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Ensayo como una novela.


Enviado por   •  15 de Marzo de 2017  •  Ensayos  •  3.480 Palabras (14 Páginas)  •  224 Visitas

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SECRETARÍA DE EDUCACIÓN PÚBLICA. [pic 1][pic 2]

INSTITUTO ESTATAL DE EDUCACIÓN PÚBLICA DE OAXACA

ESCUELA NORMAL SUPERIOR FEDERAL DE OAXACA

[pic 3]

LICENCIATURA EN EDUCACIÓN SECUNDARIA

ESPECIALIDAD: ESPAÑOL

     OCTAVO SEMESTRE

SEMINARIO DE APRECIACIÓN LITERARIA I

ENSAYO:  COMO UNA NOVELA

                POR: KARINA HERNÁNDEZ RAMÍREZ.

                ASESOR: MTRA. CATALINA AQUINO CONCHA

         OAXACA DE JUÁREZ, OAX.,                                AGOSTO DE 2011.

COMO UNA NOVELA

“Todo aquél que lee, deja en un cajón de sus recuerdos una anécdota más para su existir”.

Anónimo.

     El título ya descrito nos da el paso a imaginar que el texto con el cual estuvimos familiarizados a lo largo del semestre, también va siendo como una novela, ésta la vivimos dentro del salón de clase en la Normal. Nuestra novela en el salón no fue escrita en un papel pero sí en la cotidianeidad de nuestra asistencia a clases.  Así que este breve ensayo, trata de rescatar lo que el escrito nos iba mostrando diariamente y que, en plenaria, analizábamos con las distintas participaciones que enriquecían nuestra conciencia acerca de “leer”.

  1. La novela.

     Inicio con este tema de manera abarcando este concepto de forma muy breve, y lo hago ya que el título del libro contiene el concepto, mismo que de acuerdo a la RAE “la novela es una obra literaria en prosa en la que se narra una acción fingida en todo o en parte y cuyo fin es causar placer estético a los lectores con la descripción o pintura de sucesos o enlaces interesantes, de caracteres, de pasiones y de costumbres”.   

     De este libro titulado “como una novela”, fuimos degustando de su prosa, misma que nos narró de principio a fin cómo se puede disfrutar y mostrar el placer de leer, fueron diversos sucesos tanto de familia como en la escuela en los cuales los alumnos, los hijos, los estudiantes, iban retomando un rol que les permitía conocer a fondo de la lectura.

     Al mismo tiempo, nosotros como lectores fuimos adoptando un rol en el cual por momentos retomábamos el papel de alumnos y en otros, nos vestíamos con el traje de profesores, de igual forma recordamos nuestros tiempos de infancia en los cuales se nos leía un cuento y, probablemente algunos compañeros hayan retomado el rol de padres según lo platicado por Pennac.  Comencemos entonces este recorrido que el libro nos fue ofreciendo a lo largo del semestre.

  1. ¿Qué hacer con la lectura?.

      Comienzo este otro breve apartado contando los derechos que todos y todas tenemos como lectores y hago patente esto ya que la escuela que es la institución donde se nos enseña a leer, tiene normas y reglas muy rígidas que en cierta forma destruyen nuestras ganas de leer y disfrutar el texto.  Si nos remitimos a Freire, él nos enseñaba cómo leer el mundo y mostraba que el niño desde pequeño lee, lee al interpretar lo que sucede alrededor de él, lee las situaciones que vive, lee a cada instante, pero cuando llega a la escuela, su visión se limita a seguir trazos que dibuja con su mano y a la mera repetición de sílabas sin sentido, es entonces cuando nosotros los docentes y la institución educativa, apagamos esa sed por aprender y coartamos la lectura y el proceso de hipótesis que el alumno iba descubriendo debido a su contacto con los medios escritos.

     Y la reflexión de Pennac: “Qué pedagogos éramos cuando no nos preocupábamos de la pedagogía”.  Esta frase es muy clara ya que en el aula nos olvidamos del placer e imponemos, coartamos e interferimos procesos ya que existen momentos en los cuales tenemos el traje de “profesores” que nos convierte en seres rígidos, en personajes que ejecutan órdenes, a quienes se les debe obedecer, somos quienes imponen actividades que los alumnos realizan en cierto tiempo.  Pero cuando no nos preocupamos por la pedagogía o por culminar un programa y nos dejamos llevar por un libro y de paso arrastramos en ese llevar a nuestros alumnos, ¿dónde queda la pedagogía? Me refiero no a una pedagogía metódica, rígida, sino una forma de crear en los alumnos el gusto, el disfrute.  Que la lectura entonces se convierta en un instante mágico que nos permita viajar, degustar de sí misma,  un instante de emoción y no sólo de imposición.

     Pero entonces ¿qué se nos pide como docentes para la enseñanza de la lectura? Para iniciar, debemos adentrarnos en esa actividad de lectura y que no quede únicamente en el modo imperativo, sino que logremos que el alumno cambie de actitud ante el libro, quizá deba ser primero en nosotros, pero también puede ser un proceso paralelo, de manera que con el alumno lograr una relación tan íntima entre el alumno, nosotros y el libro se pueda convertir en instantes disfrutables, dice Pennac que no importa si no se tiene el talento al narrar, quizá lo vayamos aprendiendo con el paso del tiempo y la actividad constante. Aquí, no importa si se cuenta primero el final y posteriormente el principio, pero esto hará una comunión entre el otro y yo en el cual existe un sabor, un sabor a placer, un sabor a complicidad, a amistad, un placer diario y constante.

     Y al lograr esta actividad diaria, llegar a pensar en lo que Pennac redacta de la siguiente manera:

“Sí, el cuento leído cada noche llenaba a la más bella función de la oración, la más desinteresada, la menos especulativa y que no concierne sino a los hombres: el perdón de las ofensas.  No se confesaba allí ninguna falta, no se buscaba adjudicarse una porción de eternidad…”

     Es decir, la lectura tan apegada a nuestra vida que se convirtiera en un acto sagrado, un acto sublime.  Pero un acto gratis también al no solicitar favores sino agradecer por saber y poder  leer.

    De igual forma, esta lectura como un ritual, algo que nos lleve a consumir la comunión con el autor del texto, a esa intimidad mencionada en otros capítulos, la actividad que me sea necesidad, petición al autor que me cuente más de lo que me narra diariamente, una oración sin necesidad de dar a cambio mi perdón por las culpas cometidas durante el día sino solicitar a cambio la lectura, el gusto por saber qué más me platicará el autor esa noche. Un momento de recuperar la intimidad que quizá se haya perdido.

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