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Critica A La Cultura Occidental De Nietzche

carlotamunyoz5 de Noviembre de 2013

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1. PSICOLOGÍA DEL DEVENIR REACTIVO : Inversión en la jerarquía de fuerzas

Una de las grandes aportaciones de Nietzsche es la minuciosa explicación del proceso por el cual las fuerzas que actúan en el hombre invierten su jerarquía. Tal inversión consiste en el tránsito desde una tipología sana, activa y afirmativa (apreciación de la vida o vitalismo) hacia una tipología enferma, reactiva y negativa (depreciación de la vida o nihilismo). Este proceso, este devenir es denominado por Nietzsche “enfermedad” o decadencia, y pasa por tres figuras : resentimiento, mala conciencia e ideal ascético. Todo ello es expuesto con detalle en uno de sus libros claves, Genealogía de la Moral.

a) Resentimiento (tipo reactivo, débil, dice : “tú eres odioso”)

En un organismo sano, noble, de tipología activa, no hallamos tan sólo fuerzas activas. La relación sana es aquella en la que las fuerzas activas ejercen su poder sobre las reactivas haciéndolas reaccionar, mientras que éstas, a su vez, retardan la acción, la adaptan, la hacen eficaz . El resentimiento consiste en una enfermedad provocada por el deterioro del aparato reactivo. Su consecuencia es la incapacidad del organismo para reaccionar . Cuando la reacción deja de ser activada pasa a convertirse en algo sentido y sufrido de forma interna y permanente : no poder terminar nada, no poder olvidar nada … ; la vida comienza a doler. La enfermedad se adueña del organismo y nace la tipología reactiva : odio proyectado contra toda estimulación externa, contra toda actividad ajena .

b) Mala Conciencia o Culpabilidad (tipo activo, fuerte : yo soy odioso)

La mala conciencia es el segundo paso en el avance de las fuerzas reactivas. Es la estrategia que utiliza el tipo reactivo para extenderse “enfermando” al tipo activo : consiste en separarlo de la acción, en bloquear su energía mediante un “veneno” llamado culpabilidad (¡tú eres malo!). En efecto, si una fuerza activa es reprimida entonces volverá su agresividad hacia sí misma (fiera enjaulada) . El resultado es un hecho insondable : odio introyectado, multiplicación del sufrimiento, hiperproducción interna del dolor, “alma atormentada”. Surge así la necesidad de redención y la taumaturgia de los sacrificios expiatorios.

c) El ideal ascético (tipo asceta : debemos renunciar a ésta vida)

El ideal ascético supone la culminación, el triunfo de la enfermedad. El asceta es el personaje que se presenta como redentor. Afirma primero la maldad intrínseca de esta vida, la identifica con el sufrimiento y expone la necesidad de renunciar a ella; después contrapone su camino salvador : el ideal, la detallada ficción de un TRAS-MUNDO (metafísico, religioso, moral o político). Con el ideal ascético vence la enfermedad como modelo existencial. La vida es juzgada como odiosa, culpable y falaz (“mundo aparente”); el “Otro Mundo” se exhibe como lo bueno, lo puro, lo auténtico (“mundo verdadero”). Vemos que el asceta condensa una forma de Voluntad de Poder que no se identifica simplemente con la enfermedad, sino que la organiza, la dirige, la presenta como deseable y la lleva hacia el triunfo (líderes) ; se trata de una forma de Voluntad de Poder harto extraña, pero exitosa en el fenómeno de lo “humano” : nihilismo o Voluntad de Nada, de No-Vida.

2. CRÍTICA A LA CULTURA OCCIDENTAL (I) :

La inversión de valores morales. Sócrates y Platón

Con lo anterior Nietzsche tiene los mimbres para explicar el proceso de decadencia que caracteriza a la Cultura Occidental. El inicio consistió en una inversión de valores morales cuya prueba es el fraude respecto al significado de dos adjetivos. El sentido de los términos bueno y malo ha sido invertido (triunfo de lo enfermo sobre lo sano) y toda nuestra cultura es el producto de esta inversión (de este malentendido, dirá Nietzsche). Veamos.

También en su Genealogía de la Moral, Nietzsche (recordad que es filólogo) sostiene que en todas las lenguas antiguas el término bueno tenía las connotaciones de noble, fuerte, hermoso, activo … El término malo refería lo vulgar, débil, sombrío, pasivo … Vemos aquí una primera moral noble, afirmativa de la vida : el término bueno se relacionaba con la exhuberancia de las fuerzas activas del hombre, y el término malo con la ausencia de éstas. Sin embargo, estos términos se han ido deformado pasando a significar precisamente lo contrario. En la moral occidental la actividad es sospechosa, peligrosa, indeseable y culpable, por lo que el tipo activo es malvado (agresivo, soberbio, indócil, egoísta …); por contra, el tipo reactivo es ahora el bondadoso (paciente, humanitario, dócil, compasivo …) Tenemos ya una segunda moral de esclavos, que desprecia la vitalidad e invierte los valores morales. La lógica de esta inversión diría así : frente al tipo noble y activo que afirma “ yo soy bueno”, el tipo reactivo niega y acusa : “tú eres malo … y por tanto yo (que no actúo) soy bueno ”. Vemos este tipo es el hombre del resentimiento, y su estrategia (inconsciente, instintiva) es culpabilizar, propagar el “veneno” de la mala conciencia con la finalidad de protegerse, de hacerse valer … aunque sea sólo en su imaginación.

En su libro Crepúsculo de los Ídolos (¡ texto!), Nietzsche afirma que el primer líder, el responsable de la inversión moral fue … ¡el señor Sócrates! Porque efecto, toda la cultura griega anterior a Sócrates presenta una afirmación apasionada de la vida, manifestada en sus cultos religiosos asociados a los ciclos de la Naturaleza, en su política radical, su educación de tipos aristocráticos, su obsesión por la belleza, el arte, el mito y la tragedia. Entendían la vida de forma sincera e inmediata : como devenir incesante, como continua muerte y renovación, como fugacidad de avatares. Veneraban a Apolo, dios del orden y la armonía, pero aún más a su secreto antagonista, Dionisos, dios del éxtasis y las metamorfosis.

Sin embargo, la aparición de Sócrates (s. V a.c.) y su éxito es ya un síntoma de decadencia para esta cultura. Con Sócrates, el instinto y la acción es substituida por la palabra razonada, y con ello aparece la dialéctica, seña y método de la naciente filosofía moral. La dialéctica es un sistema de preguntas y respuestas en el que dos discursos (logos) se entrelazan buscando “la verdad”, tomando como criterio la Razón. Esta racionalidad queda asociada en Sócrates a una finalidad moral y política : la Razón “hace buenos a los hombres“, los redime de la degeneración de sus instintos. De aquí nace la célebre ecuación socrática : razón = virtud = felicidad, que resume su doctrina del Intelectualismo Moral. La Razón (siempre abstracta, impersonal) es buena; el instinto es malo, dice Sócrates. Ahora bien —denuncia Nietzsche— valorar la vida sólo desde el criterio racional significa depreciarla, significa eliminar la perspectiva y la diferencia individual, la energía que contiene. Nietzsche es claro : denunciará en Sócrates los rasgos del resentimiento u odio hacia la vida, además de su ascetismo y nihilismo tan profundos (el “maestro” llega a considerar, por ejemplo, la propia muerte como una curación).

Recordad que la primera parte del texto (Crepúsculo de los Ídolos) Nietzsche se dedica a despellejar la figura de Sócrates (ídolo de la Filosofía). Su ironía, su fealdad, aquel daemon interno (voz de la conciencia) inspiraron primero la curiosidad de los atenienses; luego surgió el respeto, al ser visto como portador de nuevos valores, antagónicos a la tradición (Sócrates, antigriego). Pero el éxito de Sócrates —piensa Nietzsche— no es producto de sus excelencias, sino más bien síntoma de una cultura griega ya decadente; los instintos helénicos (valentía, ardor, rivalidad, respeto, sinceridad …) habían sido reemplazados por vicios (temor, cobardía, inseguridad, odio, hipocresía …). Sócrates se presentó como un sanador, un asceta que enseñaba el camino de la redención, que no era otro que la filosofía : la Razón debía imponer orden, subyugar tiránicamente aquellos instintos degenerados. Pero … ¿salvó realmente Sócrates a los atenienses? No; tan sólo les enseñó a entretenerse con la filosofía mientras se extinguían como Cultura. Ni siquiera el propio Sócrates halló su curación, sólo la muerte dio fin a sus amarguras … sólo la muerte fue redentora.

El éxito fraudulento de Sócrates, su moralismo y obsesión por la Razón, marcan el fin de la cultura griega. Surgen multitud de pequeñas escuelas de filosofía (Escuelas Helenísticas) : el Cinismo (que enseña la renuncia y austeridad), el Estoicismo (control de la Razón sobre las pasiones), el Pirronismo (escepticismo estéril) … todas ellas pesimistas y dolientes.

Pero la herencia directa de Sócrates fue su discípulo Platón. Éste, en principio un tipo aristocrático, sucumbió a la obsesión filosófica. Interesado por la antigua disputa metafísica entre Parménides de Elea (avalista del Ser inmutable y abstracto) y Heráclito (defensor del devenir incesante y la contradicción), Platón saldó la querella a favor del primero. Heredero de la ontología eleata y del Intelectualismo Moral socrático, Platón rechazó el valor de la vida por ser sensual, cambiante, plural y contradictoria … mera apariencia. Este mundo aparente debía de estar ocultándonos (por culpa de la falacia sensorial) otro mundo verdadero. Sin más imaginación, Platón concibió ese “otro mundo” trazo a trazo por negación del primero : el mundo verdadero es intangible,

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