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Introduccion De La Vision De Los Vencidos


Enviado por   •  4 de Diciembre de 2014  •  1.243 Palabras (5 Páginas)  •  149 Visitas

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Desde los primeros años del siglo XVI se sabía en España y en otros muchos lugares de Europa que, más allá de las islas con que se había topado Colón, se extendía un inmenso litoral, desde muy al norte y que, con entrantes y salientes, continuaba a lo largo de miles de leguas hacia el sur. Nuevas exploraciones, partiendo de las islas y también de varios puertos europeos, habían sido enviadas no ya sólo por España sino también por Inglaterra y Portugal, para esclarecer qué eran esas tierras y, de ser posible, tomar posesión de ellas. Tales fueron los propósitos de expediciones como las de Juan Caboto (1497-1498) que, al servicio de Inglaterra, en busca de un estrecho o paso por el norte que abriera el camino al Asia, llegó a las actuales Terranova y Nueva Escocia. Navegantes españoles fueron Alonso de Ojeda que en 1493 había acompañado a Colón en su segundo viaje y que desde 1499 comenzó a explorar las costas de Venezuela, en tanto que Diego de Nicuesa se adentraba por el rumbo de Panamá a la que se nombró Castilla del Oro. También por ese rumbo anduvieron en cercanas fechas el célebre piloto y cartógrafo Juan de la Cosa y Rodrigo de Bastidas, todos empeñados en inquirir acerca de ese litoral que se extendía más allá de las islas. Otras penetraciones por el norte fueron las de los portugueses Gaspar Corterreal y su hermano Miguel, (1501-1502) que exploraron las costas de Groenlandia y la península de Labrador. Los afanes por desvelar los enigmas de las tierras nuevas llevaron a más viajes hacia el sur. Entre los que así navegaron sobresalen Pedro Álvarez Cabral que, desviándose en 1500 de su ruta cercana al África, llegó a las costas del Brasil; Juan Díaz de Solís que también, con Vicente Yáñez Pinzón y, más tarde por su cuenta, tocó tierras brasileñas y otras mucho más meridionales, así como Américo Vespucio, el florentino que, por obra de sus viajes y relatos, movió al cartógrafo Martín Waldseemüller a adjudicar en 1507 el nombre de América a la gran masa de tierra tenida como de imprecisos perfiles1.

Los mapas que se produjeron por ese tiempo, desde el de Juan de la Cosa en 1500 (con probables adiciones hacia 1508) y los debidos a Alberto Cantino (1502), Giovanni Matteo Contarini (1506) o al ya citado Waldseemüller (1507, 1508, 1513#) y hasta el globo terráqueo de Johannes Shöner (1515, 1520#), tienen en común delinear, al poniente, norte y sur de las Antillas, litorales muy grandes y poco precisos que son como la fachada de una gran masa continental respecto de la cual prevalece una casi total ignorancia2.

La gran pregunta de si las tierras hasta entonces avistadas, objeto a veces de rápidos desembarcos, eran o no parte del Asia estaba aún por responderse. Perduraban los rumores sobre fabulosos reinos, con riquezas de toda suerte que, se decía, existían en el interior de esas vastas regiones cuyas costas eran hasta entonces lo único que se conocía. Hubo algunas penetraciones, como la que llevó en 1513 a Vasco Núñez de Balboa a encontrarse con el océano Pacífico a la altura de Panamá. Sin embargo, ni allí ni en sitio alguno de los explorados hasta 1515 había vestigios de los supuestos reinos poseedores de grandes riquezas. Si Cathay y Cipango --China y Japón-- estaban cerca o lejos, era algo que con certeza no podía precisarse.

En tal contexto histórico de nuevas exploraciones e incertidumbres, es como debe situarse la significación de lo que vino a ser el encuentro con las altas culturas de Mesoamérica, maya, náhuatl o azteca y otras. El comienzo de lo que fue asombrosa historia del contacto con los pueblos indígenas de México y la ulterior conquista de los mismos tuvo lugar en función de dos expediciones

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