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Un sentido de identidad

Pablo TabassoApuntes13 de Abril de 2020

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Un sentido de identidad

I

Martina vestía una escarapela. Era una simple figura de metal con forma redonda y de tres círculos, con pintura laqueada de azul celeste y blanco. Sin embargo, se podía observar su peculiaridad, sin dudas no era una escarapela común. El tiempo le había rasgado parte de sus colores y demostraba su antigüedad.

– ¿Qué tenemos acá? – le dije sonriendo, al ver que venía portando orgullosamente su símbolo patrio – ¿De dónde la conseguiste?

– En internet – contesto ella esbozando una sonrisa fingida pero sentida, como demostrando una especie de orgullo infantil por lo que había realizado.

        – Bueno, es preciosa amor. – exclame, mientras le acariciaba una mejilla y sonreía. – Pero, ¿cuál es la ocasión? – atine a preguntarle.

        – ¿A qué te referís? – me pregunto, inclinando levemente su cuello y frunciendo su seño de manera intrigada.

        – Bueno, no estamos en ninguna fecha patria amor. – le explique lo que yo pensaba era obvio. – Demas esta decir que no es algo normal en estos días ver una chica como vos usando una escarapela, mucho menos cuando no estamos en alguna fecha que lo amerite.

        – Es verdad, pero no está mal demostrar un poco de orgullo patrio de vez en cuando, ¿no?

        – Para nada, es más, estoy orgullosa de vos hija. – le dije sin dejar de pensar lo inusual que me parecía.

Martina estaba rara últimamente, no es normal que una chica a sus diecisiete años no quiera juntarse con sus amigas, que no quiera salir a bailar o a fiestas, es más, a pesar de que nunca antes se había interesado por la historia Argentina, parecía tener una especie de fiebre patriótica en la cual no dejaba pasar oportunidad para contar alguna detalle sobre la vida de algún prócer o algún detalle totalmente aleatorio sobre la historia Argentina, como cuando se puso a hablar del daguerrotipo de San Martin y su historia hasta llegar al Museo Histórico Nacional, o la vez que nos revelo que la obra inaugural del Teatro Colon fue un completo desastre porque en esa época se temía que la inauguración de un teatro traía mala suerte, por lo que la obra fue representada por actores y actrices de segunda mano. No es que a mí me desagrade saber más de historia, pero resulta tedioso ver que tu única hija no puede hablar de otra cosa que no sea de ello.

– ¡Juliana calmáte por favor! – me contesto casi entre risas Manuel cuando le plantee mis preocupaciones sobre Martina – No veo que sea la gran cosa tampoco, le agarro un interés por la historia ¿y qué? Ya se le va a ir. Es más, prefiero esto antes que le guste salir a tomar y nos tengamos que andar preocupando para ver quien la trae, que en donde se queda, que si la tengo que ir a buscar a las cuatro de la mañana por el centro y anda saber que otros dolores de cabeza nos ahorramos.

En esta tiene razón – pensé – es mejor tener una hija “tragalibros” antes que tener una hija que se emborrache o que ande haciendo cosas indebidas. Quizás me estaba preocupando demasiado. Sin embargo, había algo que no me gustaba en esa afición que había agarrado. Supongo que me parecía raro que una chica de su edad ande comprando escarapelas antiguas por internet antes que gastarse la plata en ropa, maquillaje o cualquiera de esas cosas que vuelven locas a las adolescentes de hoy.

II

Martina no solo siguió realizando compras por internet, sino que también empezó a realizar ventas. Había vendido todos sus juguetes y juegos de niña para obtener más dinero. Realizaba compras de pequeño valor y que, a esa altura, no me eran ninguna novedad, revistas y diarios antiguos, libros de historia y cosas por el estilo. Sin embargo, un día bajo por las escaleras de una manera que me costó trabajo reconocerla, vestía unos pantalones con pata de elefante color verde oliva, el mismo hacia conjunto con un suéter con cuello redondo bien ajustado y que complementaba con un cinturón de cuero color negro. Llevaba además el pelo recogido, debo admitir que al verla no pensé que era mi hija, pero sin dudas el atuendo le quedaba muy bien, ese atuendo con el pantalón ajustado en la cintura y piernas que termina abriéndose de manera exorbitada a medida que llegaba a los pies me hacía recordar a la vestimenta que utilizaba mi madre en las fotos de su juventud.

– Ay, pero que linda que estas Martina – le dije con una preocupada sonrisa.

– ¿Te gusta? lo encontré en internet a un precio que no te lo vas a creer – conto orgullosa.

No hay manera de que esto no llame la atención de Manuel – se me cruzo por la cabeza cuando la veía bajar. Pensé para mis adentros que esa afición por la historia con la cual comenzó se estaba transformando en obsesión, pero luego recordé lo que había discutido con mi esposo, no puede ser que esto me moleste, ¿acaso voy a interrumpir a mi hija en su proceso de descubrimiento interno? ¿tanto me podría molestar que ella encuentre su propio estilo? Es decir, hay chicos hoy en día que se visten de cada manera, he visto gente por la calle vestida de negro, con los flequillos tapándoles la mirada, gente vestida de superhéroes, ¿qué tan malo puede ser una chica vestida de una manera un poco anticuada? Es más, - trataba de convencerme a mí misma - estos días en los que la ropa vintage y retro está de moda puede llegar a encajar normalmente.  Quizás, de nuevo, solo sea mi preocupación y no sea más que una etapa.

Lo dejé pasar, pero de todos modos yo sentía que me había acostumbrado a ese interés que Martina le había dado a la historia, e incluso pensé que incluso se había convertido en una coleccionista, que disfrutaba de tener cosas del pasado, ya había hecho las paces con eso, pero con la compra del atuendo sin duda me logro sacar de mi zona de confort nuevamente, otra vez sentía esa inseguridad, esa sensación de incertidumbre, verla vestida como mi madre llego a darme un escalofrió que recorrió todo mi cuerpo.

        – Obvio que es raro – exclamo Manuel – Pero, ¿qué podemos hacer? No está haciendo nada malo, solamente tiene una obsesión con objetos de época. A lo mejor charla con ella – me dijo – quizás le haga falta una charla mujer a mujer.

Otra vez Manuel me pudo acomodar las ideas – Quizás por el hecho de que yo trato con Martina la mayoría del tiempo pudo haber hecho que este cambio en su personalidad me haya afectado más, el, al verlo desde afuera debido a la cantidad de trabajo que está teniendo últimamente, tiene una mirada más objetiva – hacia catarsis, otra vez convenciéndome de que no era nada fuera de lo normal.

III

Todo empeoro cuando comenzó a vestir de esa manera todos los días, esperaba ansiosa volver de la escuela para subir corriendo a su habitación y vestirse con ese atuendo verde, me erizaba la piel. Se vestía de una manera que parecía que había salido de una película de los años setenta y su interés por ello iba en aumento, me había comentado sobre unas compras que había realizado: todos atuendos de época, poleras de cuello con doblez, algunas imitaciones de collares de perlas de plástico exageradamente grandes, casi como el tamaño de una ciruela. Y no era solo la vestimenta, cada vez su círculo social era más cerrado, ya no nos pedía ir al cine, ir a pasear por los centros comerciales, incluso ya no pasábamos tiempo de calidad con ella, se encerraba en su cuarto a leer, a mirar artículos en internet, cada día se volvía más sedentaria y ya no me gustaba ni un poco. No podía seguir dejándolo pasar.

        – Me queda bien mama – me respondió cuando le pregunte cual era la manía con el vestido.

        – Si ya sé que te queda hermoso, ¿pero te parece usarlo todos los días?

        – Cuando me llegue la ropa que compre voy a poder vestirme de distintas maneras – me dijo – igual lo lavo todos los días, si es lo que te preocupa – finalizo.

        – No Martina eso no me molesta, solo me parece raro que te vistas así – atine a decirle.

        – Bueno mama, es mi estilo. Además, queda bien con la casa, ¿no te parece? – comento.

Cuando me respondió la senti rara, algo en su semblante no estaba bien, parecía fuera de sí. Esa frase me quedo rodando en la cabeza durante toda la noche. Nos habíamos mudado a la casa hace tan solo tres meses.

Estábamos viviendo en un departamento cuando nos enteramos que mi tía Delia falleció. A pesar de la tristeza que me ocasiono la desgracia, me reconforto el hecho de saber que nos había heredado la casa, era el sueño de mi madre poder vivir allí. Era sin duda el hogar de mis sueños también, mi madre con su hermana y mi abuela vivieron toda su vida en ella, y estoy casi seguro que su madre también. Está llena de detalles arquitectónicos que demuestran la antigüedad que tiene, cuenta con dos pisos, tres habitaciones y un frente con espacio suficiente como para montar un jardín hermoso, mi madre me contaba que mi abuela tenía el jardín lleno de jazmines y tulipanes, que en primavera florecían y perfumaban toda la casa con su abundante aroma. Y detrás cuenta con un patio trasero en el que mi madre jugaba con mi tía Delia todas las tardes luego de ir al colegio.

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