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Los bienes humanos

ampinazarResumen17 de Septiembre de 2017

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CAPITULO 4 – LA OBTENCION DE LOS BIENES HUMANOS: ESTTRATEGIAS PRUDENCIALES.

“Prudencia” o “sabiduría práctica”: habilidad de identificar y obtener efectivamente lo que es bueno para uno y para los demás.

Dos razones por las que necesitamos de ella:

         1) Porque en ausencia de un bien absoluto o de una jerarquía fija de bienes, no podemos decidir sin reflexión cual es la mejor opción para nosotros.

        2) porque los bienes básicos han sido formulados en términos muy generales de modo que no existe un modelo particular de la vida buena que sea válido para todos por igual. No podemos discernir espontáneamente  cuales son las mejores para nosotros.

Los bienes mencionados son bienes “premorales”. No se les puede asignar directamente a ningún atributo moral (estar vivo o enfermo, como tal, no es ni moralmente bueno ni malo) pero veremos que la moralidad revertirá después sobre ellos.

La prudencia, por su naturaleza misma, no es reductible a un conjunto de normas rígidas.

Hay ciertas estrategias (recomendaciones, consejos, pautas o preceptos para la acción) que ofrece la prudencia.

VIGILANCIA

Ya que hay una gran variedad de bienes particulares y es fácil confundirse con los bienes aparentes (cosas que pueden ser buenas y atractivas en algún sentido, pero que no son verdaderamente buenas para una determinada persona en un determinado momento).

La vigilancia es una actitud de discernimiento entre los bienes, necesaria porque elegir lo aparentemente bueno en lugar de lo verdaderamente bueno, es irracional (contrario al principio formal de la razón práctica).

INCLUSIVIDAD  

Como existe una pluralidad de bienes, y no sólo uno, no sería inteligente poner todo nuestro esfuerzo en conseguir exclusivamente uno de éstos en desmedro de los demás.

Concentrar tanto nuestra atención iría en contra del principio formal de la razón práctica en relación con los otros bienes.

La prudencia recomienda la exclusividad para reforzar esta “aptitud de horizontes”, empujándonos a tender al mayor número de bienes posibles, y evitar así la reducción arbitraria de la vida a una única dimensión. No seguir esto es irracional.

Debo ser una persona abierta a todos los bienes humanos y para todas las concreciones de los bienes.

DESAPEGO

Nadie puede tener todos los bienes. Hay determinados bienes que una persona no va a lograr jamás.

Hay muchos obstáculos naturales en el camino hacia ciertos bienes (mala salud, falta de talento) y también hay obstáculos que aparecen en forma de exigencias más urgentes que las circunstancias nos imponen. También éstos hacen muchas veces que tengamos que renunciar a nuestras aspiraciones más profundas.

El desapego es el arte de seguir viviendo sin esos bienes que deseamos pero que las circunstancias nos han vetado.

Esto se vuelve muy difícil para quienes se obsesionan con esos bienes inalcanzables.

Desprenderse es más razonable.

La renuncia a un determinado bien (cuando es por otro bien que valga la pena) no es irracional.

DEDICACION

Alcanzar los bienes básicos implica bastante esfuerzo y dedicación.

Son metas que exigen un sacrificio continuo.

La pauta de una tenaz dedicación a los fines que uno ambiciona, deriva de la certeza de que, dada su importancia y lo difícil que es conseguirlos, seria irracional abandonar fácilmente la búsqueda.

No podemos dedicarnos igualmente a la obtención de todas las instancias de todos los bienes.

En consecuencia, una cierta concentración en ciertos bienes es razonable siempre que no se transforme en una exclusión en principio de los demás bienes.

Los bienes son arduos, difíciles, y la mayoría a largo plazo y necesitan tiempo.

Fallar en la vigilancia, el desapego o la dedicación, no es inmoral. Es simplemente ser necio o poco inteligente en la empresa de vivir la propia vida.

Nexo entre la prudencia en general y el subconjunto de lo prudencial que coincide con el dominio de la moralidad. Una acción humana deja de ser meramente imprudente para volverse también inmoral cuando una instancia específica de algún bien humano es seriamente afectada, es decir, cuando se causa algún daño. 

Esto puede suceder a causa de omisiones negligentes: de acciones intencionales positivas o de un trato discriminatorio de las personas.

IMPARCIALIDAD

Nos exhorta a tener la suficiente sabiduría práctica como para reconocer que las instancias particulares de los bienes humanos son igualmente valiosas tanto si son mías o de cualquier otra persona. El valor de mi vida o mi salud no es mayor que el de otro.

La imparcialidad solo excluye la preferencia arbitraria en la distribución de oportunidades, educación, empleos, derechos de propiedad, bienes externos o cualquier otra contingencia de la vida, porque la discriminación arbitraria produce daño.

El precepto de la imparcialidad o de la igual trato de las personas juega un papel central en la búsqueda comunitaria de los bienes.

La Regla de Oro que dice que uno debe tratar a los demás tal como uno quiere que lo traten a uno.

         DISCRIMINACION              De personas [pic 1][pic 2]

                De actos/ acciones [pic 3]

                De personas que influyen sobre las acciones [pic 4]

CUIDADO

Señala que es irracional no promover y proteger, individual y colectivamente, las distintas concreciones de los bienes básicos en uno mismo y en los demás (en especial cuando estas omisiones y negligencias causan algún daño).

Es irracional no prevenir la perdida de algún bien importante, o tratar de recuperarlo cuando se ha perdido.

Por naturaleza el cuidado trasciende a lo que algunos filósofos llaman el principio de beneficencia – bonum facere-, el mandato de ejecutar acciones que beneficien a los demás.

El cuidado también incluye beneficio propio.

Cuidarse a uno mismo (y a otros) también implica preocuparse de que yo (o ellos) no sea dañado como consecuencia del logro de mi (o su) bien.

Cuidar a una persona es estar atento a sus necesidades, especialmente a las de los débiles, y al modo como nuestras acciones pueden afectarlos. Por lo que un imperativo de esta pauta prudencial es fijarse en las consecuencias de las propias acciones.

Los bienes de nuestros seres queridos nos deben importar profundamente. Pero como esos bienes son inteligibles, el cuidado no debe nunca estar guiado sólo por las emociones sino siempre también (y fundamentalmente) por la razón.

El cuidado también compensa las supuestas insuficiencias de la imparcialidad como guía de la acción.

El mandato prudencial del cuidado funda ciertas normas morales positivas. Estas serán menos específicas y severas que las que se funden en el respeto.

RESPETO

Afirma que es irracional atacar o destruir intencionalmente alguna instancia de un bien básico (causar daño directamente).

Es prácticamente equivalente a lo que algunos filósofos llaman “el principio de no maleficencia”, el mandato “No hagas el mal”.

Encuentra su justificación ultima en el principio formal de la razón práctica, en cuanto su violación es exactamente lo contrario a hacer y perseguir el bien. Pero el precepto es más específico, agrega al principio la referencia al daño causado intencionalmente.

El respeto hacia los bienes está sujeto a una estricta imparcialidad. Este precepto afirma que la destrucción de cualquier instancia de bien humano constituye una irracionalidad práctica, por lo que tampoco se justificaría dañar a algunos en vez de a otros o destruir tales bienes y no esos otros.

Con el cuidado era distinto. Puede ser razonable cuidar más a un hijo enfermo que a otro sano. No obstante siempre será irracional atentar en contra de la salud de cualquiera.

“Respeto”: utilizado para identificar una actitud debida a las personas y a su dignidad mientras que aquí se emplea en referencia a los bienes.

Una falta de cuidado puede no ser intencional, pero una genuina falta de respeto imparcial por los bienes humanos requiere de una intención explicita del agente, sea ésta la de dañar directamente o la de apuntar a algo que por naturaleza implique un atentado en contra de algún bien básico, como en un caso de infidelidad conyugal.

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