ALgo De K.R. Popper
ale.1030 de Septiembre de 2014
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K.R. Popper murió hace relativamente poco. Parece ser que numerosos trabajos suyos no se han publicado todavía. Podría pensarse, pues, que nos falta perspectiva histórica para analizar y contextualizar su obra. No obstante, la filosofía de la ciencia, una disciplina relativamente joven, ha tenido, en las últimas décadas, un ritmo desbordante que nos permite decir que, a pesar de todo, hoy tenemos ya cierta “perspectiva teórica” para un primer análisis de la filosofía de la ciencia popperiana.
En primer lugar, Popper no puede dejar de ser visto por el historiador en su relación con el “positivismo lógico”, relación que provocó numerosas discusiones sobre si Popper, aun siendo el gran crítico de tesis fundamentales del positivismo, era o no un “positivista”. Su polémica con Carnap, el más grande representante del positivismo, recorre toda su obra. En ella vemos a un Popper contundente, arrollador, seguro de sí mismo; su crítica al “inductivismo”, al “criterio empirista del significado” y su relación con el “criterio de demarcación”, son un buen ejemplo. Pero lo que quizá merece la pena destacar es que, el éxito de su crítico muestra en este caso el alto nivel de comunicación entre Popper y sus oponentes positivistas, y, por tanto, importantes elementos comunes entre ellos. No menos importante es, en un segundo lugar, su relación con la llamada “nueva filosofía de la ciencia”, que le hace a su vez objeto de críticas tan eficaces como las que él dirigiera al “empirismo lógico”. Y aquí lo importante sería no sólo el cambio de posición de Popper, ahora a la defensiva, sino el tipo de desacuerdo, ahora más básico -no se trata sólo de una u otra tesis d ella filosofía de la ciencia, sino de la naturaleza misma de ésta, el trabajo a desarrollar dentro de ella y los medios a utilizar que dificulta o pone de manifiesto la dificultad de comunicación en esta polémica, como se hace patente en sus discusiones con T.S. Kuhn. Y hay aún otro punto de referencia en el estudio y valoración de la obra de Popper, que podemos llamar “la nueva lógica de la ciencia” con J. D. Sneed y W. Stegmüller como grandes protagonistas, entre otros. Con esta última tendencia se pone de manifiesto la complejidad del desarrollo dela filosofía de la ciencia en los últimos veinte años y, por tanto, de la ubicación de Popper. Pues si bien por hacer “lógica de la ciencia” los nuevos lógicos están más próximos a Popper que los “nuevos filósofos de la ciencia”, su introducción de la “concepción estructuralista de las teorías” ha representado un cambio tan drástico en su campo, que quizás éstos, más que los “nuevos filósofos de la ciencia”, sean los responsables de que hoy se hable ya de la obra de Popper en pasado -aunque las necrologías filosóficas pocas veces son definitivas-.
Popper es un entusiasta de la -su- autobiografía intelectual, y él mismo ha señalado a menudo elementos esenciales para la contextualización de sus ideas. Y aunque ya se sabe que la memoria recrea en gran medida el pasado, no hay duda de que su filosofía de la ciencia, como la de este siglo en general, fue grandemente influida y provocada por la revolución científica de principios de siglo.
Tras la crisis del mecanicismo decimonónico, los primeros trabajos de Planck sobre los “cuantos” inician un período de profunda convulsión en las ciencias físicas. En 1905, “annus mirabilis”, A. Einstein publica en “Annalen der Physik” tres artículos fundamentales. El primero sobre el movimiento browniano; el segundo era su primera contribución a la teoría cuántica, el último presentaba la teoría especial de la relatividad. Diez años más tarde la teoría cuántica había experimentado importantes desarrollos, especialmente con los trabajos de N. Bohr en 1913, y Einstein formula su teoría general de la relatividad, grandiosa y osada teoría que en 1919, con el famoso experimento de Eddington, veía brillantemente confirmadas importantes predicciones respecto al comportamiento de la luz al atravesar un cuerpo gravitatorio. Eran, sin duda, dos teorías revolucionarias cargadas de implicaciones y consecuencias filosóficas. Leyes y conceptos clásicos como “espacio”, “tiempo”, “causalidad”, etc. habían de ser revisados. Eran, en definitiva, teorías que, en cierto sentido, establecían una distancia con los antepasados, mayor que la que interponen los años.
Pero no eran éstos los únicos logros intelectuales d ellas dos primeras décadas de nuestro siglo. Precisamente, entre 1900 y 1905 I.P. Paulov y S. Freud publicarían algunos de sus más importantes trabajos que no habían de ser menos centrales en el pensamiento de nuestro siglo. La teoría psicoanalítica experimentaría un rápido desarrollo interno que provocaría las escisiones escolares de Adler y Jung. Popper sería en cierto sentido un testigo próximo de estos acontecimientos por ser colaborador en la obra social de Adler, en Viena, hacia 1917. Si pensamos que ésta es la fecha de la Revolución bolchevique, así como en los acontecimientos político sociales de la Alemania-Austria de aquellos momentos, la importancia del movimiento y teoría marxistas se hace patente de inmediato. Las experiencias personales de Popper le hicieron sentir un precoz desencanto respecto al movimiento marxista:” En la época en que tenía diecisiete años me había convertido en un anti-marxista” Esta actitud se pondrá de manifiesto años más tarde en obras suyas como “La Miseria del Historicismo” y “La sociedad abierta y sus enemigos”, que si bien contienen una de las críticas al marxismo de mayor audiencia, no cuentan, en mi opinión entre los logros más importantes del autor.
Sea como fuere, el apuntado es el entorno en que Popper inicia su reflexión filosófica, y es la comparación entre las distintas teorías mencionadas lo que plantea su primer y básico problema filosófico: el problema de la demarcación entre la ciencia y la pseudociencia. En el psicoanálisis y en el marxismo resultaban admirables, para Popper, su enorme “poder explicativo”. Ambas teorías encontraban confirmaciones por doquier en sus respectivos campos. Refiriéndose a las teorías de Freud y Adler, diría Popper: “No puedo imaginar ninguna conducta humana que no pueda ser interpretada en términos de cualquiera de las dos teorías”, y algo similar ocurría con el marxismo en lo histórico-social. Esta casi inevitable verificación continua que los respectivos partidarios presentaban como la mayor virtud de la teoría, empezó a resultar sospechosa para Popper al compararla con las teorías de la relatividad de Einstein y la actitud de éste.
La obra de Einstein presentaba para Popper varios aspectos importantes. En primer lugar, no había existido teoría alguna mejor confirmada y asentada que la de Newton y, sin embargo, la de Einstein venía ahora a superarla mostrando sus limitaciones. Los repetidos y brillantes éxitos y “verificaciones” a lo largo de más de dos siglos no había bastado para hacer “verdadera” la teoría newtoniana. Esto podía suscitar dudas respecto al significado y posibilidad de la “verificación”. Lo mismo es aplicable, naturalmente, a la teoría de Einstein. Pero, ¿Qué era lo que hacía tan diferentes las teorías psicoanalíticas y marxista de la einsteniana? Esencialmente que, mientras que para los dos primeros se pretendía encontrar continuas “verificaciones”, Einstein establecía de modo preciso qué situaciones, qué experimentos concretos, confirmarían o, y esto es lo importante, invalidarían su teoría, mostrando su falsedad. Son, sin duda, dos actitudes muy distintas, y según Popper está claro que la “actitud científica” es la de Einstein. Así halló Popper respuesta a la cuestión de distinguir entre “ciencia” y “pseudociencia” que formulaba de modo general preguntándose “¿Cuándo debe ser considerada científica una teoría ? o ¿Hay un criterio para determinar el carácter o status científico de una teoría ?” o más ampliamente cuál había de ser la “línea divisoria entre los enunciados, o sistemas de enunciados, de las ciencias empíricas y todos los otros enunciados, sean de carácter religioso o metafísico, o simplemente pseudocientífico”. La respuesta que, según diría Popper más tarde, soluciona el problema a su “entera satisfacción” puede resumirse “diciendo que el criterio para establecer el status científico de una teoría es su rentabilidad o su testabilidad”. En aquel momento Popper, no dio a conocer sus ideas, y sólo cuando en 1922 Wittgenstein publicó su “Tractatus logico-Philosophicus”, y ante la gran influencia que tuvo en el Círculo de Viena, se decidió a publicar su tesis.
La lógica matemática había hecho grandes progresos en los primero años del siglo. El programa de logicista de Frege y Russell, es decir, el intento de fundamentar las matemáticas en la lógica había culminado en lo monumental obra “Principio Mathematica” de Russell-Whitehead. L.Witgenstein interesado en estos problemas acudió a Cambridge a estudiar con Russell, y muy pronto ambos desarrollarían el llamado “atomismo lógico”. En esta filosofía que encuentra su expresión más elaborada en el Tractatus se establece una identidad entre la estructura del lenguaje de la lógica, disimulada en el lenguaje ordinario, y la estructura del mundo: los hombres corresponden a las cosas y los enunciados o proposiciones a los hechos. Toda verdad puede ser dicha en este lenguaje -de los Principia- pues o bien se reduce a una tautología o bien es función de la verdad d ellos enunciados o proposiciones atómicas, es decir, enunciados de observación o verificables empíricamente, sobre los que se basa, en definitiva, toda la estructura.
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