Critica Del Forum
consejopolitico24 de Enero de 2014
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El paradigma Clásico dominante en Antropología había destacado la fuerza con que las representaciones culturales elaboran práctica social. Estas representaciones emergen y toman forma en un Ser colectivo, y son el reflejo, en la conciencia colectiva, de los dos propósitos racionales fundamentales de ese Ser: explicar los fenómenos y dominar el medio. Incluso cuando ambos propósitos se desvanecen tras el denso humo de las representaciones que desprenden, permanecen silentes más allá de la experiencia, en la reserva ignorada del inconsciente compartido. Si estos fines estructuran la cultura, ello es debido a su condición de recursos adaptativos clave. Es decir, de medios insertos en otra racionalidad –suprema- de persistencia social. Este paradigma, eminentemente anglosajón en Antropología, dispone las sociedades en una tipología que contiene categorías diversas –y discordantes según matiz de autor o de sensibilidad-, reductibles en todo caso a dos conglomerados categóricos:
I. Las sociedades de la cristiandad colonial y el “atípico” –incómodo- caso chino.
II. Los demás grupos humanos, que operan faltos de las herramientas posibilitadoras de culminar ese sentido universal de la actividad social; carecen de ciencia y de tecnología.
Ello sitúa estas “otras culturas” en el Error, pues las explicaciones son abortadas por inexistencia de métodos cognitivos (ciencia), tanto como la superstición, la magia y el temor –la sumisión al medio y la vana esperanza de conjurar sus poderes- suplen a la tecnología en la relación con la Naturaleza.
Estas consideraciones definen el particular funcionamiento de la Antropología en el interior del proyecto colonial que parió a la disciplina y que la circunscribe: es de servidumbre, pero una servidumbre llena de reproches y de tensiones. La lealtad de la Antropología es para con un colonialismo Ideal que ella ha visionado, y que se transforma en impertinente exigencia: hay que acudir en ayuda de esos seres que, aun partícipes de la Razón y la lógica únicas “Humanas”, no disponen aún del comburente para alumbrar sus actos con una cultura que no sea ya ignorancia, sino una Cultura por fin de pueblos cultos.
Así es como esa Antropología realzó, asignándole tan “elevada” y pura Misión, la figura de aquel poder volcado en la conquista de un “espacio exterior”, al tiempo que trataba de enderezarlo moralmente.
Siglo y medio después, el Forum de las Culturas reúne en Barcelona a un universo de asociaciones bajo el propósito manifiesto del “diálogo intercultural”. No están allí para distribuir cada cultura de una multiplicidad a lo largo de un eje decimonónico dispuesto entre los polos del Error y de la Cultura. El principio rector invocado para el evento es el rechazo al “dogmatismo cultural”. Es decir, el auto-reconocimiento cultural en términos de sujeción objetiva a enriquecimiento y de actitud subjetiva abierta a modos de percibir y proponer exhibidos por los interlocutores, atendiéndose también a “problemáticas transculturales” que demandan esfuerzos conjuntos.
Allí están Directores de transnacionales, ONGs, cargos en instituciones comprometidas con el desarrollo. También han sido invitados “representantes” selectos de grandes stocks culturales pensados para la ocasión y que unifican groseramente a unos seres lejanos, anónimos, invisibles si no es re-presentados a través de tales constructos. Junto a otras ciencias y disciplinas , los organizadores del Forum sientan a la Antropología y le dan carta compartida de especialista en el tratamiento de tres grandes retos que a la gestión política de las poblaciones no le queda más remedio que asumir en el siglo entrante. Todos están más o menos interesados en escuchar cómo los antropólogos les hablan sobre qué está ocurriendo –un retrato de estos procesos-, sobre qué puede ocurrir –un diagnóstico prospectivo- y en conocer cómo recetan las pautas de interacción política con estos tres procesos con vistas a su conducción.
El primero de ellos tiene que ver con los millones de personas que, con sus desplazamientos, han roto aquella demarcación imaginaria de “las tierras de el Otro”. Esa organización geográfico-política se aparecía a las cabezas del personal de estado, enraizada con la robustez que tiene para el zoólogo la distribución ecológica de las especies. El Otro era estudiado y considerado en su permeabilidad exclusiva, diferencial. Las nuevas realidades de la migración presentan complicaciones severas a la reproducción del dominio de clase, así como son transformables en rentabilidades para la profundización política en la separación de los gobernados.
La segunda cuestión es aquella que había avanzado Marx cuando hablaba de que, por su misma dinámica objetiva de acumulación, el capital tiende a hacer de la producción un proceso cada vez más fragmentario a la par que cada vez de más amplia extensificación social. Poblaciones vistas antes, por la inversión empresarial y las organizaciones internacionales del capital, a lo sumo como mercados potenciales, son ahora planificadas como contingentes laborales especializados en unas u otras fases de una producción mercantil cuya segmentación la reparte por todo el Planeta. Eso jubila prematuramente paradigmas de desarrollo funcionales apenas quince años atrás –cuando lo que había que producir era consumidores con un mínimo de bolsillo- y exige la invención de otros paradigmas aplicados esta vez a la producción de productores dotados de formación laboral operativa y relativamente versátil (desuso del “Desarrollo Económico”, relevado por el “Desarrollo Social”).
La tercera cuestión crucial para las entidades financiadotas del Forum y para las instancias políticas decisoras de la Agenda , es aquella referida a las resistencias contrapuestas en unos y otros lugares a la acumulación ampliada de capital. Esta, justamente por complicarse cada vez más su consumación, incrementa su ferocidad con las poblaciones que adopta para sí y se pone a disolver/regir la totalidad de su existencia.
Algunos agentes políticos cifran estas resistencias como si se tratara de la hegemonía de unas interpretaciones sectoriales de ciertas culturas “receptoras” . Estas habrían competido discursivamente con otras interpretaciones más “abiertas y receptivas” a la “comunicación con occidente” y estarían en peligroso trance de imponerse a las últimas “para desgracia de la Paz y de su propia democratización”. Desde esta óptica, la actuación normativa debe ser la de corregir los frutos de las arrogancias pasadas y las arrogancias actuales, los excesos, las brutezas, que habrían determinado estas reacciones “de cerrazón”. Ello a fin de sortear conjuntamente entre las partes la amenazante vecindad del “choque entre Civilizaciones” y derivar hacia “la alianza entre Civilizaciones” , lo que pasa por los puentes comunicativos –alianzas estratégicas- con voces “moderadas” en el seno de esos “campos culturales”.
Otros agentes políticos, lejos de adolecer de esta miopía, son perfectamente conscientes del carácter de clase que poseen estas resistencias -reproducidas diatópicamente- a los modos concretos con que está siendo mundializada eso que Marx llamó la Dominación Real del capital . Sin embargo, estos agentes están directamente interesados en recalificar el fenómeno en términos de “cuestión cultural”. Esto sirve para poner a girar las reflexiones ciudadanas en torno a una contraposición instalada “aquí-allá”, “esto-aquéllo”, reflexiones de “unos” sujetos dedicadas a “otros” con quienes comparten condición de clase. Recalificar estas resistencias es condición previa de posibilidad para hipertrofiarlas, inventarlas, montarlas mediático-jurídico-policialmente, etc., ya que así recalificadas aparecen, a ojos de la opinión pública, descalificadas a priori. Este condicionamiento en el sentido de plagar estas realidades y estas fabulaciones de connotaciones descalificadoras, llama a continuar recalificándolas conforme aumenta su “aparición” mediática, en un círculo virtuoso propagandístico de permanente auto-refuerzo.
Resumiremos a continuación cómo abordan estas tres grandes líneas de debate esas antropologías que participaron constructivamente del Forum de las Culturas, así como la relación del conocimiento que elaboran y proyectan, con el contexto económico y político de emergencia de tales cuestiones.
Uno de los debates fuertes mantenidos durante el Forum Universal de las Culturas se centró en la denuncia retrospectiva de las concepciones que han estado guiando en tiempos últimos la práctica de los actores dedicados al desarrollo. Estas concepciones tenían como piedra angular el registro de unas carencias, unos déficits, una escasez, un atraso, etc., así como la vinculación de estas características con unas mentalidades reacias al cambio necesario de un hábito productivo que no generaba los recursos necesarios para el Bienestar o para la simple supervivencia (“No traerles los peces, sino enseñarles a pescar”). Estos actores del desarrollo no culpabilizaban únicamente a la cultura de esta situación, sino que hablaban de que, lejos de ser una mera cuestión de actitud, estaba fuertemente condicionada por un contexto de la Desgracia –un clima, unas catástrofes que vuelven y golpean con recurrencia, una sequedad y vileza de la tierra, etc. La práctica correspondiente a esta concepción es suministrar unilateralmente desarrollo, que puede ser cuantificado científicamente en productividad, posesión de maquinaria agrícola, alimentos no consumidos
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