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Un muerto en vida


Enviado por   •  3 de Mayo de 2017  •  Ensayos  •  1.079 Palabras (5 Páginas)  •  186 Visitas

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UN MUERTO EN VIDA

Se encontraba a punto de desplomarse y se rascaba con impaciencia la cabeza como si quisiera deshacerse de un insecto que le estaba chupando toda su sangre, cuando dijo que me fuera al diablo.

Así la quería ver; sin saber ni dónde estaba parada, balanceándose mientras pensaba en que las horas que había pasado en los columpios de su barrio la habían dejado mareada de por vida sin ni siquiera contar con la botella de ron que se había tomado ella sola sin ofrecerme ni siquiera una gota. No es que le deseé algún mal, pero no creo que alguien tan inhumano merezca que le vaya bien. Para ella siempre fue una tortura vivir, entonces me conformo con que esté viva.

Me llamo Alejandro y no me hace feliz llamarme así, no me hace feliz llamarme de ninguna manera, porque hace tres días que me morí y porque desde que nací muy poca gente ha pronunciado mi nombre.

Se siente raro, ver como el aire se cuela entre tu ropa y que el cuerpo ya no te duela, que ya no pese; esta sensación en el estómago de ir por una bajada de la montaña rusa constantemente, pero más vale que me vaya acostumbrando porque alguna vez oí que así nos quedábamos para siempre. Se me hace que esto va a ser muy parecido a cuando jugaba encantados y nadie iba a desencantarme, con la diferencia de que ahora hasta puedo volar. Estuve robando ropa de diferentes closets y hasta ahora me di cuenta que yo ya no la necesito. Hay gente que nace y se muere sin conocer su razón de vida.  

La primera persona que me alertó sobre mi muerte estuvo a punto de llevarse mi vida en la defensa de su coche. Me dijo “idiota” sin que nos hubieran presentado. Yo iba caminando preguntándome por qué los insectos nos iban a enterrar a todos nosotros. Ella, La Inmencionable, había dicho que unos seres tan trabajadores tenían derecho a prevalecer por encima de los humanos. Después me di cuenta que lo que había dicho lo dije no porque me lo creyera sino porque yo era un ingenuo. Curiosamente, empezó a hablar de los mosquitos inmediatamente después de mandarme al diablo, pero a mí las cosas tan definitivas como el mal, el diablo o las veces que me mandan a la mierda no son un problema para mí, pues no me las tomo a pecho.

La Inmencionable tiene cinco años más que yo y cruzar las calles sin voltear a ver si viene carro la volvió un poco sarcástica; por eso, rascándose la cabeza, me quitó los días que quería pasar jugando futbol con ella. Iba a decir “inepta mujer” cuando venía volando sobre la iglesia y vi la cruz de sus altos, yo, la verdad, sí me callé porque en las iglesias no se dicen groserías y no iba a arriesgarme a llegar sin escalas al infierno. Ni muerto le daré el gusto de que me enrolle en las garras del infierno.

-¿Qué no puedes divertirte tú sola? ¿No tienes un propio cerebro que procese las actividades que quieres desarrollar? Sólo quieres que esté viéndote, porque tú no sabes jugar con tu cabeza.

-No he escuchado nada de lo que has dicho.

-¿Entonces por qué me respondes imbécil?- me contestó

Quisiera que los sardineles no dieran la apariencia de que los pegó un niño de 3 años y que a los ladrones los hubiera querido un poco su mamá. Yo no conocía la mía, pero tampoco me da por matar gente. Si la Inmencionable estuviera aquí, me diría que hay edificios que parece que los construyó Dios y yo me reiría encantado de tanto sarcasmo acumulado en un cuerpo, pues esta era la persona más atea en la faz de la tierra, y yo un simple creyente, no sólo de un dios, sino de muchas personas.

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