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Alma En Pena


Enviado por   •  19 de Mayo de 2014  •  1.400 Palabras (6 Páginas)  •  277 Visitas

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Volvió cansado de otra larga jornada. La rutina lo tenía agobiado. Muchos años repitiendo una vida monótona. Los castigos de un trabajo estresante y un ambiente que lo predisponía mal. Sirvió un vaso de whisky y se recostó en el sofá de la sala. El sueño terminaba de apoderarse de su ser.

Al principio su hogar era su refugio, el lugar donde encontraba tranquilidad y en su mujer, un cable a tierra quien receptaba toda alta tensión que lo victimizaba. Tolerancia y amor desmedido eran aquellos elementos que daban sostén a su vida. Pero todo tiempo futuro siempre es peor, el pasado toma lo mejor y lo ilustra en recuerdos imborrables que invitan a la nostalgia y a la pena. Como todo elemento de un bello paisaje que sufre erosión por el devenir de las inclemencias de la naturaleza y el paso mismo del tiempo, se fue desgastando de manera paulatina y eficaz aquello que alguna vez tuvo una estética anteriormente admirada.

De la misma manera su relación había sido víctima del pernicioso paso de los años. Los mimos del hogar ya no alcanzaban para cubrir los vacíos propios de una vida entregada a los problemas cotidianos, a los atropellos del trabajo, a la "injusticia" del destino y miles de condimentos más que alimentaban su odio hacia la realidad y su propio vivir. Fue así que su amigo Alcohol lo visitaba con mayor frecuencia, impulsándolo a sacar lo peor de sí. Su humor era cada vez peor. Su falta de personalidad y hombría lo convirtieron en un ser violento, necesitado de demostrar sus cualidades viriles y su fachada de fuerte dominante era estandarte de una conducta deplorable que cada vez arruinaba más y más el aire que lo rodeaba.

Valeria, afectada por tanta discordia soportaba vejámenes y maltratos, insultos, mala voluntad y groserías, con la ilusa idea de que el amor era más fuerte, que el tiempo acomodaría las cosas en su lugar, que sus mejores intenciones podían contra las bestiales pasiones a las que se entregaba su marido. Seguía aguantando, seguía firme creyendo en una relación que yacía muerta varios años atrás.

Él era SU hombre, aquel que había explorado por primera vez su cuerpo, santuario de su condición de niña, para convertirla en una mujer. Aquel que supo conquistar su corazón al punto de hacerse amo y señor de sus sentimientos. Él, que fuera guía en el largo camino de descubrir el cautivante mundo del que tanto hablaban sus padres y la gente mayor. Su mundo era él.

Las mañas de la edad perjudicaron todo, y ella ya no era solo la antena receptora de esa verborragia maliciosa sino que pasó a ser un sparring, que él golpeaba por placer y como un tranquilizante ideal. Su actitud dominante y egoísta consiguió alejar a Valeria de sus amistades, de su familia, de sus vecinos. Era una descontrolada decadencia al alejamiento social, su obstinada absorbencia hizo de ella su sirvienta y lo que fue aún peor, su bolsa de golpes.

Cómodo en el sofá, cayó en un profundo sueño donde el subconsciente fue señor protagonista y puso su más dedicado empeño en pasar factura a su cruel estilo.

Una pesadilla que se ambientaba en un cine, donde eran ellos los únicos espectadores y la película -que llevaba su propio nombre- proyectaba imágenes de sus propias vidas, una cronología de su pasado en donde se exponía los hermosos momentos del principio, cuando su amor adolescente los inspiró a cultivar aventureros sueños y perpetuas promesas de amor incondicional y eterno. Las postales de su boda y luna de miel, las fotos del primer departamento y la llegada de la nueva casa, el auto que con tanto sacrificio y ahorro habían conseguido comprar, los viajes, los ñoquis de los 29, los festejos del ascenso laboral y muchos gratificantes recuerdos que los unía. Pero conforme pasaba la cinta, la pantalla se iba tornando cada vez de un tinte más oscuro, se degradaban las cualidades de brillo del principio de la película y comenzaron a transitar aquellas postales grises donde se retrataban las encendidas discusiones y peleas, las fotos-evidencia de las aventuras amorosas a las que su lujuria dio rienda suelta. Su vergüenza fue evidente y aunque quiso excusarse al voltear hacia ella, se encontró con una inmutable concentración en la pantalla y un cortante pedido

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