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Tratado Primero del Lazarillo de Tormes

joelrg22 de Marzo de 2015

3.097 Palabras (13 Páginas)524 Visitas

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El Tratado Primero del Lazarillo de Tormes.

Juan José del Rey Poveda

UNED Tenerife e I.E.S. Garoé

Mucho se ha escrito y reflexionado sobre el Lazarillo de Tormes. Como libro clásico que es, cada generación lo ha leído y se ha fijado más en unos aspectos que en otros. En el siglo XX la crítica literaria ha destacado el realismo, los elementos folklóricos, la estructura, las obras literarias que utilizó, etc. Nuestra modesta aportación quiere reflexionar sobre el Tratado Primero y su significación.

El Tratado primero tiene dos partes diferentes: en la primera, Lázaro relata sus orígenes hasta que su madre le entrega al ciego para servirle; en la segunda, nuestro protagonista cuenta sus peripecias con su primer amo. Probablemente, el autor pudiera haber hecho dos tratados con estas dos partes; pero no, las fusionó por alguna razón o debido a su interdependencia. Quizás se debiera a que Lázaro fragua su modo de ser en estas dos partes y el resto de la novela no sea sino una amplificación. También conviene señalar que el relato de la vida de Lázaro hasta comenzar a servir al ciego es muy delicado, de ahí que no quisiera dedicarle un tratado entero, pues con las aventuras con el ciego el lector olvida un poco la dureza de la infancia del muchacho. El autor no se podía recrear pormenorizadamente en cuestiones como los robos o la relación de la madre con el hombre moreno, porque a mediados del siglo XVI eran cuestiones sociales peligrosas.

Desde las primeras páginas el lector se encuentra con un personaje criado en un mundo marginal, de la delincuencia o próximo a ella. El padre roba y muere por sus delitos, y Lázaro lo exculpa en parte; la madre, viuda, se une a un hombre moreno, que también roba para mantener al hijo de ambos. Lázaro se está educando en este universo ficticio de personajes fuera de la ley y dentro de un mundo de pobreza. Toda la novela, como han señalado ilustres críticos, es el camino hacia la consecución de una estabilidad económica que evite el hambre, a través del "arrimarse a los buenos"1 (15). El propio nombre de nuestro protagonista –Lázaro- contiene esa idea de cambio. Así, en un diccionario de símbolos leemos sobre este nombre: "En el Evangelio, amigo de Jesús, quien le resucitó a los cuatro días de su muerte"2. Entonces él resucita a la nueva vida al final de la novela, en la que ya no habrá hambre. Hay una insistencia semántica importante en la falta de alimentos, porque sin duda era el principal problema para el protagonista.

Una idea nos parece fundamental para nuestro análisis: "cualquier obra literaria [...] además de escrita en una determinada lengua presenta otro código particular pero de presencia ineludible, algo así como un sistema metalingüístico –y metanarrativo- de instrucciones para su propia lectura"3. Si traducimos estas palabras al lenguaje novelesco, podemos señalar fragmentos como el siguiente, que predisponen claramente a un tipo de lectura: "Quiso nuestra fortuna que la conversación del Zaide [...] llegó a oídos del mayordomo, y, hecha pesquisa, hallóse que la mitad por medio de la cebada que para las bestias le daban hurtaba, y salvados, leña, almohazas, mandiles, y las mantas y sábanas de los caballos hacía perdidas; y cuando otra cosa no tenía, las bestias desherraba, y con todo esto acudía a mi madre para criar a mi hermanico. No nos maravillemos de un clérigo ni fraile porque el uno hurta de los pobres y el otro de casa para sus devotas y para ayuda de otro tanto, cuando a un pobre esclavo el amor le animaba a esto" (18-19). Como vemos, Lázaro quita hierro a los robos de su padrastro y los justifica con el argumento de que servían para criar a su hermano. Además, al poner en un mismo nivel al clérigo, fraile y padrastro orienta sobre sus intenciones: todos hacen lo mismo, pero la diferencia está en que su padrastro estaba movido por el amor hacia su hijo y su necesidad de alimentarlo. Y, mediante un epíteto –"pobre"- unido al sustantivo "esclavo" el lector siente compasión de este ladrón, que roba por un fin justificado. El hambre y las necesidades mueven a compasión al lector del siglo XVI, que estaba harto de encontrárselas en las calles.

La mentira es una de las primeras enseñanzas que aprende Lázaro. Su propia madre le enseña esta práctica al presentarle al ciego: "En este tiempo vino a posar al mesón un ciego, el cual, paresciéndole que yo sería para adestralle, me pidió a mi madre, y ella me encomendó a él, diciéndole cómo era hijo de un buen hombre, el cual, por ensalzar la fe, había muerto en la de los Gelves, y que ella confiaba en Dios no saldría peor hombre que mi padre, y que le rogaba me tractase bien y mirase por mí, pues era huérfano" (21-22). Naturalmente, ella no podía confesar la verdad al ciego, pues éste habría rechazado al hijo. Por su parte, el ciego también es hábil en engañar, desde el principio, a Lázaro: "Él respondió que así lo haría y que me recibía, no por mozo, sino por hijo" (22)4. Fruto de esta enseñanza será el hecho de que Lázaro engañe al ciego para vengarse de él o que él viva la mentira de creer, al final de la novela, en la virtud de su esposa.

D. Villanueva ha escrito que "el primer Lazarillo está prefigurando un lector fundamentalmente irónico y distanciado de los valores de la sociedad bien pensante de la época"5. Sin duda, en el siglo XVI esta novela no pudo ser del agrado de las clases dominantes, debido a las realidades brutales (hambre, robos, engaños, amancebamiento) que ficticiamente mostraba. El carácter anónimo de la obra era inevitable, porque ningún escrito con altas dosis de denuncia podía ser firmado y, difícilmente, publicado. El realismo de la novela está íntimamente relacionado con la voluntad de denuncia y crítica social. En el fondo de la historia y las anécdotas que cuenta, la obra muestra un catálogo de pecados que practica una sociedad cristiana.

Además del aprendizaje de la mentira, Lázaro padecerá en sus carnes la violencia física del ciego. Resulta paradójico que una persona invidente pueda hacer sufrir de tal manera a un muchacho. Al final de ese aprendizaje Lázaro se vengará cruelmente de su amo. El maltrato del ciego era una forma de mostrar quién dominaba a quién y una manera de prepararse para la vida, una educación basada en el sufrimiento y en la idea de que el hombre es malo por naturaleza. Existe hasta una justificación religiosa para ejercer la violencia sobre los niños. Leamos:

"-¿Pensaréis que este mi mozo es algún inocente? Pues oíd si el demonio ensayara otra tal hazaña.

Santiguándose los que lo oían, decían:

-¡Mirá quién pensara de un muchacho tan pequeño tal ruindad!

Y reían mucho el artificio y decíanle:

-Castigaldo, castigaldo, que de Dios lo habréis.

Y él, con aquello, nunca otra cosa hacía" (34).

Mentira, violencia y otro aprendizaje, más duro todavía, y que es el eje semántico de la novela: el hambre. Aunque el ciego gana bastante dinero con sus oraciones y consejos, no alimenta lo suficiente a su criado: "con todo lo que adquiría y tenía, jamás tan avariento ni mezquino hombre no vi; tanto, que me mataba a mí de hambre, y así no me demediaba de lo necesario. Digo verdad: si con mi sotileza y buenas mañas no me supiera remediar, muchas veces me finara de hambre" (27). El ciego no recuerda, porque sólo fue algo retórico, lo que prometió a la madre de Lázaro, el hecho de que le iba a tratar como a un hijo. El muchacho tiene que recurrir constantemente al engaño para sobrevivir y no morir de inanición. Las enseñanzas y maltratos del ciego le obligan a "tomar conciencia de su soledad y afirmarse frente a un mundo hostil"6. Ya el ciego le había aconsejado que "un punto ha de saber más que el diablo" (23). La escasez de alimentos es tal, que Lázaro cree en su próxima muerte y se tiene que espabilar para sobrevivir.

El fin del aprendizaje con el ciego ocurre cuando el mozuelo decide vengarse. En otras palabras: "Lázaro demuestra haber aprendido la lección, vengándose del mendigo con una estratagema"7. El problema para el chico es que no ha aprendido ninguna enseñanza moral, así que al final de la obra no tendrá ningún reparo en casarse con una barragana. La necesidad de supervivencia es tan fuerte que todo lo demás es secundario. Lázaro no asimila ningún modelo que le transmita otra idea de la vida que no sea el engaño. Cuando se venga del ciego entra en la vida adulta, es como su ingreso en la sociedad, una especie de bautismo social. A causa de su pobre educación aceptará cualquier cosa que le mantenga, aun a costa de su honra.

Hay algo en el retrato moral del ciego que nos ha llamado la atención y es su caracterización mediante rasgos hiperbólicos, sobre todo si la ponemos en relación con el desvalido niño que le ayuda. Ya en las primeras páginas se nos dice de él que "desde que Dios crió el mundo, ninguno formó más astuto ni sagaz" (25). Esta forma de descripción creemos

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