La Lectura Y Sus Principios
marianak24 de Marzo de 2013
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Introducción
La lectura se orienta a la compresión, a la fluidez y desarrollo de habilidades para obtener, organizar y reproducir información. La lectura permite la adquisición de conocimientos, la consolidación del habito de leer y el aumento de la destrezas de compresión de textos y exige un esfuerzo mental para interpretar lo que se lee. Además contribuye a mejorar la entonación la pronunciación, a enriquecer el vocabulario ampliar la visión de mundo desarrollar la capacidad expresiva.
La escritura como proceso de interacción entre lector, texto y contexto
Leer es un proceso de construcción de significados a partir de la interacción entre el texto, el contexto y el lector. El significado, a diferencia de lo que sostenía el modelo perceptivo motriz de la lectura, no está sólo en el texto, tampoco en el contexto ni en el lector, sino en la interacción de los tres factores, que son los que, juntos, determinan la comprensión.
Cada uno de estos factores aporta en el proceso de construcción de los significados, los cuales, son relativos, es decir, cada lector comprende un texto de acuerdo a la realidad interior, a su experiencia previa, a su nivel del desarrollo cognitivo, a su situación emocional, etcétera. Pero esta relatividad no significa que no se puedan lograr niveles cada vez mayores de objetividad sobre el texto. La relatividad de la comprensión alude a que distintos lectores comprenden de forma diferente un mismo texto, lo cual se explica por la singularidad de los sujetos. “Concebimos la comprensión de la lectura de un texto como la reconstrucción de su significado a partir de la consideración de pistas contenidas en el texto en cuestión. Dicha reconstrucción se lleva a cabo mediante la ejecución de operaciones mentales que realiza el lector para darles sentido a las pistas encontradas. se trata de un proceso esencialmente dinámico que quien lee desarrolla a medida que establece conexiones coherentes entre la información que posee en sus estructuras cognoscitivas y la nueva que suministra el texto" .
Lo anterior nos permite afirmar que el lector al interactuar con el texto no fotocopia automáticamente en su mente el significado del mismo, sino que realiza un proceso que lleva su tiempo. Normalmente éste implica leer y releer, para que de manera progresiva se vaya estructurando el significado. La lectura, por tanto, es un proceso esencialmente cognitivo y lingüístico, porque está determinada por el pensamiento y el lenguaje, y no por la percepción y la motricidad.
El núcleo del proceso lector es la comprensión lectora y no la velocidad, que debe estar siempre condicionada a la comprensión. ¿Qué significa comprender un texto? Significa dar cuenta del mismo, para lo cual es necesario ubicar sus ideas y señalar la forma como éstas se relacionan en el texto.
Esta es la primera fase del proceso lector, y si se logra que los estudiantes se apropien de ella y la terminen con rigor, contribuirá sensiblemente a mejorar la calidad de la educación, en la medida que permitirá garantizar una apropiación de las redes conceptuales presentes en los textos. Con un desarrollo adecuado de esta primera fase del proceso lector se superaría el acercamiento superficial a los textos, en el que los estudiantes se conforman con la idea general de los mismos, sin dar cuenta de los detalles que los enriquecen.
La creación es una segunda fase en el proceso lector, y depende de la comprensión porque no es posible crear en el vacío, siempre se crea a partir de algo. Crear, en esta perspectiva, significa aportarle al texto, enriquecerlo y recrearlo.
La creación se manifiesta de varias formas, la más simple es aquella en que con las mismas ideas del texto se crean nuevas formas de relacionarlas. Claro que ésta separación en dos fases es, ante todo, metodológica, pues la comprensión requiere una alta dosis de creatividad para construir el significado del texto. Pero, lo que se plantea en la segunda fase tiene que ver fundamentalmente con el aporte que el lector hace al texto. Ahora bien, para facilitar este proceso de construcción de significados es necesario que el maestro (a) le permita al niño (a) apropiarse de un cúmulo de estrategias que le permitan generar una buena representación del texto en estudio. Igualmente es fundamental diseñar una propuesta de evaluación congruente con esta concepción psicolingüística de la lectura que nos permita conocer los niveles de comprensión textual construidos por los niños y las niñas.
La lectura y escritura deben ir unidos, porque ambos se dan gradualmente e interactúan en el proceso de enseñanza -aprendizaje. A partir, de ésta experiencia personal, considero que la escritura es el resultado del aprendizaje de la lectura, o sea, el reconocimiento de las letras: signos, símbolos, representaciones, entre otros. Es decir, cuando el niño conoce y reconoce los signos y símbolos, procede a expresar en forma escrita. Plasmando con su mano de tinta a papel. Para escribir necesariamente, debe tener una coordinación de motricidad fina; sensorio – motora, en la coordinación de sus sentidos; visomotora, la coordinación específica entre su visión – táctil. Para tal procedimiento se propone el siguiente método de aprendizaje de la escritura:
Paso 1. Coordinación sensorio motora
Paso 2. Ejercicios de manipulación de lápiz
Paso 3. Caligrafías
Paso 4. Ejercicios de copias de figuras, signos y códigos.
Bases neurofisiológicas del proceso de la lectura, importancia del texto para la construcción del significado.
La lectura es antes que nada un acto concreto, observable, que convoca facultades bien definidas del ser humano. La lectura no es posible, en efecto, sin el aparato visual y las diferentes funciones del cerebro. Leer es, antes que cualquier análisis de contenido, una operación de percepción, de identificación y de memorización de signos. Diferentes estudios han intentado describir con minuciosidad tal actividad. Estos estudios demostraron que el ojo no capta un signo después del otro sino “paquetes de signos”.
Es frecuente saltar ciertas palabras o confundir los signos entre sí. El movimiento de la mirada no es lineal y uniforme (como ocurre en la escritura), está hecho, al contrario, de saltos bruscos y discontinuos entre los cuales las pausas más o menos largas (entre un tercio y un cuarto de segundo) permiten la percepción. Durante esas pausas, el ojo registraría precisamente seis o siete signos, anticipando al mismo tiempo la continuación gracias a una visión “periférica” más fluida.
La decodificación del lector depende de la composición del texto: si tiene palabras breves, ambiguas, simples o polisémicas. Rara vez se lee letra por letra, sólo cuando las palabras presentan dificultades, de lo contrario la percepción discontinua se vincula constantemente con la elaboración mental de hipótesis sobre el significado de las palabras (proceso cognitivo) y su confirmación.
Desde la perspectiva de su aspecto físico, la lectura se presenta como una actividad de anticipación, de estructuración y de interpretación.
Las primeras descripciones clínicas de los trastornos de la lecto-escritura datan de finales del S. XX, cuando Déjerine identifica los síndromes clásicos de alexia con y sin agrafia (Déjerine J, 1892), en sendos pacientes con lesiones vasculares (infartos parietal y occipital izquierdo, respectivamente).
En base a estas investigaciones se pudo realizar una primera sistematización de las áreas cerebrales de la lectura, siguiendo un modelo conexionista, con la participación de la corteza occipital izquierda (encargada del procesamiento visual), la encrucijada témporo-parieto-occipital izquierda (integración visuo-verbal, con implicación del giro angular en la codificación lingüística y de la corteza temporal posterior en el acceso semántico) y la corteza frontal inferior izquierda (programación motora del habla). El funcionamiento articulado de estas regiones fue avanzado posteriormente por Geschwind (Geschwind N, 1965a; Geschwind N, 1965b), quien explicó la convergencia de la aferencia visual bihemisférica en la corteza occipital izquierda, desde donde la información se proyectaría al giro angular ipsilateral (“centro de las imágenes visuales de las palabras” de Déjerine, siguiendo una terminología análoga a la de Wernicke), pasando entonces a la corteza temporal posterior, y de ahí al área de Broca a través del fascículo arqueado (Catani M, 2008). Como puede verse, toda vez que la información visual alcanza el núcleo de las áreas del lenguaje (en este caso, a través de la encrucijada témporo-parieto-occipital), la información circula ya en paralelo a lo explicado para con el lenguaje oral según el modelo de Wernicke-Lichtheim -la llamada casa de Lichtheim- (Jacyna S, 2004).
Desde un punto de vista neuropsicológico, el proceso lector puede rastrearse siguiendo esta misma disposición neuroanatómica, de tal manera que partiendo del análisis visual que brinda la corteza occipital izquierda, se reconocerían las características ortográficas de las letras y las palabras (léxico ortográfico o visual), por medio de las cuales se accedería a la semántica (común a las distintas modalidades sensoriales -en el caso de la lecto-escritura, tanto al estímulo auditivo del lenguaje oral como al estímulo visual del escrito), desde donde podría operarse una activación de la fonología correspondiente (léxico fonológico), que finalmente permitiría expresar lo leído a través de los programas motores de la fonación y el habla.
Además de esta ruta clásica para la lectura (ruta léxica, también llamada transléxica o semántica), existen
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