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LA POSICIÓN DE MIGUEL DELIBES FRENTE AL PROGRESO


Enviado por   •  29 de Julio de 2017  •  Ensayos  •  2.707 Palabras (11 Páginas)  •  205 Visitas

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LA POSICIÓN DE MIGUEL DELIBES FRENTE AL PROGRESO.

ESTUDIANTE

MARÍA ANGÉLICA FERNÁNDEZ VIDAL

JUAN CAMILO NAVARRO

DOCENTE

NELLYS MONTENEGRO DE LA HOZ

        

UNIVERSIDAD POPULAR DEL CESAR

FACULTAD DE CIENCIAS BÁSICAS Y EDUCACIÓN

PROGRAMA DE LICENCIATURA EN LENGUA CASTELLANA E INGLES

VALLEDUPAR-CESAR

2017

LA POSICIÓN DE MIGUEL DELIBES FRENTE AL PROGRESO.

A través del presente ensayo procuramos llevar a cabo un análisis socicrítico de la obra literaria “El camino” del autor español Miguel Delibes, quien, en sus letras, impregna tanto de sí mismo, como de la sociedad que le circunda y también la sociedad que en muchas ocasiones suele circundarnos a nosotros mimos.

El camino constituye una pieza importante en el vasto muro de las letras hispanas no solo por ser ésta la obra donde el autor encuentra finalmente su estilo narrativo, sino también por el momento histórico en el que es concebida (al ser aquellos tiempos de posguerra) y también por su carácter revolucionario y humanista. Dicho carácter viene a ser muy propicio en una época en la que tanto la literatura como la sociedad española solicitaban con esmero un enfoque distinto y contributivo a los propósitos de renovación social del país.

La obra El camino transcurre a través de la vida de Daniel, conocido también bajo el sobrenombre del “Mochuelo”, un infante de 11 años quien está pronto a marcharse desde el pueblo a la ciudad por propósito de su padre el cual sostiene que estudiar allá le asegurará a su hijo una calidad de vida mejor y diferente de la que ya han estado teniendo. Es Daniel quien cuenta algunas remembranzas de lo que había sido su infancia en el pueblo y habla del gran afecto que él sentía tanto por el pueblo y las cosas que en él había como por sus dos fieles amigos, Roque “el moñigo” y German “el tiñoso” con quienes comparte varias aventuras.

Sin embargo, es través de Daniel mismo por quien podemos percibir el ingente valor que representa el villorrio para él y, en consecuencia, lo difícil y abrumador que es el tener que partir de aquel sitio tan amado:

La idea de la marcha desazonaba a Daniel, el Mochuelo. Por la grieta del suelo se filtraba la luz de la planta baja y el haz luminoso se posaba en el techo con una fijeza obsesiva. Habrían de pasar tres meses sin ver aquel hilo fosforescente y sin oír los movimientos quedos de su madre en las faenas domésticas; o los gruñidos ásperos y secos de su padre, siempre malhumorado; o sin respirar aquella atmósfera densa, que se adentraba ahora por la ventana abierta, hecha de aromas de heno recién segado y de resecas boñigas. ¡Dios mío, qué largos eran tres meses!. (Delibes, 1950, p.4)

El muchacho sufre este trance con bastante impotencia a lo que parece un paso inexorable por cumplirse en la vida y con dicho trance surgen distintos razonamientos en la cabeza del pequeño quien concibe la vida con mucha simplicidad, inocencia y algunas pinceladas de nobleza.

Mas, la existencia de un personaje como Daniel no es nada gratuito. Si Miguel Delibes decide dar vida a “El mochuelo” y sus amigos ha de ser por motivos propios de un autor que afronta desde el texto a la sociedad o mejor aún, una situación social.

En todas aquellas vivencias, tragedias y aventuras del “Mochuelo” y la gente del pueblo, se encuentra presente una viva posición que Delibes asume y que pretende esparcir a través de una prosa sencilla y contundente sobre la España de 1950; sobre ese mundo en proceso de avance y progreso de aquel entonces y sobre las generaciones venideras. Busca Miguel Delibes forjar un texto espejo en el que podamos tener la oportunidad de observarnos, escanear aquellos caprichos egoístas que se apoderan de nuestra humanidad, despojarnos de ellos y luego procurar una mejora individual para luego crear un impacto social positivo. Por eso a través del “mochuelo” Delibes logra tomar una posición, no solo frente a su comunidad social de aquel entonces, sino también frente a la nuestra y frente a todas las comunidades humanas existentes y por existir. En este personaje, el Mochuelo, condensa muchas de sus conclusiones e incluso ideologías que pretenden no más que conducirnos hacia una perspectiva humanamente más equilibrada.

Esta empresa de asumir una posición crítica en cuanto a sociedad respecta ha de acarrear siempre ciertas complicaciones, mas Miguel Delibes decide sacarla adelante con sus varias obras través de sus personajes tales como Lorenzo el cazador, El Nini, el señor Cayo, El Mochuelo, Azarías, Menchu Rodríguez entre otros; por medio de ellos da voz y forma a sus ideas y trae al mundo, con la palabra escrita, un personaje literario que ha de pregonar su crítica y esta habrá de hacer eco igual o mayor que un personaje real.

Sin embargo, para la concepción de un personaje con tal envergadura (es decir, un personaje que defienda por sí mismo una posición sociocritica), siempre resulta necesario establecer ciertos márgenes distintivos entre el creador y su criatura con el fin de evidenciar que tanto hay del el uno en el otro y hasta qué punto la creación corresponde a la personalidad de su autor. Habiendo conseguido esto, conoceremos la justificación certera de la existencia de un nuevo individuo en el mundo literario y habrá de facilitarnos la comprensión y significación de una obra. Dicho margen habremos de elaborar en nuestro texto.

Hemos de tener en cuenta que, para la concepción de estas grandes personalidades, en su mayoría, quienes escriben hacen de manera consiente un desdoblamiento de sí mismos, impregnando en sus “hijos” literarios grandes rasgos y características que se hallan en lo profundo de su autor. Por ello, miraremos de con cuidado en esta ocasión qué tan cercano se encuentra Daniel el Mochuelo de las características de su creador y hasta qué punto el personaje representa a su escritor.

Delibes era consciente de este tipo de entrega voluntaria que se da en el ejercicio creador literario con las personalidades allí plasmadas, y de hecho sostuvo que a los suyos (sus personajes) les dio tanto de sí que al final reconoce no haber tenido una fruición total de su vida propia, sino más bien de la vida de sus creaciones. Lo expresó de esta manera en su discurso al recibir el premio Cervantes de 1993:

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