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LECCIONES DE POESÍA PARA NIÑOS INQUIETOS


Enviado por   •  23 de Enero de 2015  •  2.047 Palabras (9 Páginas)  •  425 Visitas

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Como un juego precisamente enfoca Luis García Montero este libro que sirve de guía práctica para adentrar a los niños en el quehacer poético.

La lectura de este libro me ha resultado útil, amena, práctica y divertida. Está dividido en veintitrés capítulos que pretenden servirnos con propuestas para despertar el deseo de leer y escribir poesías en los más pequeños.

En las primeras páginas del libro, el autor tiene como objetivo aproximarnos a la actitud que los niños tienen ante el fenómeno de lo poético. ¿Qué ideas, qué sentimientos albergan respecto a lo que, por convención social y literaria, se llama poesía?

Es muy importante que los niños se acerquen a la poesía, a sus hallazgos divertidos y sorprendentes, a sus sensaciones, y a sus mil etcéteras positivos posibles. Si no se trabaja la relación con lo poético, el diagnóstico que se puede desvelar, desde luego, son prejuicios, ideas preconcebidas y mil etcéteras negativos posibles.

Si un alumno no ha leído jamás un poema a lo largo de su periplo de Primaria o de Secundaria, o si lo ha leído y se le ha explicado la poesía como algo rimbombante, difícil, perteneciente al mundo de la inspiración y las musas, sin actividades lúdicas y creativas ¿quién será el culpable de este vacío?

Según afirma Víctor Moreno , los alumnos de Secundaria siguen considerando que leer y escribir poesía es cosa de maricones, entonces, ¿a quién le atribuimos la creación de este prejuicio o estereotipo?

Pero ¿qué es poesía?, ¿qué es lo poético?, no voy a ahondar en este tema, porque sería otro asunto, tan solo voy a recoger las afirmaciones que algunos padres putativos de la poesía española contemporánea nos han dejado:

“La poesía, principio y fin de todo, es indefinible. Si se pudiera definir, su definidor sería el dueño de su secreto, el dueño de ella, el verdadero, el único dios posible. Y el secreto de la poesía no lo ha sabido, no lo sabe, no lo sabrá nunca nadie, ni la poesía admite dios, es Diosa única sin dios. Por fortuna, para dios y para los poetas”. Juan Ramón Jiménez. Aforismo 2399.

“La poesía es para mí, antes que cualquier otra cosa, un medio de conocimiento de la realidad”. José Ángel Valente. “Conocimiento y comunicación”, en Poesía última.

¿Y todo puede convertirse en un poema? Aquí, como en todo, surgen opiniones para todos los gustos. Lo que sí parece claro es que, según afirma Carlos Pujol “el poeta está para ver lo que no se ve, para lo que se ve ya está el resto de la gente” .

Por todas estas cuestiones, me parece de gran interés que existan libros de poesía enfocados para el público infantil y juvenil.

El capítulo primero del libro comienza con la frase “No vamos a empezar este libro haciendo el tonto”, defiende García Montero que hay que desterrar la idea de que un libro infantil sobre la poesía esté cargado de animalitos y diminutivos, “Con tanto diminutivo, se nos van a quedar los labios como la trompita de un osito hormiguerito. ¿A vosotros os gusta comer hormigas?

En vez de meter los labios o las narices en un hormiguero, los poetas suelen mirar por la cerradura para ver lo que pasa detrás de las puertas. Son unos curiosos”.

Aunque tampoco hay que ser “niños góticos”, esos niños “demasiado cursis, redichos, repelentes, empollones, empachosos, que se dan mucha importancia por utilizar palabras raras o por emocionarse ante una flor”.

Así pues, lo que más importa es “Aprender a mirar”. El capítulo tercero de este libro (que así se titula) nos ofrece la primera herramienta de aprendizaje: la poesía siempre nace de una mirada.

Es importante tener curiosidad y aprender a mirar el mundo. Además, con nuestra mirada tenemos que desarrollar nuestra imaginación, “el mundo es muy divertido, nos atrapa como un juego porque cambia y se repite y vuelve a cambiar y vuelve a repetirse”.

Después de tomarnos en serio la mirada, señala L. García Montero, “podemos entender mejor a los poetas y comprender algunas palabras que utilizan los profesores cuando hablan de poesía”. Es importante familiarizar y enseñar bien a los niños lo que es una metáfora, la prosopopeya o la metonimia, ya que todos estos recursos no son más que herramientas con las que hacer un trabajo; escribir un poema.

Se pueden realizar muchas actividades para que los niños consigan habituarse a estos términos, un ejemplo: Elegimos un objeto al azar, palabra árabe que significa simplemente “dado para jugar”, o lo elegimos después de una minuciosa observación de la mirada. Supongamos que el objeto elegido ha sido un enchufe.

Primera operación: dictaminar cuáles son las funciones ordinarias de un cachivache como ése. Segunda operación: imaginar una situación en que dicho objeto aparezca fuera de su situación habitual. ¿Un enchufe en un árbol?

¿En un libro, en una planta?

A partir de ahí, se ofrece a los niños una estructura que deberán completar sin más ayuda que la asociación libre, no buscando la respuesta más adecuada, sino aquella que primero llegue a la mente. De este modo, pueden llegar tan lejos como les permita su memoria y su imaginación, y de esta forma improvisada, van creando metáforas, comparaciones, sinestesias (elementos poéticos por antonomasia) pero, sobre todo, van creando textos con sus propias herramientas.

Además, mediante este tipo de actividades conseguimos unos objetivos, como:

• Descubrir el poder y la magia de las palabras.

• Despertar la imaginación, la fantasía y la creatividad.

• Estimular el lenguaje oral y otras actividades que intervienen de manera directa en el desarrollo global del niño.

• Enriquecer el vocabulario.

• Aumentar las posibilidades expresivas.

• Mejorar la elocución, pronunciación y entonación.

• Desarrollar la comunicación colectiva que tan importante es para el desarrollo humano.

• Recuperar juegos y maneras de jugar que forman parte del mundo infantil y que inician a los niños en múltiples aprendizajes.

Otro capítulo que merece la pena resaltar es el capítulo sexto: Leer en voz alta. “La voz es el lugar de convergencia y encuentro entre la música y la palabra. Aprender a leer es aprender a respirar, aprender a leer es saber vocalizar, aprender a leer es aprender a localizar acentos tónicos, equilibrios o desequilibrios rítmicos propios del poema o del texto correspondiente”

Tras unos capítulos-poema que nos hablan de las estaciones del año; el invierno,

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