ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

LA MUSICALIDAD POÉTICA

Carlos Lahora PerezTrabajo25 de Diciembre de 2020

3.564 Palabras (15 Páginas)333 Visitas

Página 1 de 15

LA MUSICALIDAD POÉTICA

Realizado por:

- Carlos Lahora Pérez

- 3º Filología Hispánica

La música y la poesía, a mi parecer, vienen a ser como la noche y el día, una no tendría sentido sin la otra. Si nos retrotraemos momentáneamente a la antigua Grecia, veremos que ya existía la poesía como concepto lírico, es decir, como poesía cantada o recitada al son de una lira, por lo tanto, la poesía viene desde sus orígenes unida a la música. A lo largo del tiempo, y atendiendo a las evoluciones que ha sufrido la poesía, como cualquier otro arte, veremos que lo único que se ha mantenido ha sido la música que vive en los versos, sin embargo, los temas, estrofas y métricas han cambiado y evolucionado en función de las épocas, de las experiencias personales de los propios poetas y del fin que se quisiera conseguir. Podemos preguntarnos el por qué se ha mantenido esto hasta la actualidad, pero creo que es una cuestión bastante sencilla de responder, y lógica si se piensa un poco.

Hoy y siempre, la música ha tenido una influencia, positiva o negativa, en el oyente, en el público. No podemos olvidar que, al fin y al cabo, es un medio de divulgación, en este caso, literario, pues hablamos de música dentro de la poesía. Por ello, la música siempre ha contado con un papel privilegiado en la poesía, pues la propia poesía ha sido instrumento de crítica, de dar a conocer aspectos que la población no sabía, un instrumento con el que decir y expresar lo que oralmente no se podía. La música tiene varios pilares fundamentales, y uno de ellos es el ritmo junto a la armonía. Si un escrito cuenta con ello, la estructura calará más en la mente del oyente (o lector), se leerá con más facilidad y se recordará con más sencillez. Esto hace que la poesía no se haya deshecho de ella, ya que ayuda a contar lo que se dice, a hacer más atractivo el texto si se canta o a la hora de leerlo, y a exaltar lo que se dice si se quiere calar en la mente receptora.  

A lo largo de las siguientes líneas, intentaré ejemplificar que la música ha estado presente y de la mano de varios poetas muy conocidos, y que solo hay que prestar atención a su tradición, a su biografía y a sus letras para darse cuenta.

Podría evidenciar esto con cientos de autores pero, para sintetizar un poco, trataré de hablar de aquellos que más atañen a la asignatura o de aquellos que, de una forma u otra, están interrelacionados con la misma, por ello, he elegido a: Luis de Góngora, Gerardo Diego, Rubén Darío y Juan Ramón Jiménez.

En primer lugar, hablaremos brevemente de la música en la tradición gongorina. Góngora es otro de los grandes poetas en los que la música tiene un papel fundamental, pues subyace en sus poemas. En Góngora podemos encontrar varias características cuya génesis es  la subordinación del romance nuevo a la música. Algunos de los rasgos serían: La utilización de la asonancia mudada, el uso de la cuarteta octosilábica, que nos indica el ajuste con la tonada, la variedad métrica del estribillo, que ayuda a que el desarrollo del tema principal sea más ágil y el abundante empleo de léxico musical (atabales, compás, organillo, zampoña, arco…). Esto podemos ejemplificarlo con un fragmento de su romance Cuando la rosada aurora que diría lo siguiente:

            El macho piensa que baila                              

            No solo quiso tañer,

            y, por que no falte son,

            sino meter una voz,

            ya que ha engomado las cerdas,

            y debió entender, su amo,

            su rabelillo tocó.

            la letra de la canción;

            Diole viento, y fue organillo

            pues a un árbol de aquel prado

            donde con admiración

            pidió apriesa un varejón

            oyó su trompa el soldado,

            para levalle el compás,

            y, su zampoña, el pastor;

            mas el macho no aguardó:

            que instrumentos manuales

            hizo fuga a cuatro pies,

            como organillo y violón

            y el médico la siguió,

            taña, un macho, con un ojo,

            que es bestial músico el hombre,

            ¡Ni se ha visto, ni se oyó!

            y fue siempre en proporción.

Avanzando en el tiempo, en la época contrarreformista, hay una recuperación del ritmo de la canción tradicional. Góngora era consciente de esto, de modo que sabía que si no se interesaba por lo popular, no habría una renovación poética.

Por ello, se alejó del discurso racional e intelectual para acercarse y centrarse en el fondo musical que acompañaba al lenguaje. La ventaja de esto reside en que este fondo, cuenta con armonía, ritmo y dinamismo, por lo que el propio lenguaje se dotaría asimismo de mucho más contenido y simbolismo, es decir, diría más que si se centrara en otros aspectos como en el lenguaje conceptual, por el hecho de que este no está dotado de lo anterior.

Podemos observar la musicalidad sobre todo en los sonetos, mucho más que en los romances y letrillas. Uno de los sonetos más representativo sería En la muerte de tres hijas del Duque de Francia, donde además de observar esto, impera el poder sorpresivo de la muerte. Hasta el S.XVII, destacan las relaciones música-lenguaje. Conforme la poesía se empezó a alejar del uso común de la sintaxis, tendiendo a un ideal más musical, donde la palabra cobra más fuerza a la vez que pierde autoridad del lenguaje racional.

También podemos destacar el papel que se concede a la música en la fábula de Tisbe y Píramo. Aparece en las tres partes centrales de la fábula y en el desenlace de la misma, donde con una asociación hombre-pájaro, Góngora proyecta musicalidad. Para Góngora, la realidad no es algo fijo, y he de decir que para mí tampoco, de modo que me posiciono a favor de lo siguiente. Para Góngora, la realidad es transformación, cambio, devenir; por esto la música, al entrar en contacto con la realidad, constituye un fundamento de su expresión poética, dotando al texto de voz a través de la música interior que hace que el texto fluya, y en consecuencia, que se manifieste.

A continuación, mencionaremos al poeta santanderino Gerardo Diego, perteneciente a la Generación del 27. Cabe mencionar la siguiente frase “La música es una necesidad en mi vida, la forma más mía, más natural de experiencia dentro el arte”. Gerardo Diego empezó a amar el ritmo, a sentir y a expresarse musicalmente a través de uno de los precursores del Modernismo, Rubén Darío, del que hablaremos más tarde.

Dentro del Creacionismo, donde la imagen es capaz de crear por sí misma sin ayuda de nada ni nadie más; Gerardo Diego transciende estas imágenes creacionistas y las fusiona con un clima estético y musical que da unidad a la obra. En varios poemas usa la música para superar los límites del lenguaje; esto lo vemos en poemas como Evasión o Estética, poemas con una versificación y distribución muy peculiar que nos proporcionan una armonía, fluidez y ritmo musical concreto.

Gerardo Diego, dice que la verdadera música es espiritual, y que debido a esta arquitectura musical, lo mejor del libro reside en sus sonetos como El ciprés de Silos, donde la inmersión estética va unida a la intuición espiritual o las canciones, donde la música se fusiona con el acto de crear, es decir, con el Creacionismo.

A partir de 1925, lo visual comienza a ceder ante lo musical, año del ensayo de Ortega, tratado en clase, La deshumanización del arte. En este punto, Gerardo Diego, al ver este declive creacionista, vierte su grano de arena creadora en el molde tradicional. De aquí, nace la Fábula de Equis y Zeda, comentada en clase y caracterizada por haber compuesto musicalmente una realidad verbal a partir de un argumento ya existente. Consta de tres partes en las que la música cobra protagonismo y es fundamental. En la primera, aparece la figura de un arpa que simboliza la fusión del cielo y la tierra; en la segunda, el sonido de una mandolina, salva de la muerte al instante del amor, y finalmente, en la tercera, un laúd que recopila toda la música, posibilita el abandono de lo vivido. Es decir, se usa la música para mostrarnos una visión del mundo, en el que los dualismos no existen, y donde creador y creación son lo mismo.

...

Descargar como (para miembros actualizados) txt (17 Kb) pdf (104 Kb) docx (16 Kb)
Leer 14 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com