Reporte Lectura: El llano en llamas – Juan Rulfo
Hector AlfaroEnsayo12 de Marzo de 2018
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Alumno: Héctor Alfaro Canavá
Registro: 14300016
Grupo: 7D2
Profesor: Moisés Martínez Pérez
Reporte Lectura: El llano en llamas – Juan Rulfo
El llano en llamas.
Comenzaré por afirmar que la lectura de este libro no fue de mi agrado, y siendo franco, no lo habría leído por mi cuenta.
Las historias relatadas en esta obra llegan a ser olvidables, a la par que la gran mayoría de sus personajes, aunque sinceramente la culpa no es inherente ni a ellas ni a ellos. Pienso que uno de los grandes problemas de esta obra es, sin lugar a dudas, la forma en que están agrupados los relatos, y es que el hecho de que una gran cantidad de historias se junten en un mismo ejemplar, sin que éstas tengan nada que ver, mas que en el ambiente social que habitan los personajes; y el hecho de que estos hagan exclusivamente apariciones en un único capítulo hace que estos abandonen la memoria del lector tan pronto como nuestra vista se ocupa del título del consecutivo capítulo.
Por supuesto, tomando solamente este aspecto en cuenta, podemos darnos cuenta el gran inconveniente que presenta al querer encariñarse con la obra, o siquiera tomar interés por ella.
Sin embargo, y debo recalcar, sin embargo, esto no representa un verdadero inconveniente al lector para gustar de la obra, y es que esta clase de escrito, más que una novela, o más que un conjunto de cuentos, me gustaría más (y me parecería mucho más apropiado) tomarlo en cuenta como una antología de crónicas del ya algo lejano comienzo del siglo XX, donde lo importante no es si la trama llega a ser impresionante con giros inesperados, o si la historia llega a desarrollarse de manera fantástica y prodigiosa; puesto que, lo verdaderamente notable de El llano en llamas es, indudablemente, cómo te deja tatuado el ambiente social de sus historias, y es que esto es algo que a Juan Rulfo no se le puede reprochar en lo más mínimo, pues supo aprovechar al máximo sus recursos como el excelente escritor de reconocimiento mundial que se convirtió, pues si bien, y como ya dije anteriormente, pocos de sus personajes llegan a ser memorables, llegando llanamente a recordar los nombres de aquellos que lo compartían con el título de su historia, las situaciones en las que viven, sus preocupaciones e inquietudes, su nostálgico pasado o su presente trágico, así como su falta de esperanza, todo retratando las problemáticas del campo con la visión mágica de los campesinos, todo esto queda impregnado en la mente del lector aun después de pasado el tiempo de haberlo leído, pues se vuelve parte de él, al constantemente repetir las situaciones en que se ven envueltos los protagonistas y secundarios, al usar la jerga típica de aquellas regiones rurales en que se desenvuelven los personajes, al usar magistralmente un narrador en segunda persona cuyo único interés radica en rememorarle al lector eventos que terminan por ser el verdadero atractivo (y que como ejemplos más claros de estos, podríamos tomar Luvina, El día del Derrumbe o el mismo Acuérdate) este que comenzó como un pequeño e insulso relato va tornándose poco a poco en realidad en la mente del lector, transportándole a aquellos lugares de los que el narrador no deja de hacer referencia y aunque cuya participación resulta despreciable, su presencia se vuelve innegable.
Ahora proseguiré a citar aquellas historias que a mi parecer fueron las mejores, y ya iré justificando cada una de ellas.
En primer lugar, y de hecho la primera que leí y que tal vez sea mi preferida, fue “Macario”. A mi parecer esta historia es la que mejor atrapa al lector y le pone en los zapatos del personaje, pues la inocencia del personaje se desborda conforme continúa su narración, además que, la forma en que el autor usa el lenguaje me parece exquisita, uno puede inducir solamente mediante la forma en que se relata la historia quién y cómo es el personaje que la narra, y es que Juan Rulfo sin duda supo valerse del lenguaje coloquial rural y no solo eso, sino que también lo adapta al personaje que lo habla, de modo que uno puede reconocer inmediatamente a los niños de los adultos, a los hombres de las mujeres, solo mediante sus expresiones, y no porque el libro se encuentre repleto de estas expresiones uno debería creer que esta es la única forma en que Rulfo podía escribir, lo que se demuestra en algunos segmentos del libro, tales como en El día del derrumbe, con el discurso del gobernador.
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