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Resumen La Voragina


Enviado por   •  6 de Febrero de 2012  •  1.787 Palabras (8 Páginas)  •  378 Visitas

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Nunca me apasione por una mujer nada supe de los deliquios embriagadores siempre fue dominador con todo ambisionaba el don divino del amor para que mi alma destellara.

Cuando los ojos de Alicia me trajeron desventura.

Alicia fue un amorío fácil, se me entrego sin vacilaciones buscando amor en mí. La querían casar ala fuerza, me lo contó y huimos.

La arrojaron de su familia y un juez me quería hundir en la cárcel y entonces nos escapamos.

La primera noche de Casanare con insomnio viendo a través del mosquetero estaba meditabundo Alicia dormía a mi lado reflexionaba por lo que había hecho en mi propio destino en lo incensato que había sido al ver huido con Alicia solo por su juventud.

Casanare no me aterraba con sus espeluznantes leyendas. Alicia me estorbaba como un grillete, si tan solo fuera mas despabilada y mas ágil, pero había salido de Bogota en circunstancias aflictivas ni siquiera sabia montar a caballo el sol la congestionaba prefería caminar y yo debía ser paciente.

Nunca fui tan manso. Fugitivos avanzábamos lentamente, los campesinos preguntaban por que lloraba la niña.

Varias veces intente romper el alambre del telégrafo sin éxito, deseando que me atraparan y me libraran de Alicia para ser libre en espíritu, nos guarecimos en una enramada a lo lejos veíamos una hornilla de bueyes. Unas mujeres alimentaron y curaron a Alicia por que tenia fiebre.

Estuvimos una semana. Un peón que envía Bogota traía noticias inquietantes sobre nuestra fuga que nos iban aprender.

Huimos de un fantasma, no seria mejor regresar. Te canso, para que me trajiste ¡Vete, déjame! Y de nuevo se echo a llorar. Esto me entristeció por que sabía que estaba enamorado de su primo y le querían casar con un viejo terrateniente, pero aparecí yo y huimos.

Con rabietas se quiso ir, pero yo con mi sabiduría no discutí con ella, se había dado cuenta que quise engañarla y eso me ruborizo, de repente vimos un hombre acercarse que traía una notificación del alcalde, yo hice como que no era para nosotros y el insistía en que la firmáramos para que no lo regañaran. Como no tenía lápiz, decidió acompañarnos, pero en el camino no encontramos a nadie que tuviese.

Empezó a hablar de Casanare frente a Alicia pero yo lo callé y le pedí que hablara de otras cosas. Nos encontramos algunos chinchorros y estaba don Rafo soplando el fuego. Continuaba el silencio. Yo continuaba recordando y pensando como había comprometido el resto de mi juventud. Alicia pensaría lo mismo.

A veces se dolía de no haberse tomado un veneno ya que pensaba en como la saqué de la inexperiencia y que talvez después de un tiempo la abandonaría por su pobreza. Bien se lo habían dicho, pero ella no quería mi dinero sino mi corazón. Yo le recordaba que por ella había dejado todo tirado. Esperamos en la casucha al jefe de la gendarmería. Hombre semicano, rechoncho y bigotudo.

Como estaba borracho intentaba propasarse con Alicia y yo lo escupí. Me dijo que no me quería encerrar, que le dejará el cuerpo del delito. Entonces lo agarre a zapatazos hasta que se desmayó. Alicia, don Rafo y yo huimos en busca de las llanuras, ya casi estábamos en Casanare. Nos quedamos toda la madrugada hasta que empezó a salir el sol.

Alicia le encantaba Casanare, don Rafo decía que ahí era para gozarlo y sufrirlo. Quería saber si yo era un buen jinete como mi padre, a lo que respondí afirmativamente, mientras Alicia sonreía confiada.

Don Rafo era mayor de sesenta años con aspecto de dignidad, barba canosa, ojos tranquilos, calva luciente. Había oído de mí y sabía que me iban a detener por lo cual salio a ayudarnos. Hizo compras para Alicia y para mí.

Casualmente estaba en Villavicencio de salida para Casanare. Arruinado, viudo y pobre y con dinero de su yerno recorría los llanos anualmente como mercader y ganadero.

Alicia comentaba del hecho anterior. Don Rafo me aplaudía la osadía. ¿Con que Pipa es un zorro llanero? El más astuto, varias veces prófugo. Esto porque nos había robado una bestia.

La aurora surgió ante nosotros sin darnos cuenta. Proseguimos la marcha y de camino hacíamos muchas preguntas a don Rafa, el cual respondía con sabiduría. Se dificultaba la charla porque don Rafo iba un poco mas adelante.

A veces desmontaba y me refrescaba con Alicia frotándonos en las sienes con limón verde, Alicia lloraba cuando recordaba su hogar y yo fingía ignorarla. Le proponía descansar y decía que cuando llegáramos a la sombra.

Las negruzcas matas de monte provocaban espejismos. Los caballos iban un poco delante de nosotros. Rodeaban el monte pantanoso inmundo, después de rodearlos vimos los caballos bebiendo a la sombra. Don Rafo limpiaba con el machete las malezas cercanas a un árbol donde llovían gusanos inofensivos y verdosos.

Puesto el chinchorro y cubierto con mosquitero para defender a Alicia de las abejas que se le enredaban en los rizos. La hoguera encendida nos volvió la tranquilidad. Le ayudé a don Rafo a meter leña al fuego y Alicia nos quería ayudar pero yo le ordené que descansara. Se resintió conmigo pero no quería que la dejara sola para ir a buscar agua, por lo que le dije que fuera. La laguneta

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