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Las Corrientes de la Sociología de la Religión.

Andrés UrrutiaTesina14 de Noviembre de 2016

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Universidad de Chile
Facultad de Ciencias Sociales
Escuela de Sociología

Seminario

Las Corrientes de la Sociología de la Religión.

Antecedentes para una Propuesta de Investigación en Sociología de la Religión.

Nombre: Andrés Urrutia

Profesor: Iván Pincheira

Índice

Introducción        

Desarrollo        

Sociología de la Religión centrada en la estructura.        

Sociología de la Religión centrada en la agencia.        

Sociología de la Religión centrada en la intersubjetividad.        

Sociología de la Religión centrada en las emociones.        

Conclusiones Preliminares.        

Propuesta de Estudio Preliminar.        

Biopoder y Estado        

Diseño de Políticas Públicas        

Propuesta de Metodología        

Bibliografía        

Introducción

 El interés investigativo que guía el presente trabajo es el de realizar una revisión de los conceptos y teorías que ha acuñado la Sociología de la Religión, desde sus raíces, primeros intelectuales, los clásicos, y las teorías actuales. Esta revisión tendrá como objetivo encontrar una Sociología de la Religión que se encargue principalmente de comprender el fenómeno emotivo, en miras de poder hacer una conjunción entre la Sociología de la Religión y la Sociología de las Emociones.

 Nos basaremos en los planteamientos de Archer, según el cual la teoría sociológica ha visto dividida debido al debate ontológico entre sociedad e individuo, entre estructura y agencia. Ambas formas de teorías pueden ser comprendidas como “la ciencia de la sociedad” y el “estudio de lo humano” (Archer, 2009). El mismo Archer dice: “si la primera niega la importancia de la constitución humana de la sociedad, la segunda anula la importancia de lo que es, ha sido y será constituido como sociedad en el proceso de interacción humana. La primera niega que los poderes reales de los seres humanos son indispensables para hacer de la sociedad lo que de hecho es. La segunda le quita poderes reales a la sociedad al reducir sus propiedades a los proyectos de sus hacedores. Ambas apoyan por tanto el epifenomenalismo al sostener, respectivamente, que la agencia o la estructura son inertes y variables dependientes. De esta forma, ellas hacen de lo problemático algo tratable, pero solo al precio de evadir la especificidad de la realidad social y tratarla como algo distinta a sí misma –por hacerla ya sea superior a las personas o subordinarla fundamentalmente a ellas.” (Archer, 2009) Estas son por tanto teorías conflacionistas, que reifican la realidad en relación a un solo elemento omnicomprensivo. El mecanismo genérico más tradicional que usan las teorías conflacionistas es el epifenomenalismo, en sus versiones de reducción ascendente o descendente.

 Estamos sumidos en un “caos teórico”, y para poder salir de él, es necesario reconocer “las conexiones tripartitas entre ontología, metodología y teoría social práctica y aseguramos la consistencia entre ellas”.

 De este modo, tanto como para Archer como para este trabajo, se entenderá que “que toda ontología social tiene implicaciones para la metodología explicativa en que se apoya –y en la que puede consistentemente apoyarse.” (Archer, 2009)

 Así, actualmente, el problema ha estado en el problema de la escala, que ahora reemerge como el  vínculo  micro-macro. (Archer, 2009). Así por ejemplo: “el macroanálisis o ‘macrosociología’ se enfoca en las características de gran escala y más generales de la sociedad tales como las organizaciones, las instituciones y la cultura”, mientras que el microanálisis o microsociología se enfoca en las características del individuo, “las características relevantes del contexto social están, para decirlo de algún modo, incorporadas al individuo” (Lukes, 1968, en Archer, 2009). Ahora bien, por otro lado, también existen movimiento teóricos (especialmente surgidos después de los años 60’s) que han intentado o bien conciliar o bien subvertir este dilema teórico. Así nacen dos posturas, llamas por Archer como “elisionismo (porque trascender el dualismo entre individuo y sociedad consistía en reemplazar uno mediante la insistencia en su constitución mutua) y emergentismo (porque la estructura y la agencia son ambas vistas como estratos emergentes de la realidad social y su vinculación consiste en examinar su juego mutuo)” (Archer, 2009)

 Por nuestra parte, llamaremos a estas tres corrientes: Corrientes teóricas centrada en la estructura, Corrientes teóricas centrada en la agencia, y Corrientes teóricas centradas en la intersubjetividad.

 Esta revisión no estaría completa en cuanto a los objetivos del trabajo si no revisamos los conceptos entendidos por la Sociología de las Emociones. En cuanto al debate conflacionista, Nussbaum dice respondería que los procesos emotivos no carecen de racionalidad, así como los procesos racionales no están exentos de influencias emocionales (Pincheira, 2013]. Por otra parte, en cuanto al ámbito religioso y sus contenidos culturales (creencias, ritos, prácticas), “las  emociones,  por  sus  propias  características,  constituirían  indicadores  de  la relevancia o de la indiferencia, del grado de interiorización, del compromiso o del rechazo con que los contenidos culturales son asimilados por grupos e individuos dentro de una misma comunidad. En esta visión, entonces, se asume que las percepciones y las creencias juegan  un rol central en las experiencias emocionales” (Solomon, Calhoun 1989). Si bien este enfoque corresponde más ampliamente a los estudios en emociones enfocados en la sociedad (y por tanto, la construcción social de la realidad), también veremos aquellos estudios que se enfoquen en teorías biológicas o neurobiológicas.

 Nos enmarcamos en estos cuatro aspectos, partiendo del supuesto que donde la forma de proceder de los profesionales científicos no responde per se a la naturaleza del conocimiento que están generando, sino más bien del entendimiento que tienen los mismos de su objeto de estudio, y de cómo asumen su rol de profesionales científicos, entendiendo a la ciencia de determinada forma y performándose colectivamente según esta concepción disciplinar (Ferreira, 2007). En pocas palabras, también nos enmarcamos en la Sociología del Conocimiento, la cual podemos comprender como una disciplina enmarcada en las Ciencias Sociales es proclive a generar conocimiento desde un marco eminentemente social en el cual están insertos los/as profesionales que la desarrollan y no desde la neutralidad objetiva propuesta por el Positivismo clásico (Ferreira, 2007)

 Es por ello que asumimos que, desde el constructivismo social, que  reconoce que  están también atrapados en el momento histórico y social en los que están insertos quienes investigan los fenómenos para generar así un conocimiento, asumiendo que éste proceso no es pasivo ni arbitrario debido a que estas personas pretenden dar cuenta de una realidad que les interesa (motiva) describir y explicar, pero que también al hacerlo la construyen y reforman, siendo no simples observadores que mantienen a esa realidad externa impertérrita e inmodificable, y muy por el contrario, se encargan de fabricarla motivados desde su vereda disciplinar y a su vez intersectados discursivamente por los factores sociales de su coyuntura histórica (Latour, 2003; Knorr – Cetina, 2005; Vallverdú, 2005; Ferreira, 2007).

 La construcción del conocimiento estaría dada entonces no por una realidad natural externa e independiente por descubrir, sino, por la relación descriptiva que existe entre quienes pretenden explicarla desde sus disciplinas respectivas. No obstante, ocurre que esta construcción no se hace de manera antojadiza, pues debe tributar a los estándares científicos ya mencionados con anterioridad, siendo necesario que haya correspondencia entre los instrumentos para describirla, interpretarla y explorarla, y la supuesta naturaleza de la misma (Knorr – Cetina, 2005). Comprendiendo que no existe una realidad fija ni absoluta a la hora de ser objetivable, sucede que distintos/as investigadores/as dentro de una misma disciplina pueden describir y explicar un fenómeno de distintas formas, y teorizar a partir de él, hallándoles múltiples sentidos y formas a una misma “realidad”. Lo anterior no es algo inusual en las ciencias sociales, donde con frecuencia se suscitan diversos debates a raíz de esta ramificación explicativa ante un mismo fenómeno (Latour, 2003; Knorr – Cetina, 2005), y cuando este impasse intradisciplinar alcanza mayores escalas de incertidumbre y masividad dentro de la comunidad científica, se le denomina como “Controversia Científica”, donde las partes en debate exponen sus argumentos en base al sustento teórico y práctico derivados de la evidencia del fenómeno que les convoca (Latour, 2003; Knorr – Cetina, 2005; Vallverdú, 2005). Son en su forma instancias sociales específicas dentro de la comunidad científica en la que se interpelarían discursos y posturas humanas y disciplinares ante una temática por dilucidar, y no sólo una discusión de contenido teórico inhumano en el cual quienes debaten sólo son portavoces de un conocimiento que ellos defienden por su naturaleza verídica supuestamente irrefutable (Latour, 2003; Knorr – Cetina, 2005, Vallverdú, 2005).

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