograr lo propuesto.

Si bien, ellas podían tener control sobre sus acciones y la expectación que generaban en su entorno, su pretensión de quebrar las normativas preestablecidas no era el objetivo principal. Amor, poder, ambición, cualquiera que fuese el móvil, estaba muy por encima de la mera intención de causar un impacto que no fuese para ellas mismas. No sería este deseo per sé, el cambio trascendental sino el significado de ese conjunto de acciones lo que compone el reto para la sociedad tradicionalista del momento. La libertad de poder ser o hacer según lo que venga en gana, sin esperar aprobación de terceros y con la convicción de sí mismas.

En el caso de “El maniquí”, se encuentra un hombre abatido por la falta de reciprocidad amorosa por parte de una mujer a la que dedicó su vida. Una mujer que lo dejó por vivir los lujos, elegancia, poder, amores y lujuria de la independencia femenina, y que al final -en su lecho de muerte- vuelve hasta él pidiendo perdón y profesándole el amor más sincero. Sin mencionar el detalle de otro amante en la escena, bajo la misma posición sentimental que Luis Santurce, el protagonista del cuento y esposo de Enriqueta, la femme fatale del relato. Lo cual resulta irónico si se compara esta conducta con la esperada por una mujer en la misma situación. Lo más común sería verla a ella en el papel del ser sufrido y pusilánime. Por su parte en “La mujer fría”, se presenta como protagonista a Blanca, una mujer altiva y misteriosa, con una belleza gélida tan impactante como sus gestos y modos, que la hacen inalcanzable a los ojos de cualquier hombre y muy superior de acuerdo a la percepción recelosa de las mujeres de la época. Pero que, más allá de su físico esconde una suerte de hechizo lúgubre que le impide establecer una relación duradera con cualquiera de sus pretendientes, incluso con Fernando, el único al que amó realmente. Blanca aparece como una mujer digna y respetable, poderosa gracias a su viudez y reconocida por los rumores que se le atribuyen a su aura de frialdad lo cual genera fascinación y desconfianza en su entorno. Son estas figuras femeninas dominantes, dispuestas a obtener lo que desean con inteligencia y tenacidad, lo que rompe con la costumbre de aquella mujer dócil que deja a los demás imponer sus juicios ante lo que ella cree correcto. Una evidencia de las mujeres que fungen un papel guiado por la independencia y libertad, el poder de escoger sobre sus objetivos y sentimientos por encima de cualquier cosa. Mientras que la función de los hombres se ve romantizada al punto de revelarlos como desdichados, poco merecedores del amor de estas y, sobre todo como seres muy sensibles. Factor que suele ser ocultado bajo una fachada de fortaleza emocional y auto dependencia. Es en este caso que se crea un espacio de terror al revelar el juego de los arquetipos contrapuestos: la figura masculina débil y diminuta, y la idealizada mujer fatal; así como el ansiado príncipe azul frente a la doncella en apuros. En ambas situaciones, la turbación de descubrirse inferiores a un espécimen tan perfecto y original -en el caso de los hombres- era lo que llevaba a los protagonistas a la desmoralización de su integridad. Pero las figuras femeninas no estaban muy lejos de eso tampoco, las protagonistas dentro de su propia libertad también cayeron en la degradación de su posición. Para Blanca, que su belleza y amor profundo no sirvieran de nada para mantener consigo al hombre que amaba, porque a fin de cuentas estaba destinada a la soledad; y para Enriqueta, al regresar a brazos de su marido tras años de separación, profesándole su amor sin ser lo suficientemente sincera como para admitir que lo único que le importaba era ella misma.

Otro punto interesante dentro del análisis de “La mujer fría” y “El maniquí”, recae en la fuerte similitud analógica de sus títulos. Ya en un sentido más personal y poético, un maniquí al igual que un muerto o una roca ofrecen los mismos cuerpos vacíos de alma, distantes y físicamente perfectos. Características que se les atribuye a las protagonistas de los cuentos, para definirlas más allá de sus propias acciones. Lo que supone, también, el móvil en los espacios de terror dentro de las historias: La absurda perfección de la belleza, la superioridad y la naturaleza de poseer un objeto inalcanzable y luego perderlo como en el caso de Blanca y su amor; y lo irónico del cambio de papeles en “El Maniquí”, donde se estipula que es el hombre quien sufre por la mujer. Este cambio de papeles con respecto a la esencia femenina y masculina al final de las narrativas, supone la contraposición al “deber ser” estipulado durante muchos siglos con respecto a los géneros y la sexualidad. Si bien para la época y aun en la actualidad -aunque ya en disminución- todavía se representa los hombres como únicos individuos capaces, fuertes, libres e independientes. En esta oportunidad lejos de esa fachada impositiva, se les ve como seres más sensibles rodeados quizá, por un halo feminista que para aquel momento supondría una ruptura con lo tradicional o políticamente correcto.

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