Itinerario mente a Dios
Tomás Serrano SeguraEnsayo15 de Agosto de 2022
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S. Bonaventurae Bagnoregis (1221-1274)
Itinerario del alma a Dios
Franciscus fecit
Pr´ologo del Itinerario del alma a Dios
- En el principio invoco al primer Principio, de quien descienden todas las iluminaciones como del Padre de las luces, de quien viene toda d´adiva preciosa y todo don perfecto, es decir, al Padre eterno por su Hijo, Nuestro Sen˜or Jesucristo, a fin de que con la intercesi´on de la Sant´ısima Virgen Mar´ıa, madre del mismo Dios y Sen˜or nuestro, Jesucristo, y con la del bienaventurado Francisco, nuestro gu´ıa y padre, tenga a bien iluminar los ojos de nuestra mente para dirigir nuestros pasos por el camino de aquella paz que sobrepuja a todo entendimiento. Paz que evangeliz´o y dio Nuestro Sen˜or Jesucristo, de cuya predicaci´on fue repetidor nuestro padre Francisco, quien en todos sus discursos, tanto al principio como al fin, anunciaba la paz, en todos sus saludos deseaba la paz, y en todas sus contemplaciones suspiraba por la paz ext´atica, como ciudadano de aquella Jerusal´en, de la que dice el var´on aquel de la paz, que era pac´ıfico con los que aborrec´ıan la paz: Pedid los bienes de la paz para Jerusal´en. Porque sab´ıa que el trono de Salom´on est´a asentado en la paz, segu´n est´a escrito: Fij´o su habitaci´on en la paz y su morada en Si´on.
- En vista de esto, buscando con vehementes deseos esta paz, a imitaci´on del bienaventurado padre Francisco, yo pecador que, aunque indigno, soy, sin embargo, su s´eptimo sucesor en el gobierno de los frailes, aconteci´o que a los treinta y tres an˜os despu´es de la muerte del glorioso Patriarca, me retir´e, por divino impulso, al monte Alverna como a lugar de quietud, con ansias de buscar la paz del alma. Y estando all´ı, a tiempo que dispon´ıa en mi interior ciertas elevaciones espirituales a Dios, v´ınome a la memoria, entre otras cosas, aquella maravilla que en dicho lugar sucedi´o al mismo bienaventurado Fran- cisco, a saber: la visi´on que tuvo del alado Seraf´ın, en figura del Crucificado. Consideraci´on en la que me pareci´o al instante que tal visi´on manifestaba tanto la suspensi´on del mismo Padre, mientras contemplaba, como el camino por donde se llega a ella.
- Porque por las seis alas bien pueden entenderse seis iluminaciones sus- pensivas, las cuales, a modo de ciertos grados o jornadas, disponen el alma para pasar a la paz, por los ext´aticos excesos de la sabidur´ıa cristiana. Y el camino no es otro que el ardent´ısimo amor al Crucificado, el cual de tal ma- nera transform´o en Cristo a San Pablo, arrebatado hasta el tercer cielo, que vino a decir: Clavado estoy en la cruz junto con Cristo: yo vivo, o m´as bien,
no soy yo el que vivo, sino que Cristo vive en m´ı; amor que as´ı absorbi´o tam- bi´en el alma de Francisco, que la puso manifiesta en la carne, mientras, por un bienio antes de la muerte, llev´o en su cuerpo las sacrat´ısimas llagas de la Pasi´on. As´ı que la figura de las seis alas ser´aficas da a conocer las seis ilumi- naciones escalonadas que empiezan en las criaturas y llevan hasta Dios, en quien nadie entra rectamente sino por el Crucificado. Y en verdad, quien no entra por la puerta, sino que sube por otra parte, el tal es ladr´on y salteador. Mas quien por esta puerta entrare, entrar´a y saldr´a y hallar´a pastos. Por lo cual dice San Juan en el Apocalipsis: Bienaventurados los que lavan sus vestiduras en la sangre del Cordero para tener derecho al ´arbol de la vida y a entrar por las puertas de la ciudad. Como si dijera: No puede penetrar uno por la contemplaci´on en la Jerusal´en celestial, si no es entrando por la sangre del Cordero como por la puerta. Nadie, en efecto, est´a dispuesto en manera alguna para las contemplaciones divinas que llevan a los excesos mentales, si no es, con Daniel, var´on de deseos. Y los deseos se inflaman en nosotros de dos modos: por el clamor de la oraci´on, que exhala en alaridos los gemidos del coraz´on, y por el resplandor de la especulaci´on, por la que el alma direct´ısima e intens´ısimamente se convierte a los rayos de la luz.
- Por eso primeramente invito al lector al gemido de la oraci´on por medio de Cristo crucificado, cuya sangre nos lava las manchas de los pecados, no sea que piense que le basta la lecci´on sin la unci´on, la especulaci´on sin la devoci´on, la investigaci´on sin la admiraci´on, la circunspecci´on sin la exulta- ci´on, la industria sin la piedad, la ciencia sin la caridad, la inteligencia sin la humildad, el estudio sin la gracia, el espejo sin la sabidur´ıa divinamente inspirada.
Propongo, pues, las siguientes especulaciones a los prevenidos de la divina gracia, a los humildes y piadosos; los compungidos y devotos, a los ungidos con el ´oleo de la alegr´ıa y amadores de la divina sabidur´ıa e inflamados en su deseo; a cuantos quisieren, en fin, ocuparse libremente en ensalzar, admirar y au´n gustar a Dios, d´andoles a entender que poco o nada sirve el espejo puesto delante al exterior, si el espejo de nuestra alma no se hallare terso y pulido. Ejerc´ıtate, pues, hombre de Dios, en el aguij´on remordedor de la conciencia, antes de elevar los ojos a los rayos de la sabidur´ıa que relucen en sus espejos, no suceda que de la misma especulaci´on de los rayos vengas a caer en una fase m´as profunda de tinieblas.
- Y plu´gome dividir el tratado en siete cap´ıtulos, anteponiendo los t´ıtulos para la mejor inteligencia de lo que se ir´a diciendo. Ruego, pues, que se pondere m´as la intenci´on del que escribe que la obra, m´as el sentido de las
palabras que lo desalin˜ado del estilo, m´as la verdad que la graciosidad, m´as el ejercicio del afecto que la instrucci´on del intelecto.
A fin de que as´ı suceda, la progresi´on de estas especulaciones no se ha de transcurrir superficialmente, sino que se ha de rumiar morosamente.
Fin del pr´ologo.
Empieza la especulaci´on del pobre en el desierto
I
Grados de la subida a Dios y especulaci´on de Dios por sus vestigios en el Universo
- Feliz el hombre que en ti tiene su amparo; y que dispuso en su coraz´on, en este valle de l´agrimas, los grados para subir hasta el lugar que dispuso el Sen˜or. No siendo la felicidad otra cosa que la fruici´on del sumo bien y estando el sumo bien sobre nosotros, nadie puede ser feliz si no sube sobre s´ı mismo, no con subida corporal, sino cordial. Pero levantarnos sobre nosotros no lo podemos sino por una fuerza superior que nos eleve. Porque por mucho que se dispongan los grados interiores, nada se hace si no acompan˜a el auxilio divino.
Y en verdad, el auxilio divino acompan˜a a los que de coraz´on lo piden humilde y devotamente; y esto es suspirar a E´l en este valle de l´agrimas, cosa que se
consigue con la oraci´on ferviente. Luego la oraci´on es la madre y origen de la sobreelevaci´on. Por eso Dionisio en el libro De mystica theologia, queriendo instruirnos para los excesos mentales, pone ante todo por delante la oraci´on. Oremos, pues, y digamos a Dios Nuestro: ¡Sen˜or: Condu´ceme, Sen˜or, por tus sendas y yo entrar´e en tu verdad; al´egrese mi coraz´on de modo que respete tu nombre!
- Orando, segu´n esta oraci´on, somos iluminados para conocer los grados de la divina subida. Porque, segu´n el estado de nuestra naturaleza, como todo el conjunto de las criaturas sea escala para subir a Dios, y entre las criaturas unas sean vestigio, otras imagen, unas corporales otras espirituales, unas temporales, otras eviternas, y, por lo mismo, unas que est´an fuera de nosotros y otras que se hallan dentro de nosotros, para llegar a considerar el primer Principio, que es espiritual´ısimo y eterno y superior a nosotros, es necesario pasar por el vestigio, que es corporal y temporal y exterior a nosotros, -y esto es ser conducido por la senda de Dios-, es necesario entrar en nuestra alma, que es imagen eviterna de Dios, espiritual e interior a nosotros
-y esto es entrar en la verdad de Dios-; es necesario, por fin, trascender al eterno espiritual´ısimo y superior a nosotros, mirando al primer Principio, y esto es alegrarse en el conocimiento de Dios y en la reverencia de la majestad.
- Esta subida, en efecto, es la caminata de tres jornadas en la soledad;
´esta es la triple iluminaci´on de un solo d´ıa; y ciertamente, la primera es como la tarde; la segunda, como la man˜ana, y la tercera, como el mediod´ıa; ´esta dice respecto a la triple existencia de las cosas, esto es, en la materia, en la inteligencia y en el arte eterna, segu´n la cual se dijo: Ha´gase, hizo y fue hecho; ´esta dice relaci´on asimismo a las tres substancias que hay en Cristo, escala nuestra, como son la corporal, la espiritual y la divina.
- En conformidad con esta triple progresi´on, nuestra alma tiene tres as- pectos principales. Uno es hacia las cosas corporales exteriores, raz´on por la que se llama animalidad o sensualidad; otro hacia las cosas interiores y hacia s´ı misma, por lo que se llama esp´ıritu; y otro, en fin, hacia las cosas superio- res a s´ı misma, y de ah´ı que se le llame mente. Con estos aspectos debemos disponernos para subir a Dios, a fin de amarle con toda la mente, con todo el coraz´on y con toda el alma, en lo cual consiste la perfecta observancia de la ley y, junto con esto, la sabidur´ıa cristiana.
- Y porque cada uno de dichos modos se duplica, segu´n se considere a Dios como alfa y omega, o se vea a Dios en cada uno de ellos como por espejo o como en espejo, o por prestarse cada una de estas consideraciones tanto a unirse a otra conexa como a ser mirada en su puridad, de aqu´ı es que sea necesario elevar a nu´mero de seis estos grados principales, a fin de que, as´ı como Dios complet´o en seis d´ıas el Universo y en el s´eptimo descans´o, as´ı tambi´en el mundo menor sea conducido ordenad´ısimamente al descanso de la contemplaci´on por seis grados de iluminaciones sucesivas, para significar lo cual, por seis gradas se sub´ıa al trono de Salom´on, seis alas ten´ıan los serafines que vio Isa´ıas, despu´es de seis d´ıas llam´o Dios a Mois´es de medio de la nube oscura, y Cristo, despu´es de seis d´ıas, como dice en San Mateo, llev´o a los disc´ıpulos al monte y se transfigur´o ante ellos.
- As´ı que, en correspondencia con los seis grados de la subida a Dios, seis son los grados de las potencias del alma, por los cuales subimos de lo ´ınfimo a lo sumo, de lo externo a lo ´ıntimo, de lo temporal a lo eterno, a saber: el sentido y la imaginaci´on, la raz´on y el entendimiento, la inteligencia y el
´apice de la mente o la centella de la sind´eresis. Estos grados en nosotros los tenemos plantados por la naturaleza, deformados por la culpa, reformados por la gracia; y debemos purificarlos por la justicia, ejercitarlos por la ciencia y perfeccionarlos por la sabidur´ıa.
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