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Ensayos sobre cuentos de El Llano en llamas


Enviado por   •  18 de Enero de 2016  •  Ensayos  •  2.781 Palabras (12 Páginas)  •  451 Visitas

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UNIVERSIDAD CENTRAL DEL ECUADOR

Facultad de Comunicación Social

7 de enero del 2016

Lingüística Textual

Nombre: Brayan Chaparro                                          Semestre - Paralelo: Tercero “A”


Ensayos sobre el libro “El Llano en llamas” (Corregidos)

El Llano en llamas es una recopilación que comprende un total de 17 cuentos que fueron publicados en el D.F. por el Fondo de Cultura Económica en su primera edición en el año de 1953 y que son de autoría del escritor mexicano Juan Rulfo.

Ensayo creativo

Tema: La salvación imposible (Cuento: ¡Diles que no me maten!)

El crimen, la culpa y la venganza se conjugan y dan origen al cuento ¡Diles que no me maten! en el que se narra los últimos días de vida de Juvencio Nava, quién trata de purgar un pecado que cree ya haber pagado al pasar huyendo y escondiéndose después de asesinar a su compadre Guadalupe Terreros, el dueño de la Puerta de Piedra, porque se negó a darle pasto para sus animales que se estaban muriendo de hambre. A partir de ese momento, la vida de Juvencio dejó de serlo, lo perdió todo: su casa, su mujer, y la única esperanza que le quedo fue convertirse en fugitivo. Se marchó muy lejos a vivir donde su hijo por el temor de que vinieran a buscarlo para hacer justicia. Ni siquiera sus intentos de comprar su libertad le sirvieron, porque 35 años después El Coronel lo encontró y se lo llevó para fusilarlo y así vengar la muerte de su padre: Don Lupe. Aunque manifestó de la manera más sincera sus súplicas y a pesar de la intercesión de su hijo, Justino, no consiguió aplazar aquel destino ineludible.

“Allí en la tierra estaba toda su vida. Sesenta años de vivir sobre de ella, de encerrarla entre sus manos, de haberla probado como se prueba el sabor de la carne. Se vino largo rato desmenuzándola con los ojos, saboreando cada pedazo como si fuera el último” (Rulfo, 1987: 70). Después de tanto tiempo de haber permanecido huyendo, finalmente Juvencio se encontró ante las puertas de la muerte. Haciendo uso de la diplomacia y convencido de que el asunto ya estaría olvidado trató suplicar a los soldados que no lo mataran, que el sufrimiento que merecía por el crimen ya lo había pagado. Amparándose en la figura mediadora de su hijo aquel hombre viejo trato de impedir su trágico final.

“Es algo difícil crecer sabiendo que la cosa de donde podemos agarrarnos para enraizar está muerta” (Rulfo, 1987: 16). Esa expresión refleja perfectamente el sentimiento de vacío que le había dejado al Coronel la muerte de su padre y posteriormente la de su madre. La figura del desamparo y la venganza se vivifican en él y son el principal motivo que le impelen a hacer justicia, a condenar al viejo Juvencio por su crimen. A pesar de todos los años que habían transcurrido El coronel no había olvidado lo ocurrido y se lo manifestó al viejo diciéndole: “Lo que no se olvida es llegar a saber que el que hizo aquello está aún vivo, alimentando su alma podrida con la ilusión de la vida eterna. No podría perdonar a ése, aunque no lo conozco (...) No puedo perdonarle que siga viviendo. No debió haber nacido nunca” (Rulfo, 1987:70).

Solo después de su muerte, Juvencio, pudo estar tranquilo. Durante su eterna huida siempre conservó la esperanza de recobrar su vida, aferrado a su constante transitar por la tierra tomó la fortaleza necesaria de ella. Sin embargo, terminó muerto y con su fisonomía irreconocible. El cadáver de aquel viejo se lo llevó, Justino, cargado en un burro para darle santa sepultura y durante el trayecto, sin remordimiento alguno por no haberlo salvado, le iba diciendo: “Tu nuera y los nietos te extrañarán (…) Te mirarán a la cara y creerán que no eres tú. Se les afigurará que te ha comido el coyote cuando te vean con esa cara tan llena de boquetes por tanto tiro de gracia como te dieron” (Rulfo, 1987: 71).

Finalmente, Juvencio, descubrió que el destino que le aguardaba fue ineludible. El sentimiento de culpa que por tantos años lo había perseguido y causado su ruina, jamás lo imaginó convertido en venganza en las manos del Coronel, y aunque hasta el final se mantuvo firme en su ideal de vivir, la suerte le tenía preparada la sentencia de la muerte, que nunca ha sido ajena a los fugitivos y criminales. Su esfuerzo fue en vano, estaba predestinado que su salvación no era un hecho posible. No obstante, solo así pudo descansar en paz.

Ensayo argumentativo

Tema: La resignificación de un mito (Cuento: No oyes ladrar los perros).

Carlos Fuentes en La nueva Novela hispanoamericana expresaba sobre la obra de Juan Rulfo: “No sé si se ha advertido el uso sutil que Rulfo hace de los grandes mitos universales en Pedro Páramo. Su arte es tal, que la transposición no es tal: la imaginación mítica renace en el suelo mexicano y cobra, por fortuna, un vuelo sin prestigio.” (Fuentes, 1980: 16). Esta resignificación que se le da a algunos de los más conocidos mitos universales se puede visibilizar en No oyes ladras los perros, breve cuento incluido en El Llano en llamas, que explora la compleja relación entre padre e hijo, debido a que la condición física de este último obliga al padre a llevarlo en sus espaldas, evocando una imagen similar a la de Eneas llevando a su inválido padre en sus espaldas mientras huía de Troya cuando la ciudad ardía en llamas.

La conexión corporal que se establece entre Ignacio y su padre se menciona en la historia en forma de una “sombra larga y negra (…) moviéndose de arriba abajo, trepándose a las piedras, disminuyendo y creciendo según avanzaba por la orilla del arroyo. Se trata de una sola sombra tambaleante” (Rulfo, 1987: 89). La alteración de la imagen, respecto de la figura de Eneas cargando a Anquises, manejada por el escritor sirve para reflejar plenamente la incomunicación y el antagonismo existente en esta relación paterno-filial.

El esclarecimiento de la historia es de manera gradual, por lo que al lector le resulta desconocida la razón por la que un padre carga a su hijo herido. Sin embargo, a medida que se va promediando el texto, se conoce que el padre ha rescatado a su hijo de una emboscada y lo lleva a Tonaya para que reciba atención médica. Tonaya, traducido del náhuatl, significa “tener calor” o “sudar”, lo cual puede ser comprendido como una alusión al gran esfuerzo que realiza el viejo padre de Ignacio “sin soltar la carga de sus hombros” (Rulfo, 1987: 89). Esta situación se presenta totalmente contraria a la imagen del joven y vigoroso Eneas exclamándole a su padre: “Sube en mis hombros (…) a fe que mucha no ha de serles la carga” (Virgilio, 1890: 96).

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