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Espejo Enterrado


Enviado por   •  17 de Octubre de 2012  •  1.636 Palabras (7 Páginas)  •  790 Visitas

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Este es un libro complejo escrito por Carlos Fuentes en donde nos lleva a mirar en nuestra historia, nuestro arte, nuestras tradiciones, nuestra cultura. Es un libro a mi parecer difícil de comprender y analizar. Nos relata la verdad de lo q ha sido América Latina y las utopías que se han manejado a lo largo de los años.

Carlos Fuentes trata de desenterrar el espejo de la cultura española y latinoamericana para poner en claro las relaciones entre España y sus ex colonias. Para él este proceso es una búsqueda de la continuidad cultural que pueda informar y trascender la desunión económica y la fragmentación política del mundo hispánico.

Según Fuentes, los orígenes de una historia hispánica se encuentran en la época ibérica de España. El individualismo, el culto del honor y la tradición de combatir y resistir, eran cualidades típicas de la época ibérica. Esta tradición fue enriquecida por los conquistadores púnicos, griegos, romanos, godos y árabes.

El 12 de Octubre de 1492, Cristóbal Colón desembarcó en una pequeña isla del hemisferio occidental. La hazaña del navegante fue un triunfo de la hipótesis sobre los hechos: la evidencia indicaba que la tierra era plana; la hipótesis, que era redonda. Colón apostó a la hipótesis, puesto que la tierra es redonda, se puede llegar al Oriente navegando hacia Occidente. Pero se equivocó en su geografía. Creyó que había llegado a Asia. Su deseo era alcanzar las fabulosas tierras de Cipango (Japón) y Catay (China), reduciendo la ruta europea alrededor de la costa de África, hasta el extremo sur del Cabo de Buena Esperanza. Pero el navegante encontró un espacio donde la inmensa riqueza asiática con que había soñado estaba ausente Colón tuvo que inventar el descubrimiento de grandes riquezas en bosques, perlas y oro, y enviar esta información a España. De otra manera, su protectora la Reina, podría haber pensado que su invención y su fe en este marino genovés de imaginación febril había sido un error.

Pero Colón más que oro, le ofreció a Europa una visión de la Edad de Oro restaurada: éstas eran las tierras de Utopía, el tiempo feliz del hombre natural. Colón había descubierto el paraíso terrenal y el buen salvaje que lo habitaba. Pero pronto tuvo que retractarse. Desde entonces, el continente americano ha vivido entre el sueño y la realidad, ha vivido el divorcio entre la buena sociedad que deseamos y la sociedad imperfecta en que realmente vivimos. Hemos persistido en la esperanza utópica porque fuimos fundados por la utopía, porque la memoria e la sociedad feliz está en el origen mismo de América, y también el final del camino, como meta y realización de nuestras esperanzas.

Quinientos años después de Colón, se nos pidió celebrar el quinto centenario de su viaje, sin duda uno de los grandes acontecimientos de la historia humana; pero muchos de nosotros nos preguntamos: ¿tenemos algo que celebrar?

En las tumbas de los sitios religiosos más antiguos se han encontrado espejos enterrados cuyo propósito, ostensiblemente, era guiar a los muertos en su viaje al inframundo. Cóncavos, opacos, pulidos, contiene la centella de luz nacida en medio de la oscuridad. Pero el espejo enterrado no es solo parte de la imaginación indígena americana. Existe un espejo: un espejo que mira de las Américas al Mediterráneo y viceversa. En la orilla mediterránea, el Caballero de los Espejos, le da batalla a Don Quijote. No muy lejos en el Museo del Prado en Madrid, el pintor Velásquez se pinta pintando lo que realmente está pintando, como si hubiese creado un espejo. Pero en el fondo mismo de su tela, otro espejo refleja a los verdaderos testigos de la obra de arte: tú y yo.

El espejo salva una identidad más preciosa que el oro que los europeos les dieron en canje a los indígenas.

¿Acaso no tenían razón? ¿No es el espejo tanto un reflejo de la realidad como un proyecto de la imaginación?

América comenzó en el eco de algunas voces en medio del silencio. Voces de la soledad y, también, de la convivencia. Por muchos siglos, judíos musulmanes y cristianos, las tres culturas del libro, las tres religiones veneradoras de la palabra de Dios volcada en un libro, habían convivido y dialogado dentro de España. El diálogo entre las razas -ya no de las religiones- llegó a nuestra América. América fue y es mestiza, igual que lo había sido España. Vieja heterodoxia española: costumbre a sumar oposiciones y acercar diferencias. América nació de la necesidad de otredad de Occidente, también de su crueldad. Oro y sangre. Esperanza y dolor. Paraíso e infierno. El espejo de América reflejaba el rostro de quien se miraba en ella.

Vencedores y vencidos; cultura de unos y de otros. Vencido fue el universo indígena. Vencedor fue el Siglo de Oro español. ¿Cuál fue la razón, se pregunta Fuentes, de la incomparable grandeza artística de esa época de la historia de España? La constante contradicción -se

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