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La dolorosa interrogación


Enviado por   •  17 de Diciembre de 2017  •  Ensayos  •  1.407 Palabras (6 Páginas)  •  425 Visitas

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La dolorosa interrogación

Vicente Géigel Polanco

        Siempre hemos creído que en la norma socrática del propio conocerse encuentran los pueblos su más segura pauta de orientación. Sin el cabal conocimiento de lo que somos, sin el ponderado examen de nuestra realidad auténtica, sin el depurador análisis de las fuerzas físicas y morales que obran a favor o en contra del logro de nuestro destino colectivo, mal puede nuestro pueblo cimentar una orientación estable, mal puede justipreciar sus capacidades para vivir formas superiores de vida y bosquejar programas para una verdadera rehabilitación espiritual. Ahondemos, pues, en la entraña viva de nuestra realidad social.

        ¿Qué somos? ¿Cómo somos? ¿Responde nuestra vida colectiva a un esquema de orientador alcance o es vida de puro azar, en la que nuestra voluntad no cumple función rectora de clase alguna? ¿Cuenta el pensamiento puertorriqueño en el sesgo que toman las cosas en nuestro ámbito insular? ¿Existe el pensamiento puertorriqueño como fuerza colectiva, como factor de esencial eficacia en los menesteres de la comunidad? ¿Logra concreción social lo puertorriqueño en alguna forma palpable? ¿O es que tampoco existe lo puertorriqueño y sólo cuaja en nosotros una forma amorfa, sujeta al caprichoso destino que nos depara cada momento histórico? En puridad de justicia, ¿somos un pueblo o una muchedumbre?

        Vinculamos al concepto de pueblo la existencia de conciencia nacional, de espíritu colectivo orientado en una línea fundamental de ideas, sentimientos y voliciones, con capacidad bastante para juzgar de las cosas de interés común y suficiente aptitud mental para reaccionar ante las presiones extrañas que puedan menoscabar los valores autóctonos. El concepto de pueblo entraña, pues, el de personalidad colectiva, si no en estado de plena madurez funcional, por lo menos en estado de potencia, perceptible en aquellas manifestaciones de espíritu público que no están sujetas a injerencias extrañas a su propia razón de ser.

        Claro está que la imposición de un régimen de gobierno colonial o el establecimiento de un dominio económico de procedencia extranjera, impediría la cabal manifestación del espíritu colectivo en la esfera de las actuaciones políticas o económicas, aún existiendo la personalidad colectiva como realidad auténtica, aún plasmado el pueblo como agregado humano consciente de su destino histórico. No obstante ser eso cierto en lo que concierne a la vida política o económica, por la razón elemental de la fuerza física, por los imperativos ajenos a la comunidad afectada, también es lo cierto que en aquel orden de cosas en que hay margen para el libre albedrío, en que cabe el libre juego de las fuerzas intelectuales, el verdadero pueblo fija su posición sin vacilaciones, como acontece en el plano de las realidades morales, en las actividades del pensamiento y en todas las relaciones populares. Descartemos, por consiguiente, la teoría de que un régimen colonial sea capaz, por su propia fuerza, de destruir la personalidad de un pueblo de cultura sólidamente establecida. Podrá tal régimen ejercer positiva influencia en múltiples aspectos de la vida social, pero difícilmente logrará romper la solidaridad espiritual que enraiza, por lo hondo, en esa cultura, o desnaturalizar las esencias morales de ese pueblo. Desde luego que sí, en lugar de un pueblo arquitecturado sobre bases de cultura, se tratara de una masa humana carente de articulación histórica, sin vinculaciones emocionales, rodando el vaivén del último impulso extraño, un pueblo sin conciencia de su pasado, sin noción exacta de su presente, sin vislumbres de su porvenir, el régimen político extranjerizante será decisivo factor de desorientación. Las unidades de cultura que en forma dispersa puedan coexistir en esa masa, jamás alcanzarán sustantiva cohesión, y la vida de la comunidad seguirá un derrotero de progresiva disolución.

        ¿Tiene Puerto Rico conciencia de pueblo o mera conciencia de muchedumbre? ¿Funda su realidad social sobre las bases de cultura o sobre la incertidumbre de inconciliables módulos de vida, filosofías dispares y encontradas corrientes de articulación política?

        Deriva nuestra formación histórica de la época del descubrimiento de América. Desde el año 1508, en que inicia el proceso de colonización y el consiguiente trasplante de la cultura hispana, fueron acumulándose en nuestro suelo diversos elementos para la creación de nuestra nacionalidad. El factor indígena desapareció, sin dejar huella en lo primeros choques con la civilización occidental. Poderosas migraciones de distintos puntos de España aportaron la base real de nuestra población. Otras corrientes migratorias procedentes de países hispanoamericanos y algunas europeas de menor importancia también dieron su contribución en el decurso de los siglos. La esclavitud negra que subsistió en nuestro pueblo hasta el tercer cuarto del siglo XIX, trajo un factor de considerable alcance cuantitativo. El proceso de adaptación al ambiente de la tierra antillana tomó cerca de cuatro siglos. Es cierto que nuestra Isla ocupó secundaria importancia en los planes colonizadores de la nación descubridora y que fuimos más bien punto de avance o base de contacto para otras empresas de más provechoso rendimiento.

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