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Los Soldados de la Campaña Nacional

DaniOrugaInforme1 de Junio de 2017

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Los Verdaderos Héroes Nacionales

A pesar de tener dos fuertes enemigos, filibusteros y el cólera, el inexperto ejército costarricense del siglo XIX salió vencedor. Superó las expectativas del ayer y del hoy, en el que solo se conoce la Campaña Nacional de forma parcial y subjetiva, en su mayoría recordada por la celebración de la primer batalla y del soldado que incendio el mesón de guerra con su tea fulgurante, tras lo cual “huyeron los estadounidenses”.

Objetivamente, la situación de los años 1856 y 1857 marcó el futuro de Centroamérica en general, no solo de Costa Rica. Se destacó la participación del Presidente de la República Juan Mora Porras, quien con el apoyo de estrategas tanto nacionales como internacionales, lideró sabia y valientemente al país; a pesar de tener opositores poderosos que le gustaban al pueblo mucho menos que Porras, tal es el caso de los Montealegre y sus aliados. Sin embargo, el enemigo importante era en su principio William Walker, de parte de los estados sureños de los Estados Unidos. Se está hablando, entonces, de un títere del gobierno de Estados Unidos con suficiente poder y locura para que le permitiesen llevar a cabo el proyecto de unir a Centroamérica primero, para añadirla al territorio estadounidense después.

Se habla de que lideró el país sabiamente, porque a pesar de sus intenciones bélicas en defensa de la soberanía nacional, tuvo siempre claro las prioridades, ya que en esa época las malas condiciones higiénicas propiciaron el desarrollo del microorganismo patógeno responsable del cólera, la enfermedad antes mencionada que acabó con la vida de más soldados que los filibusteros. La Campaña Nacional duró dos años debido al debilitamiento de las fuerzas armadas de ambos bandos. En el caso de los costarricenses, fueron ordenados a que regresaran al país después de la primera batalla de Rivas, mientras se trataba la peste, y solo con este hecho se demuestra la gran humanidad y consideración que tenía el presidente.

El ensayo de Raúl Francisco Arias Sánchez refresca los hechos de la manera más objetiva que es posible en una obra de este género, y con este, el mesón de guerra pasó a ser Mesón de Guerra. Desmintió con investigaciones palabras de otros ensayistas, así como también las utilizó en su explicación de las numerosas batallas que se dieron hasta liberar a Costa Rica de la amenaza político-militar que representaba el gobierno de Nicaragua en manos de William Walker.

Se utilizaron tecnicismos al referirse a los rangos en la milicia y de sus armas, pero dando su respectiva descripción, resultando en una amena lectura seria y educativa. Por esta misma seriedad, fue evidente que el ensayista evitó, en la mayor parte del mismo, hacer interrupciones referentes a su opinión personal. A pesar de ello el lector se puede dar la clara idea de que quien lo escribió fue un costarricense orgulloso de la historia de su patria que reunió suficientes datos como para defender los hechos verídicos de toda la Campaña Nacional. Da a entender además, que cada personaje tuvo motivos éticamente válidos para haber hecho lo que hizo. Por ejemplo, pone en duda el papel de Francisca Carrasco como soldado de las primeras líneas (como ella misma aseguró ser), pero lo atribuye a lo favorecedor que eso sonaba como vía de convencimiento para que le otorgaran la pensión de guerra.

El texto fue lo suficientemente extenso como para la exposición de gráficos y representaciones dibujadas en la explicación de los sucesos moderadamente detallados, ya que eso dependió, ciertamente, de la importancia que el autor le daba a la información. Dicha información debería ser ya conocida por todos los costarricenses, pues es este el valor que se debe conmemorar, la victoria de la minoría tercermundista en contra de la potencia mundial, más propia del país de lo que jamás serán los tamales y el gallo

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